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Hablar de felicidad parece un tema complejo porque para empezar habría que decir que tiene un significado distinto para cada quien, que depende de sus valores, de sus expectativas y de lo que desea alcanzar.

He conocido distintos tipos de persona y siempre me han llamado mucho la atención las personas sencillas, esas que no necesitan mucho para sentirse bien.

También he conocido personas que con su conducta y con sus palabras me han dicho que para ser feliz hacen falta muchas cosas, sí, “cosas”.

Pero les hablaré de mi forma de pensar. No es que nací con mucho dinero ni mucho menos, pero en mi casa los valores que siempre se inculcaron fueron los del ser, los de las capacidades, el saber resolver los problemas, el tener una profesión, no porque te fuera a asegurar la vida, sino porque eso te abriría puertas, te enseñaría a pensar y a defenderte en la vida.

Esa cultura del tener no la aprendí, no sé si fue un defecto o no, pero mis hermanos son igual que yo, por eso sé que fue una enseñanza que nos dieron nuestros padres.

Recientemente estuve hablando con un conocido mío el cual tenía tiempo que no veía, me decía que se sentía muy frustrado porque a su edad no tenía casa, ni familia, ni amigos, ni dinero… Yo le respondí que nunca es tarde para cultivar las relaciones de amistad, o para buscar una manera de generar ingresos, pero entonces me decía que su problema era que no podía aceptar cualquier trabajo.

Escuchando todas estas barreras que me decía que tenía yo le decía que todo eso estaba solo en su mente, a lo cual me contesto que ese discurso positivista no le llenaba, ¡y yo solo pensé oh! ¡Ok, entiendo!

Tu crees que no eres feliz porque “no tienes”, le dije, pero esa es una mentalidad, todo en esta vida es temporal, y si quieres algo solo tienes que buscarlo sin tantas barreras y limitaciones autoimpuestas. Que del campesino, o el jardinero, esas personas no se avergüenzan de su trabajo, simplemente trabajan y realmente he conocido más personas sencillas felices que muchos “ejecutivos”. El campesino no tiene las limitaciones que tienen muchos graduados para trabajar cuando las cosas cambian.

Y obviamente no le estoy quitando méritos a los estudios, pero si en algún momento se vuelven una carga no creo que esto sea muy útil.

Una de las cosas que nos vino a mostrar la cuarentena es que los esquemas pueden derrumbarse y no servir para nada, el hecho de asistir a un trabajo, a una empresa, dejo de ser así para adoptar un sistema diferente que hiciera posible que muchas empresas pudieran continuar, muchas continuaron utilizando la tecnología para comunicarse, muchas otras cerraron, otros se reinventaron, ¿y quienes sobreviven ante los constantes cambios de la vida? ¿No son aquellos que saben adaptarse y sacar ventajas de las oportunidades?

Insistir en esquemas antiguos o mejor dicho en ideas acartonadas porque eso es lo que nos enseña la sociedad, no sirve de nada cuando todo alrededor cambia, las circunstancias, la vida, el país y el entorno. Simplemente le va bien al que sabe amoldarse y para esto es necesaria esa flexibilidad mental que se requiere.

Por eso pienso que mis padres tenían razón al decir que la felicidad no te la van a dar las cosas, sino la capacidad que tú tengas para comprender como defenderte ante la vida, eso te lo dan los estudios, la preparación, pero también el estar atento a aprender de la vida, digamos de la universidad de la vida que eso no lo enseñan en la escuela. Para esto es necesaria la humildad y las ganas de siempre salir adelante resolviendo los problemas y disfrutar de lo que la vida te da.

Realmente me parece triste cuando alguien se encierra en sus esquemas y no puede desprenderse y soltarse, para ver algo más… Pero también he comprendido que simplemente cada cabeza es un mundo y pues hay que dejarlos ser, como son.

En fin, para mí, lo que importa es lo que eres, no lo que tienes. En ese sentido puedo empezar a hablar de buscar la felicidad...

Muchas gracias por leer y comentar.

@inspiracion