¿Por qué los países subdesarrollados son los más "felices"?

in #life7 years ago (edited)

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La felicidad es sin lugar a dudas, una palabra bastante ambigua y subjetiva. La Real Academia Española la define como el “Estado de grata satisfacción espiritual y física, también como la persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Además la ausencia de inconvenientes o tropiezos”. Por ello, es lógico pensar que para conjugar los factores o situaciones que permiten a una persona ser “feliz” se debe poseer una buena calidad de vida, sobretodo en el ámbito económico. Es hasta gracioso imaginar que las personas con condiciones de vida baja en cuanto a educación, salud, alimento, hogar, entre otras cosas puedan llegar a ser más “felices” en comparación con otras que, según los estándares, se encuentran por encima en los aspectos antes mencionados.

Sin embargo, por otro lado hay unas cifras contundentes las cuales señalan que el índice de suicidios en los países más desarrollados del mundo supera por amplio margen a los considerados “subdesarrollados”. Además, la mayoría de las naciones más “felices” del mundo son consideradas “subdesarrolladas”. Ahora bien, ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se puede explicar que personas sin problemas económicos se quiten la vida de forma masiva? ¿Qué factores influyen para que Japón, Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Suiza, entre otros lideren la lista de “calidad de vida” en el planeta y, contraproducentemente, también la de atentados contra su propia vida?

La respuesta la podemos encontrar indagando en los aspectos y conductas más intrínsecas del ser humano. En primer lugar, la resilencia es la capacidad que posee nuestra especie de encontrar cosas positivas en las situaciones más hostiles, como lo es el hambre, la pobreza, la violencia, la miseria, etc. Esas mismas situaciones poco encontramos en el “primer mundo”, por ello es de esperarse que los habitantes de los países con menor “calidad de vida” sean mucho más resilientes que sus vecinos “ricos”, incluso por un tema de costumbre, que se transmite de generación en generación.

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Por otro lado, muchos expertos aseguran que en realidad el “optimismo exagerado” de estas sociedades no han sido consecuencia de su subdesarrollo, sino más bien la causa: Es completamente lógico pensar que el hecho de ser “feliz” con lo que se tiene, con el mínimo deseo de superación personal y social, conlleva a que una sociedad sea afectada por los problemas antes mencionados, incluso cuando llevan también a que esa misma superación sea cada vez más complicada. Es una especie de círculo vicioso el cual solo puede romperse con un hecho de gran magnitud y que lleve a los habitantes a cambiar su forma de ver la vida.

Es allí donde nos adentramos en el otro factor determinante: Las complicaciones que alguna vez tuvieron que superar las sociedades desarrolladas. El último ejemplo claro de ello es la segunda guerra mundial, en donde las naciones hoy potencias mundiales tuvieron unas pérdidas gigantescas tanto económicas, bélicas, pero por sobre todo, sociales. Esto, por contraproducente que parezca, erigió sobre cenizas lo que hoy son sociedades con “mínimos” problemas sociales en comparación con las demás. Pero, ¿Cómo? Pues bien, al atravesar esa serie de situaciones traumáticas, las sociedades se vuelven mucho más “frías” en relación a las otras, ya que se le da el valor justo a las cosas, las cuales en su momento estuvieron escasas y difíciles de conseguir, tanto que no se pueden admitir que alguien pueda adquirirlas tan fácilmente, a lo que por este lado del mundo llamaríamos “egoísmo”.

Precisamente esa “frialdad” a la hora de las de relaciones sociales, hacen que las mismas sean mucho más distanciadas, mesuradas y hasta con cierto nivel de desconfianza, contrastando con la confianza e interacción de las personas en los países más “felices”. Para establecer una comparación, sería similar a una persona que fue violada, eso genera un trauma difícil de superar el cual le impide volver a confiar en alguien más nuevamente. Sin embargo, ese mismo “distanciamiento” entre sus habitantes les ha hecho posicionarse como “potencias” mundiales. El hecho de “pensar” muy bien antes de actuar en el ser humano de éxito, más no así de felicidad.

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Y es que el hecho de pensar demasiado, ser desconfiado y poseer una relación “fría” con familiares, amigos y pareja desarrolla en los individuos que conforman la sociedad una sensación de vacío, el cual no puede ser llenado ni por éxito, ni por teléfonos, ni por ropa, ni por viajes, ni por sexo, ni por estabilidad económica, solo por relaciones afectivas mucho más amenas y cercanas. Por otro lado, el miedo al fracaso en las sociedades desarrolladas es demasiado por las mismas razones mencionadas. La presión social y la obligación a la superación es inmensa, esta es la razón principal de suicidios en Japón, por ejemplo. Un dato: en el país asiático, los profesores cuyas se encuentran más allá del primer piso, deben cerrar las puertas de las aulas durante exámenes. ¿La razón? Muchos de los niños prefieren quitarse la vida lanzándose por los balcones antes de fracasar en las pruebas.

Caso contrario sucede en nuestros países, donde el éxito en los suburbios es mínimo y la superación en las ciudades, bastante pobre. Por ende, la presión social para alcanzar objetivos es muy poca, y la motivación, incluso menos.

La fe es otro factor a considerar. Y es que no es casualidad que las sociedades del primer mundo son, en su mayoría, ateas. Contrastando bastante con los países latinoamericanos por ejemplo, en donde al menos 8 o 9 de cada 10 personas creen en alguna deidad. ¿Causa o efecto? Posiblemente. El hecho de vivir en la miseria hace prácticamente obligatorio que las personas busquen una razón para vivir y muchas veces la encuentran en la esperanza de una “vida eterna”, la cual causa mucha suspicacia en otras naciones, quizás por sapiencia, quizás por no necesitarlo.

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Por último, y aunque parezca increíble, existe un tema geográfica en todo esto. Según estudios, los países considerados con la mejor “calidad de vida” no sólo responden al ateísmo y a tragedias históricas, sino también a climas. Y es que no debe ser nada fácil vivir gran parte del año a temperaturas bajo cero y establecer conexiones con los más allegados. Incluso se puede reflejar en los festejos de cada sociedad. Mientras en Noruega, Finlandia, Suiza y Suecia se toma alcohol como un tema de tradición, en Latinoamérica se baila, se disfruta constantemente.

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En conclusión podemos decir citar una frase de grandes filósofos, como Fiedrich Nietzsche, Socrátes, Platón, entre otros, quienes coincidían que “El secreto de la felicidad es la ignorancia”, y quizás tenían mucha razón. Por un lado podemos ver a potencias estables y con un alto nivel de vida bastante deprimidas y por el otro sociedades con problemas económicos, sociales, humanitarios muy felices, con una sonrisa para todo. ¿Se podrán conjugar algún día? ¿Tú qué opinas? Por ahora, podemos decir que mejor “calidad de vida” no siempre significa necesariamente mayor “felicidad”…

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Interesante afirmación, pero mas allá de todo lo expuesto la felicidad no va con conocimientos, va en el desprendimiento de las cosas materiales que afectan solo a los que mucho tienen....