La fragilidad de nuestro ser

Los proyectos que abarcan nuestra existencia los tenemos desde que somos jóvenes, inexpertos, faltos de conocimiento de todo lo que el mundo significa, hábidos por conocer nuevas y mejores experiencias que permitirán crear las prácticas para efectuar su visión de proyecto. Ante esto, no hay quien se nos enfrente y explique que la vida no todo es un deseo por ser mejor, no hay quien nos de un par de bofetadas y explique que la vida se nos escurre entre los dedos y la vemos pasar sin darnos cuenta, sólo vivimos día a día, sin darnos cuenta de que estamos ya viejos, de que tenemos dificultades que antes no teníamos y que, al paso del tiempo se agrabarán.
Ante esto, viene a mi meoria los recuerdos de mi paso por la universidad. La ULA, a pesar de encontrarse en una zona alta del Táchira, un pueblo de los Andes Venezolanos, no presentaba, por ese entonces, el frío caracterídtico del que mucho se habla en el territorio venezolano.
Sin embargo, ante toda esta información, recuerdo que un compañero de clases, Bernardo Alexander Navarro Villarreal, se enamoró perdidamente de una de nuestras compañeras, la cual con sus dotes de delicada feminidad, fue apoderándose de cada uno de los pensamientos de nuestro muy querido hermano; así, siendo poseído por los embates del amor, sufrió una terrible caída, que lo llevó a desconocerse y enfrascarse en días y noches de perdición, donde no acertaba a ejecutar las mejores jugadas para retomar el amor de quien alguna vez sintió algo por él. Es por ello que, sintiéndose perdido en ese tormentoso bosque de tramas amorosas, bebió desconsoladamente por todo un mes, lo que le ocacionó una fuerte gripe que nunca curó, nunca tomó en cuenta, hasta que unn dia se encontró en medio de una calle, caminando sólo, sin una mano amiga que lo guiara y lo ayudara a llegar hasta algún centro médico, por ello, cayó desmayado en el suelo, sin una gota de hoxígeno. Afortunadamente, esta situación cambió, cuando una mano desconocida lo tomó del suelo y lo llevó hasta un centro médico.
Ante todo esto, sólo nos quedó el recuerdo de esta pena moral que sufrió nuestro entrañable amigo, nos rodearon las historias de lo sucedido y sólo reíamos al recordar todo lo que transitó nuestro hermano hasta que se reconoció perdido. Después, los días pasaron y se empezaron a presentar muy distintas facetas en el desarrollo de nuestra profesión, pero siempre con la vergüenza latente de lo sucedido, ahora bien, con la experiencia de lo vivido, para saber que, nunca se debe entregar nuestra alma ciegamente, por alguien quien no da ni una gota de agua a cambio.
Ciertamente se puede decir de que todas estas vivencia se superaron, se pasaron por muchas experiencias y muchas actividades académicas, para contar más de 14 años, toda una vida de ensueños, fracasos, logros y aciertos, pero siempre en la lucha por superarse así mismo y encontrar nuestro mejor prospecto.
No oostante, en el 2020, cuando llegó la pandemia, se vinieron muchos recuerdos, nostalgias de añorados momentos, añoradas amistades que nos construyeron a lo que somos hoy. Empezamos a contar las personas a nuestro alrededor caídas en esta lucha por la vida contra la pandemia. Es entonces cuando recordamos que nuestro hermano del alma, quien nos aportó tanto en nnuestra vida, quien sufrió esta terrible borquitis a causa de su nostalgia por el gran amor que vivió con nuestra compañera de estudio, sufrió una gran puñalada, de nuevo, al contagiarse de esta terrible plaga de la pandemia a la que se le denominó "corona virus". Es allí que este pobre hombre, después de estar logrando tanto por su fturo, empezó a recordar, una vez más, que este terrible embate, este terrible mal, este terrible deterioro de su salud, fue causado por su desamor por nuestra compañera de clases, Suyín Mantilla; y ante esto, cabe el pensamiento lógico que nos viene en este momento: Quien iba a pensar que Bernardo Alexander Navarro Villarreal, iba a morir de amor.