La desesperanza de la tierra (Luminiscencia)

in #literatura7 months ago

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Federico Villagomez, enero 2014. Imagen: El Demiurgo verde, F. V. 2021. Oleo sobre tela.

Los sabios han discutido, todo el día, si un páramo es un desierto, y si un desierto es un páramo. No como lo haría un biólogo sino como lo haría un semiólogo. Para los sabios todo se trata de semántica. A la luz de la verdad todo es semántica. Es por eso por lo que las ciencias se extinguieron. Los biólogos, geólogos, astrólogos y astrónomos murieron. Todo aquello que no entiende que, en la luz, nada es sin luz, fue crucificado. Los que creyeron fueron bendecidos y, los que no, exterminados. Esta purga la anunció el Hijo del Hombre, no como una predicción sino como una revelación a sus amigos. Se lo dijo a Juan, a Felipe, a Pedro, a Judas y a Tomás. Y, antes de que él fuera ejecutado por los romanos, ya se había juzgado al príncipe del mundo y se hizo justicia y se honró la palabra del Hijo del Hombre. Los apóstoles se hicieron amigos y, los amigos, discípulos y luego el Espíritu Santo los hizo sabios. Ahora los romanos son excelentes semiólogos y se dividen en dos facciones: a saber, los apocalípticos y los integrados. Así, los sabios han discutido todo el día esta cuestión para ponerse de acuerdo si en su tiempo, el Hijo de Hombre estuvo cuarenta días y cuarenta noches en… ¿Qué? ¿Desierto o Paramo?

Y la decisión no es menor: las vastas tierras, una vez fértiles y fecundas, hoy inclementes y hostiles, han de ser llamadas de una u otra forma: el páramo de la creación o el desierto de la creación.