#sv-buenavibra // Mi experiencia con el perdón.

Avertencia: No deberías leer esto si, has llorado algunas ves, si te han herido o si tienes tanto dolor que odias quien eres. ¡Es sarcasmo! Pero NO es apto para personas sencibles o menores de Edad, sin la guía de sus padres.

¿Has visto los ojos del abusador? Quizá sea la imagen más repugnante para ti, pero alguna ves Él fue como tu ¡No te conviertas en Él!

El corazón puede ser una gran cárcel cuando el perdón no se hace presente, allí el dolor es una tortura y los barrotes están llenos de lamento y pena.

Recuerdo sus ojos aquella ves cuando él iba a abusar de mi, llenos de sadismo y locura, aquellas memorias tan terribles me acompañaron durante años. El asco y la ganas de vomitar eran recurrentes cuando por alguna razón recordaba esos eventos. El olor, las texturas, incluso los colores que recuerdo de aquellos momentos me parecían repugnantes.

¿Como no voy a odiar a un ser que me destruyó desde adentro? ¿Porque le tendría compasión? Todas las maldiciones qué pueden ser enviadas sobre un ser humano no bastan para saciar la sed de venganza, para destruir su vida, para conducirlo a la muerte.

Pero aquel odio viseral consumía mi vida, nunca pude dar o recibir un beso, una caricia, un cumplido. Por un tiempo me aterraban todos los hombres, les tenía asco, repulsión y ante el más mínimo acercamiento, me ponía a la defensiva.

Fueron muchos años de abuso y maltrato, fueron muchos años de dolor en secreto, pero fueron muchos más años sufriendo por el odio, el resentimiento y el deseo de venganza.

Dios siempre estuvo allí.

Las primeras palabras sanadora vinieron en un tiempo de oración cuando le reclame a Dios, cuando le expuse lo mal que estaba y como el había sido negligente conmigo. ¡Estaba tan molesto!

Un día llego la primera respuesta, aquel hombre que me abuso también había sido abusado desde niño. Recuerdo que cuando lo supe escuche como si alguien me hablara al oído: ¡Siempre estuve allí! Llore contigo, grite contigo, pero también estuve con él, cuando alguien lo convirtió en el moustruo que hoy día es.

El perdón no es como un swich que golpeamos para encender o apagar la luz. El perdón es como una carreta que nos conduce por los caminos donde hemos extraviado partes de nuestro corazón.

Necesitaba reconstruir y comence tomando una decisión al preguntarme. ¿Cuantas lágrimas más, merece esta persona? Y la respuesta fue facil: ninguna. ¿Entonces porque se las sigo entregando? La respuesta fue más difícil de admitir: por el odio y el rencor. ¿Qué debo hacer para solucionar y continuar mi vida? Y aquí el silencio espero que mi mente llorara, mientras reconocía qué la única solución para mi, era perdonar.

Camine por el valle de la duda, pase por el valle del duelo, comencé a subir la montaña de la aceptación, hasta que tome la decisión que tardó lo que necesitaba tardar, para ser auténtica.

Dios literalmente me hizo ver que Él no permitió que yo viviera eso, jamás fue su voluntad qué pasara, fue la decisión de un hombre apartado de Dios lo que causó mi tragedia. Pero para los que aman a Dios todas las cosas pueden ayudarle. Así que Dios me mostró como mi historia cargada de miedo, dolor y odio podía sanar a otros con la sola decisión de perdonar.

Así comencé a hablar del tema, para sanar mi corazón decidiendo TODOS los días perdonar, aunque no lo sentía. Poco a poco esa pequeña acción fue tomando tanta fuerza que un día me levante sin sentir odio, era extraño, pero recordaba como si alguien me lo hubiese contado, no como si yo hubiese vivido.

Más sin embargo la vida esta llena de pruebas que evalúan nuestro corazón, momentos donde Dios nos permite ver de que estamos hechos. ¿Cuanto cuando presentamos un examen para pasar a otro nivel?

Mi examen llego una mañana común camino al trabajo, estaba en la parada de buses y escucho un voz que aún no había olvidado. No me hablaba a mi, pero esa voz estaba registrada en mi mente. Al voltear estaba allí, soplando casi en el suelo. Cubierto de arapos y tierra. ¡Vive en la calle! pensé.

Su vida estaba destruida por la droga, alcohol y malos hábitos. Habían pasado más de 15 años, pero mi mayor sorpresa fue el sentimiento que nació en mi corazón al verlo así. Realmente fue como ver a un ser querido en esas condiciones. Tuve lástima por el, mi corazón estaba experimentado la compasión que solo Dios puede entregar y aquel día comprendí que de verdad había logrado perdonar.

Lo ayude, ore por él e intente persuadirlo para que salga de esa condición, pero estaba más inconsciente que consciente. Han pasado varios años desde aquel día que lo vi por última ves, pero lo más hermoso de todo es que NO me alegro su condición pero si me alegro que yo pude salir de la cárcel que se llama: falta de perdón.

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