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Aunque en ésta ocasión no me detuve, pasé muy cerca, pues tenía una pequeña cuenta pendiente con Santoña y su Virgen del Puerto, que está a unos seis o siete kilómetros más allá. Pero no hay que olvidar esa función amiga de santuario y por lo tanto, de refugio, tanto de viajeros como de peregrinos, que tenían estas ermitas, por muy viejas y humildes que nos parezcan. Abrazos