"Mi trabajo con el miedo ¿Quién es culpable?"

La aventura ha sido siempre parte de mi vida, sin embargo, pocas decisiones que he tomado han sido desde la niña entusiasmada y curiosa que sé que llevo dentro, sino desde esa parte de mi niñez que se paraliza antes de dar un paso divertido. Mi mamá siempre me impulsó a tomar retos nuevos y yo paralizada del miedo iba y después de que certificaba que iba a ser divertido, me divertía. Lo que más me asombraba es que todo terminaba siendo divertido, cada vez.

En un reciente estudio interno que comencé con las obsidianas (les comenté en mi primer artículo #introduceyourself que estoy estudiando sanación con obsidianas) tuve que ir cada vez más profundo dentro de mi sombra y mis aspectos más inconscientes para entender qué me está paralizando en este momento de mi vida.

Fue un evento desafortunado hace poco (nada que me involucre, realmente) el que disparó las alarmas al sentir miedo paralizante, desamparo y frustración tan fuertes dentro de mi. Pero sobre todo se destapó un miedo particular, lleno de un sentir de no poder lograr sostenerme sola, al ya no contar con el cobijo y el resguardo de una persona.

Así, sin darme cuenta (en mi sombra) le había entregado todo mi poder y seguridad interior a la idea del resguardo de ese ser que estoy muy segura de que ni siquiera supo lo que tenía en sus manos; además de que afortunadamente es un pan dulce (honestamente) y me gusta confiar en que, de haber sabido que lo tenía, me lo habría regresado y este cuento se habría acabado... La parte que lo involucra a él, claro.

Y es que, sin darme cuenta de por qué, fui la persona más infeliz durante dos semanas completas, pensando que ahora sí definitivamente no lo iba a lograr sola, y tratando de entender el por qué de mi desfortuna (la suya fue peor, créanme). Y me sumergí en un shock absoluto donde me empecé a sabotear todo lo bonito que estaba pasando en mi vida.

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Obviamente, y aquí tengo que hacer una pausa para que entiendan un poco de mi historia, soy psicóloga pero nunca me identifiqué con la racionalidad como uni dimensión, además de que desde pequeña siempre fui tratada con medicina homeopática y son contadas las veces (y las recuerdo muy bien) en que tomé medicina halopática, y mi cuerpo se sintió tan invadido y violentado que me reafirmé las medicinas naturales y ancestrales como forma de vida. Tampoco el trabajo con las energías escapa de lo que hago, ni por tanto de mi lenguaje al escribir.

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Comencé entonces a sabotearme y a reflejar fuera mi caos interno. Me sucedieron cosas como que perdí todo mi dinero se Steemit y lo necesitaba para pagar la renta del espacio donde estaba viviendo en ese momento, se dañó la pantalla de mi computadora con la que venía empezando acá en Steemit y siendo feliz, y no había guardado mis claves para abrir sesión en otro dispositivo; a las dos horas de eso, se apagó mi celular. Luego supe que no era sólo la pila sino el sistema operativo que se dañó. Esa semana tuve clases de mi diplomado y lo vi a adistancias, mientras todos reían yo lloraba tras la cámara por no tener la posibilidad (desde la realidad de mis narices) de liquidarlo y por tanto no podría graduarme en un mes.

Como cosa curiosa, a pesar de todo el caos externo, seguía andando y resolviendo para no terminar de caer y tratar de entender qué me pasaba. Supongo que eso pasa cuando se migra a un país solx: hay que resolver.

"Era como si mi alma y cuerpo fuesen en una dirección, y mi mente en otra totalmente distinta"

... En una sé que todo está realmente bien y que mi tarea es simple: no evadirme y seguir haciendo la tarea, vale la redundancia; y en la otra me siento nublada, estancada, pero sobre todo paralizada del miedo.

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Entonces, después de dos semanas bien tortuosas (porque a veces la elegimos difícil) me senté a hacer mi tarea y poco a poco recordé y rememoré una serie de situaciones con mensajes que establecieron falsas creencias en mí como ser humano y como mujer.

Resulta que crecer con un padre machista y patriarca no es tarea fácil. Mi padre cree que las mujeres no son suficiente y desvaloriza constantemente nuestro poderío -cuando no lo desvaloriza tampoco lo reconoce-. Es ese que piensa que las mujeres no pueden llegar a puestos de lideazgo porque el poder las transforma en fieras, el mismo que me hizo creerme el cuento de que no soy suficiente. Un padre que procuró siempre dármelo todo desde su necesidad de tener el control, sin ninguna intensión de empoderarme o enseñarme mi propio poder. Y no importa si es un padre querendón y al que ame profundamente, que procuró lo mejor desde donde pudo. Para mí no es suficiente decirme "ya pasó", "no lo hizo a propósito", y no se trata de tener rencor, porque he entendido que socialmente arrastrar dolores o sufrimientos está mal visto y comienza a verse a la persona como rencorosa y mal agradecida, sobre todo cuando se habla de los padres o de quien nos cría ¡Pero NO! Si cuando fuimos niños los adultos no nos permitieron darle voz al dolor, hoy hay que dársela. Y hay que revivir y sacar de las entrañas lo que sea necesario para que realmente ya no estorbe porque si no, al final es simplemente una memoria reprimida.

Yo pensé que era muchas cosas durante mi crecimiento, menos fuerte. Nunca pensé tener la capacidad para sobresalir (y eso que soy buena en muchas cosas), o de ser exitosa o inteligente (aunque me han reconocido con premios, títulos y certificados) y resulta que sí, crecí con un padre que tuvo la suficiente creatividad para colocarme como sobrenombre "Tonta Morsa" y con su tono de voz dulce y parental a veces sólo me decía "Tonta" cuando había más confianza y cuando ya iba creciendo, porque no pretenderán que iba a ser toda la vida una "morsa" (un animal de peluche que tuve, cuidé, adoré y adorné durante varios años de mi niñez). mi padre, el mismo que un día mientras me colocaba emocionada unas uñas postizas que ellos me habían comprado esa tarde, me gritó que si seguía sin hacer mi tarea iba a terminar como una secretaria o una cajera, con el mayor desprecio que la expresión puede implicar. El mismo que cuando me acerqué a pedirle que me explicara cosas de la mecánica de los carros, le dije que quería abrir el carro un día y tomarnos unas horas para que me explicara en qué consistía cada cosa, se rió de mí y me dijo "creo que primero deberías aprender a manejar", pero que nunca fue capaz de enseñarme porque yo podía dañar (por supuesto) su precioso y único carro.

Pararé de contar historias ahora...

Hoy, que decidí tomar este camino terapéutico con la obsidiana que me mueve el piso como un terremoto del que no salgo a menos que me lance a profundizar más, me doy cuenta de que estoy paralizada de miedo porque no creo poder lograr lo que quiero y me merezco. Y es que me creí tanto el cuento de que soy tonta, de que no soy suficiente, de que mi aprendizaje vale menos que un carro nuevo y vale la burla por atreverme a pensar que puedo aprender más o que puedo ser distinta y hacer las cosas a mi manera... Me comí cada uno de los cuentos como una canasta de fresas bañadas en chocolate, y por supuesto que me da mucha bronca la consciencia y comprendo por qué evadía darme cuenta. Es un profundo sentir de rabia e indignación pero, ni siquiera es con mi papá.

Algunxs ahora se preguntarán: "¡¿Y entonces?! ¡¿A quién culpamos?!"

He llegado a entender en este proceso que uno elige a los maestros de vida con quienes quiere aprender a sanar. Mi padre representa a un patriarcado que existe muchos años antes de él y seguirá existiendo seguramente por muchos años más. Mi papá vino a mostrarme del patriarcado lo que yo valgo como mujer; yo y cada una de las mujeres que me rodea, porque estoy segura de que más de una tiene un padre, un tío, un hermano, novio/esposo, jefe, con quien ha vivido procesos similares.

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En definitiva, este miedo que me paraliza ya no me es útil, y mientras termino de zafarlo tengo muchas cosas más que profundizar con mi papá y sus formas de machismo, y sin esperar nada de su parte haré lo que tenga que hacer para transformar lo que haya que transformar dentro de mí, y regresarme mi propio valor. Ahora tengo la posibilidad y la herramienta para cambiar realmente mi creencia, soltar y regresarle a él sus opiniones sobre las mujeres, porque esa no soy yo y ya no me lo creo. Es un proceso de quitarme la costra de la piel para ser auténticamente feliz.

El trabajo real será cuando nos reencontremos y reconozcamos desde nuestras formas una vez más. Por ahora anhelo profundamente que este miedo paralizante se vaya haciendo chiquitito y ya eno estorbe en lo que toca a partir de ahora

Supongo que toca decir: "Continuará..."