Duelo de padres especiales

Mi hijo a los 8 años de edad fue evaluado por un excelente amigo, el Lcdo. Rubén Abad (psicólogo), de acuerdo a detalles observados de inmadurez no acordes a su edad, lo remitió con una especialista "Neuropsicopedagoga", quien efectuó el diagnóstico Síndrome de Asperger, sentí una mano inmensa en mi pecho que me golpeó contra el espaldar del asiento, con unas ganas inmensas de derramar una cascada de llanto. Sin embargo, solo brotó una gota de mi desconsolada mirada, sin poder expresar una palabra.

Así mismo, asumí su condición porque siempre noté que él (mi hijo) actuaba de manera diferente y preguntaba a otras madres que tenían varios hijos, si alguno presentaba comportamientos atípicos, en comparación a ellas mismas en su etapa infantil o a otros niños.

En mi duelo, hablando con mi yo interior, me preguntaba apoyándome siempre en Dios (son preguntas retóricas):
¿Por qué a mí?
¿Qué debo hacer?
¿Cómo puedo ayudarlo?

Sentí que se acortaba mi vida. Debía ayudar a mi hijo a que fuera independiente a la brevedad posible para que él pudiera estar bien, y yo partir en algún momento de esta vida en paz. Ignoramos cuánto viviremos, tan solo lo sabe Dios.

Seguidamente, después de un tiempo considerable, cuando mis lágrimas se agotaron, comencé a conversar con familiares y amigos sobre lo que me estaba sucediendo.