Cuando escuchó los gritos, corrió y pudo ser testigo de cómo aquel hombre hacía gala de su poder social para atropellar y vejar, se hacía llamar El caballero de las Nieves.

— ¿Qué pasa aquí?
—¡Vaya! llegó tu Salvador nena.
Agarró su rostro e intentó besarla a la fuerza, él soldado se le fue encima y lo golpeó en el rostro, sus acompañantes lo agredieron, él los enfrentó y pudo doblegarlos.
—¿Estás bien Ranney?
El caballero de las Nieves se levantó y limpiándose la sangre de los labios, lo señaló con un dedo:
—Esto se paga, tú, soldado, lo pagarás y ella también, — después se marchó.

Despertó sobresaltado, tenía demasiado escalofrío, sabía que no era un buen síntoma, sino se cuidaba, estos volverían y cada vez lo iban a debilitar más, tenía que descansar, pero en medio de su delirio pudo ver la imagen de Ranney, su cuerpo tirado en una habitación donde apenas había un tragaluz, luego vio esas torres que salían como puntas de montañas sobre las nubes.

— Esta imagen puede ser un punto de partida, si consigo alguien en el camino podré darle una referencia.
Se recostó otro rato más para que se le pasara un poco el malestar.

Lo culparon por la desaparición de Ranney, cuando los padres de la chica se enteraron de la pelea con El Caballero de las Nieves, no ocultaron su desagrado, habían hecho planes de casamiento con ese hombre y así ganar poder económico, porque lo necesitaban.

Su hija Ranney desapareció sin dejar rastro, El caballero de las Nieves se mostró enfurecido y culpó al soldado y les dijo que todo se cancelaba por culpa de su soldado, que esa ofensa era imperdonable, cuando pasó por su lado, lo miró con una sonrisa irónica y le dijo en susurro:
—Las cosas se pagan soldado.

El soldado salió en su búsqueda, llevando un grupo de hombres, el clima era el peor enemigo a vencer, sus hombres fueron cayendo uno a uno, al final cuando pudo mirar con claridad, sólo vio la ventisca fría donde se respiraba la pura soledad, sentía que los músculos se le entumecían, caminaba guiado por su instinto de supervivencia, después de varios días llegó a una choza y pudo resguardarse.

El Caballero de las Nieves, impertérrito, miraba una pared de hielo por donde se movían imágenes borrosas que no le daban un augurio claro de lo que podía pasar.

—¿Cree que venga señor?
—Tal vez, si sobrevive, tú sabes que mi mejor arma, es el clima de las montañas, las ventiscas heladas me protegen.
—Tiene razón, hemos recogido muchos enemigos convertidos en bloques de hielo.
—Así es y Ranney ahora es mía y sin compromisos fastidiosos, ¡jajaja!

Afuera de aquella choza, todo era un campo blanco y un viento helado, ya su preocupación, no era soportar la fiebre, era la brisa templándole los huesos.
—Tengo que seguir, Ranney me necesita.

Cuando fue hacia la puerta, tropezó con una figura pequeña envuelta en una piel de oso blanco.
—¿Quién? ¿quién es usted? —dijo una voz aguda, él soldado desenvainó la espada, — no es necesaria la violencia.
Tiró la piel hacia atrás y de ella emergió una cabeza grande de un viejo enano, que le miraba con amabilidad.
—Estos refugios son míos, amigo y sirven para que personas como usted, puedan sobrevivir.
EL soldado le contó toda la historia y vicisitudes de su búsqueda, luego le describió el lugar donde supuestamente estaba la dama que buscaba.

—Ya está cerca, pero sin ayuda no podrá llegar, la ventisca lo protege, nadie puede cruzar, terminará como un bloque de hielo.
—¿Y cómo puedo llegar?
—Te voy a explicar, oye cuidadosamente y luego te encaminaré.
Cuando llegaron a un sendero de rocas, El enano se sacó el abrigo de piel de oso blanco y se lo entregó.
— Solo así podrás llegar y aquí te voy a entregar una roca muy especial, tómala.
— y tú, con qué te vas a abrigar.
—No te preocupes, yo puedo sobrevivir y cuando llegues, ya sabes, rompe el cristal, no te olvides, tienes que romper el cristal.
—No lo olvidaré.

El guardián del caballero de las Nieves le interrumpió en ese momento.
—¿Ve algo señor?
—¡No! Solo un día más y todo estará listo, La dama Ranney será mía, hasta que me cansé de ella.

Casi no podía creerlo había traspasado el viento helado que protegía aquellos muros, tapado con aquella piel, era como un copo de nieve moviéndose al ritmo del viento, ya estaba en el umbral de aquel castillo, estaba allí, entrando por aquel agujero.

—¡Ya es el día!, el soldado no lo logró.
—¡Si, hoy es el día! ¡Caballero de las nieves! — gritó el soldado entrando de repente.

Se voltearon sorprendidos, no lo podían creer; recordó rápidamente lo que le dijo el enano: “rompe el cristal, no lo olvides, rompe el cristal.” Debe ser esa pared de hielo y lanzó la piedra obsequiada por el enano, antes de que los guardianes cayeran sobre él, cuando la roca golpeó el cristal se oyó una explosión y los filosos cristales cayeron sobre El Caballero de las Nieves y los guardianes, dejándolos petrificados.

—¡Vaya! ahora eres el caballero cristalizado.
Cuando miró hacia los lados, no podía creer lo que veía, eran muchas personas saliendo por todos lados.
— ¡El cristal está roto! — decían, —¡el cristal está roto! ¡somos libres!
—Dónde está la dama Ranney? — preguntó.
Todos señalaron la torre del fondo, el corrió con el corazón exaltado, lo había logrado.