Semi dios drogado en la antigua Roma
En el corazón de la antigua Roma, en la penumbra de una opulenta villa, un semidiós llamado Livio yacía tendido en una cama de terciopelo, inmerso en un letargo místico. Su mente, envuelta en los vapores de una droga divina, vagaba entre visiones de poder e inmortalidad.
Mientras el efecto de la sustancia lo envolvía, Livio reflexionó sobre su existencia y el significado de su condición. "He recibido dones y poderes más allá de la humanidad", pensó, "pero este estado de embriaguez me aleja de mi verdadera naturaleza".
Con los ojos cerrados, imaginaba sus acciones influenciadas por la droga, y la verdad que estaba descubriendo: el verdadero poder no estaba en el dominio ni en la inmortalidad, sino en la claridad y la sabiduría. “Ser un semidiós no es sólo poseer fuerza”, reflexionó, “sino también tener la claridad para usar esta fuerza con equilibrio”.
Al aceptar su reflexión, Livio se dio cuenta de que su camino hacia el auténtico poder requería una mente clara y un corazón puro, en lugar del mero placer de la intoxicación divina.