Reinos Condenados. Capítulo I: Sangre demanda Sangre

in #novela6 years ago

El sol se esconde detrás de las altas colinas que rodean la ciudad de Scanblord mientras sus restantes rayos penetran en el caudal del manso río vientoscristales, las blancas palomas se esconden entre los árboles para protegerse de los peligros de la cercana noche.
— El enemigo se acerca, estoy seguro— exclamo Tomnerd con preocupación, manteniendo la vista fijada desde la alta ventana de la habitación de su hermano.
— ¡Joder Tom, ya descansa un poco de una maldita vez! —se queja Frank sentado en su amueblado sillón rojo después de beber un buen trago del vino en su copa dorada.
Tomnerd se voltea y mira fijamente a su hermano; un gordo hinchado ahogándose en vino y que no paraba de sudar tras sus vestiduras de terciopelo, parecía un cerdo recién asado, listo para adornar el centro de un banquete real, no era ni la sombra del joven apuesto y atractivo de hace veinte años atrás, antes de que empezase esta maldita guerra contra Wladverlia.
— ¡Entiéndelo de una puta vez Frank, mientras permites que nuestras tropas solo protegen las fronteras, Mordian Valodris todos los días planea como penetrarlas y acabar con nosotros! —Tom se enfada un poco, tratando de hacer ver a su hermano la gravedad del asunto.
— ¡Por los Altos Dioses, Tomnerd! — Se altera Frank, golpeando su copa de vino contra el apoyabrazos de su sillón, derramando unas cuantas gotas— ¡Bien sabes que con la poderosa infantería de los ejércitos de Gryffden pronto recibiremos una victoria aplastantes sobre esos malditos wladverlianos; el fin de esta guerra está cerca hermano!
Tom nunca pudo notar en que momento su hermano paso de ser el más valeroso caballero de Indrasil a ser un gordo cobarde confianzudo; después de la muerte de Aladia, su padre, el Rey Lother Valodris le había declarado la Guerra de la Venganza al imperio de Indrasil, el anciano murió solo dos años después siendo sucedido por su hijo Mordian quien demostró tener mayor sed por la sangre de los Heldenmin; cuando ya la guerra se le escapaba de las manos Frank se casó con Elaysse Gryffden, la hermosa hija del duque de Ordonbux, Roynser Gryffden, de quien siempre se ha dicho posee el más ágil y fuerte ejército en todo el verdoso y majestuoso reino de Berdania, y quizás de todo Valdian; aquella decisión fue una de las más estúpidas que ha tomado en su desgraciada vida.
El cielo se inunda en completa oscuridad siendo solo iluminado por las dos lunas que se escondían tras un mar nubes grises; el cantar de los búhos y los cuervos retumban en el siniestro bosque de los gritos acompañado de unos cuantos galopes de siete caballos negros entre la espesa maleza.
—Estamos cerca, sigan andado — Susurra Sir Howreed Terrynd; un hombre de avanzada edad pero con la suficiente fuerza para cortar los cuellos de tres hombres de un solo tajo con su inseparable espada Lobo Gris; no dejan de mortificarlo los continuos cuerpos desmembrados encontrados en las cercanías de los campos verdosos y en las orillas de vientoscristales; los ataques de los salvajes lobizones aumentan cada día más convirtiéndose en una amenaza cada vez mayor; en ese instante un sombría voz le habla a su derecha:
—Esto es un grave error, Sir Terrynd — Un joven de cabellos negros y tan oscuros como la misma noche, ojos de un azul celeste penetrante y su piel sumamente pálida; se trata del joven Sirius Wolf; Howreed voltea a ver su rostro y recuerda claramente el día en que lo conoció; una noche en gran parte similar a esta.

Habían transcurrido casi un año desde que la guerra comenzó, Howreed acompañaba a Frank a las afueras del Palacio de Werdarl, según aseguraba un informante, unos lobizones había atacado a una patrulla de soldados a la altura de los campos verdosos, a unos pocos kilómetros del bosque de los gritos. Ambos montaron en sus caballos y partieron acompañados de la guardia de hierro; Frank se encontraba furioso, había perdido las dos últimas batallas contra Wladverlia lo que significaba grandes bajas para su ejército por lo que no le vendría mal saciar su cólera liquidando un par de bestias. A medida que se acercaban a los campos los gritos de agonía y un fuerte hedor a carne quemada eran fácilmente percibidos; un gran número de soldados se encontraban tendidos sobre la maleza, muchos con los intestinos brotando de su abdomen a duras penas aún con vida; los altos sacerdotes y los hijos del silencio estaban presentes para rogarle a Mandrer, el dios de la muerte, que le permita a las almas de tan nobles hombres entrar en sus solemnes campos de descanso eterno, los cadáveres de los lobizones eran amontonados e incinerados y los sobrevivientes eran llevados entre cadenas a los calabozos del Palacio real como de costumbre. En ese instante un soldado se acercó corriendo a Frank y a Howreed; su rostro reflejaba preocupación y su armadura estaba manchada de sangre:
—Su Majestad. — Dice el joven entre suspiros mientras se arrodilla ante el Emperador.
—Dime muchacho, ¿qué ha sucedido?— Frank tiene una voz seria y un tanto ronca, a pesar del grotesco escenario conformado por pilas de cadáveres a su alrededor no entiende que es lo que acaba de suceder con exactitud.
—Su Majestad, yo y varios hombres nos encontrábamos patrullando a los alrededores de las altas colinas como usted bien lo había ordenado, pero después de un tiempo observamos como un enorme número de esos hombres bestias salían de entre los grandes árboles del bosque de los gritos y armados con filosas armas hechas de piedra se dirigían hacia nosotros; nos preparamos para el inminente ataque pero aunque dejamos todo en la batalla no pudimos evitar que muchos de los nuestros perdieran la vida; los sentimos mucho su Majestad.
—Tranquilo muchacho, vuelve con el grupo y ayuda a los heridos— Dijo Frank mientras su atención empezaba a fijarse en unos molestos ruidos parecidos al acero al rozar que provenían detrás de unos árboles ubicados a unos pocos metros; un tanto confuso Howreed sigue a Frank que acaba de animar a su marcha, a medida que avanzaban también se pudo percibir unos cuantos gritos y rugidos, finalmente después de atravesar unas cuantas ramas y arbustos Frank se encontró con una muy curiosa escena.
Unos cinco soldados con sus espadas en mano y maldiciones en sus bocas rodeaban a un hembra lobizón la cual tenía a sus pies el cadáver de uno de ellos con el pecho desgarrado y un charco de sangre a su alrededor, la fiera hembra no dejaba de rugirles dejando al descubierto sus colmillos llenos de sangre y pedazos de carne humana que descendían de su boca, vestía lo que parecía ser abrigadoras pieles de lobo y tenía una muy larga cresta como cabello lo que hacía su aspecto aún más atemorizante siendo solo iluminada por las antorchas que cargaban dos soldados en sus manos; al notar la presencia de su gobernante los soldados dan unos pocos pasos hacia atrás en total silencio mientras Frank desenfunda su espada acercándose a la hembra lobizón, Howreed mantiene la compostura a pesar de tener una invasión de nervios por el peligro al que se somete su Emperador.
Heldenmin se detiene frente a la salvaje que empieza a rugirle con más fuerza y arañando el cuello de su víctima, casi sin pensarlo dos veces Frank levanta su espada Fuego Asesino y con un ágil movimiento abre su garganta al momento que libera un grito de ira. Los rugidos cesaron en ese momento, la hembra cayó sobre el cadáver del soldado al tiempo que un río de sangre emanaba de su cuello y boca; hubo un minuto de silencio antes de que Frank diese la orden de quemar los cuerpos, en el preciso instante en que todos se disponían a volver un ligero llanto detrás de unos arbustos cercanos llamo su atención, algo curioso y con su mano en la vaina de su espada Frank se acerca de manera sosegada haciendo oídos sordos a las palabras susurrantes de Howreed de alejarse del lugar.
Después de apartar los arbustos Heldenmin se encontró con una impresionante escena, iluminado por unos resplandecientes rayos lunares sobre unas ramas entre la maleza y manchando de sangre fresca yacía un bebé lobizón; antes de que Frank pudiese darse cuenta de que la salvaje era su madre protegiéndolo un soldado se acercó a su lado y al ver la pequeña cría le apunto con su ballesta dispuesto a disparar de inmediato, de no haber sido por la veraz y firme orden de Heldenmin de alejarse de la pequeña cría la historia hubiese sido muy distinta; Howreed se había quedado paralizado viendo como Frank se acerca al peligro tomando al bebé que no paraba de chillar entre sus brazos y recostarlo sobre su acobijado y cálido hombro, al tiempo que parecía estar acunándolo diciéndole a su pequeño oído unas palabras casi mudas que nadie pudo oír pero que consiguieron que el bebé se tranquilizara y se durmiera en los brazos del hombre más poderoso de Valdian; aquella escena dejo catatónico a los presentes que no podían creer lo que acaba de suceder y muchos se estrujaron los ojos.
Aquel pequeño lobizón fue llevado al palacio y criado como un hijo por Frank, quien parecía quererlo aún más que a sus dos hijos con Lady Elaysse, Saira y Froyd Heldenmin. El chico creció teniendo todas las comodidades de un noble pero nunca pudo abandonar su verdadera naturaleza salvaje, llegando a desgarrarle la nariz de un guardia que trato de reprenderle cuando tenía siete años, a pesar de semejante comportamiento Frank rara vez lo regañaba o castigaba, quizás lo veía como el primogénito que el mismo asesino hace años, ese pequeño lobizón más tarde sería llamado Sirius Wolf.
Adentrándose cada vez más en la desconocida y siniestra zona boscosa donde el aire inhalado se volvía humo los caballos se detuvieron sin previo aviso negándose a avanzar, cada uno de los hombres con armaduras y capas negras se miraron las caras por unos momentos en completo silencio, sabían que el peligro estaba cerca y debían estar preparados, muchos empezaban a poner sus manos temblorosas en sus espadas a la espera de lo peor.
Sirius cae de su caballo después de que una piedra le golpeara fuertemente la frente casi perdiendo el conocimiento, a pesar de que la sangre que emanaba de su frente le nublaba la visión pudo observar como sus compañeros se enfrentaban a unos salvajes lobizones que habían aparecido de entre los arbustos alrededor; en medio de los gritos y rugidos Sirius trataba de arrastrarse para alcanzar su espada que había caído a unos pocos metros de su izquierda; Sir Howreed abría el abdomen de los salvajes quienes en vano luchaban por sostener sus intestinos entre sus manos antes de que Lobo Gris apartara sus cabezas de sus hombros de un solo tajo. Justo cuando estiraba su mano para tomar su espada, Sirius es tomado del cuello por un lobizón que lo golpea contra el tronco de un árbol cercano y empieza a propinarle varios golpes en el rostro como si tratase de abrirle el cráneo a través de su herida, en medio de la golpiza y al borde del desmallo Sirius estiro su mano para arrancar una rama del árbol y lleno ira la atraviesa el cerebro a través del ojo de la bestia quien muere al instante dejando caer de rodillas a Sirius quien con sus pocas fuerzas toma su espada y levanta la mirada para observar la terrible escena; todos sus compañeros se encontraban vil mente desmembrados en la gélida maleza manchada con su sangre mientras Howreed se encontraba golpeado y con una herida abierta en su costado tratando de detener el sangrado con su mano.
—Oye chico, ¿te encuentras bien? — pregunta Sir Howreed apenas pudiendo contener el aliento.
—Por lo visto mejor que usted Sir Terrynd— responde Sirius a modo de sarcasmo sin poder evitar soltar una leve carcajada siendo la reacción de Howreed la misma.
—Tenemos que volver al Palacio antes que…— sin poder percibirlo un lobizón ataca a Howreed por detrás tomándolo de los canosos cabellos abriendo su garganta con sus sucias y afiladas garras, la sangre se derramo a borbones por su negra armadura mientras Sir Terrynd soltaba su último suspiro.
—NOOOOOOOOOO!! —totalmente furioso por la muerte de una de las pocas personas que le tenía afecto Sirius levanta su espada y la arroja a la bestia que atraviesa su frente muriendo antes de caer al suelo, aun no conforme y sin poder contener el aire en sus pulmones el chico rápidamente se abalanza sobre el cadáver del lobizón y repetidas veces golpea su rostro, con cada golpe liberando un grito de furia solo deteniéndose cuando abrió su cráneo y sus sesos se habían desparramos por los arbustos.

Mucho más allá al noreste, atravesando el fortificado camino del cristal, un sol renacía del este de las montañas negras bañando de luz la ciudadela de murallas oscuras decoradas con los estandartes de una rosa negra de la prospera y poderosa ciudad de Vladkiria, capital del imponente reino de Wladverlia; los mercaderes preparan sus tiendas y sus mercancías mientras el olor a heces de caballo ya se esparcían por los callejones llenos de mendigos rogando por unas migas de pan. Lejos de tantas desdichas, a varios kilómetros al norte de la ciudad, después de atravesar los hermosos jardines del sol y a los pies de las montañas negras se encontraba la gran fortaleza real de murallas marrones y cuatro torres con tonos oscuros protegida por un sinfín de soldados con capas purpuras y plateadas armaduras; el castillo de Kernnath.
En unos de los tantos balcones del castillo, en la torre lunar, un hombre de al parecer bastante edad, grandes ojos azules y ropas negras de terciopelo, pero nada era más reluciente que su alta corona plateada decorada con diamantes y rubíes; su vista se perdía en el horizonte casi sin darse de cuenta como una bella mujer de cabellos castaños y finas ropas de lino azules colocaba delicadamente su mano sobre su hombro para llamar su atención.
—Deberías descansar Mordian, no has dormido en días— dice la mujer con un tono de preocupación debido al bienestar de su esposo.
—El enemigo no lo hace Marielys, ¿por debería de hacerlo yo? — responde el Rey de Wladverlia seriamente sin apartar la vista de enfrente, puede que las fuerzas de Indrasil no hayan atacado en mucho tiempo pero para el eso solo significaba que planeaban algo grande para destruirlos.
—Porque siento que cada vez más te alejas de nosotros, de Ray, de Neridan, de Nyaria; incluso de mí, tus hijos y yo te necesitamos Mordian— Marielys coloca sus manos en las mejillas de su amado para que le viera a los ojos.
—Ellos y tú estarán bien, sabes que nunca permitiría que algo les pasara— Mordian coloca sus brazos sobre los de su esposa mirándola con ternura; no cabía duda de que había escogido como esposa a la mujer más hermosa de todo el reino, a pesar del tiempo pareciese como si los años no hubiesen pasado por ella, quizás era bendecida por la misma diosa Annesly.
—Y por eso enviaste a Nyaria con las santas hijas al monasterio de Dunrryndan? — Marielys llevaba casi un año sin ver su hija menor, desde que Mordian la había enviado con las religiosas por “su protección”.
—Vamos Marielys no empecemos de nuevo, bien sabes que lo hice por su protección.
— ¡Por favor Mordian! Llevo mucho tiempo sin ver a nuestra hija, la necesito a mi lado.
—Ten calma Marielys, muy pronto estará de vuelta con nosotros, ya encontré la clave para finalizar esta guerra.
—Pero; ¿Cómo?
—Ven, acompáñame a un sitio más privado.
Mordian se retira del balcón con su curiosa esposa a sus espaldas, caminando por los largos pasillos de turquesa oscuro iluminados por las altas ventanas a su lado izquierdo, custodiados por varios soldados de la Guardia del Cuervo. Al final llegaron a la espaciosa sala del trono, las paredes de verde olivo con pocas ventanas y altas columnas negras con grabados de búhos y basiliscos en plata eran admirables a cualquier ojo humano; en medio de ellos estaban los oscuros peldaños que llevaban al gran trono hecho con madera de fuertes robles traídos desde la ciudad de Wittlergland.
—Ahora escúchame Marielys, recuerda que había comprometido a Ray con la princesa Valeryn Barvyeron de Anverlia— Pregunta Mordian mientras cruza las manos con su esposa.
—Por supuesto, pero, ¿eso que tiene que ver?
—He enviado a mi hombre de confianza, ya sabes, Viktor Arganev, a buscarla para llevar a cabo el desposorio.
—Me parece perfecto, ¿pero en que nos ayuda en la guerra?
—Es muy sencillo Marielys; con el ágil y sagaz ejército dorado del rey Fedrik de nuestro lado finalmente acabaremos con las escorias de los Heldenmin de una maldita vez.
— ¿Acaso quieres decir que utilizaras el matrimonio de Ray para tu conveniencia? — Marielys está un poco decepcionada, creía que de verdad su esposo buscaba la felicidad de su hijo pero lo único que le importa es liquidar a los asesinos de su hermana hace tantos años.
—No es solo eso Marielys; no falta mucho para que abandone este mundo y mis únicas esperanzas están depositadas en Raymond, sé que Wladverlia estará en buenas manos cuando llegue a ser rey.
—No olvides que tienes otro hijo Mordian.
—Por favor Marielys; no es por negar a Neridan pero seamos sinceros, el chico se la pasa todo el día en su biblioteca, a veces creo que prefiere llevarse un libro a la cama que a una mujer.
—Es un chico especial Mordian, entiende eso.
—No necesito a un sabio como hijo, necesito a un guerrero; aun así no pierdo las esperanzas de que el muchacho siente cabeza y aprenda a utilizar una espada.
Mordian da media vuelta para subir los peldaños que llevan a su trono cuando Marielys lo detiene tomándolo de los antebrazos y dándole un tierno beso que se prolonga por unos cortos segundos.
—Te lo ruego Mordian; sé que para ti es difícil pero tienes que olvidar todo esto de la venganza, ya han pasado veinte años terribles, y no solo para nosotros sino también para nuestro pueblo que cada día mueren de hambre.
— ¡No Marielys! ¿Me pides que olvide lo que esos desgraciados le hicieron a mi hermana? ¡La humillaron, la golpearon y la quemaron viva como si fuese una vil ramera! —Mordian se altera, nunca desistiría de sus intenciones hasta derramar la sangre de cada Heldenmin sobre Valdian; ese fue su principal objetivo cuando fue coronado rey tras la muerte de su padre y desde entonces no ha cedido a descanso alguno
— ¡Mordian, por favor, trata de calmarte!
— ¡Como mierdas quieres que me calme; Frank Heldenmin se cree intocable solo por ser el maldito Emperador de Indrasil, pero no me detendré hasta que él y todos los suyos sufran una tortura peor, tanto que imploraran la muerte, es lo mínimo que merecen por lo que hicieron con Aladia… sangre demanda sangre!