Hay que agradecerle al mar
Hay que agradecerle al mar.
El mar con su dualidad nos enseña a soltar y aceptar la nuestra porque la hace más evidente. Su inmensidad te hace sentir pequeño pero al mismo tiempo este sentimiento te empodera, te recarga.
El mar puede ser incómodo por la arena, el frío, el miedo. Está lleno de muchos factores que no podemos controlar. Es por esto que nos hace enfrentarnos ante la aceptación, porque si no aceptas que la arena no va dejar de seguirte a donde quiera que vayas, vas a pasarla mal.
La colisión de dos elementos no es poca cosa. De manera física, la declaración que hacen las olas al romper con la arena es una poesía completa. Pero poco pensamos en la reacción a nivel energético de cuando el mar y la tierra se conjuntan en un mismo espacio.
El mar; sus colores, sus movimientos, su vida hablan un lenguaje distinto a los de la tierra y en esta orilla se comunican. Al estar parado en la playa puedes sentirte parte de esa comunicación y si escuchas con detenimiento el silencio de la inmensidad te lleva a un lugar ancestral dentro de ti que te conecta y te enraíza de nuevo con la energía de la vida.
Definitivamente hay que agradecerle al mar.