Enamórate de mi lado oscuro, porque del que brilla ,Cualquiera se enamora
Qué fácil es amar a una persona por su belleza (interna y externa), cuando su salud es excelente, cuando es prospera, cuando es apasionada, cuando la consideramos digna de confianza y sobre todo cuando es feliz. Eso, todos pueden hacerlo. Pero amar el lado obscuro, comprenderla, aceptarla, ayudarla a superar sus miedos, sus fracasos, sus dudas, sus enfermedades y sus pobrezas, es el verdadero reto que sólo pocos pueden lograr. ¿Es que a caso, en el amor, lo bueno y lo malo no van de la mano? ¿Amar es sólo tener la parte buena de las cosas?
Yo, ¡no lo creo! ¿Y sabes por qué? Porque todos, o al menos, la mayoría, alguna vez en la vida hemos pasado por esos días en que amanecemos tan insoportables, que no nos aguantamos ni nosotros mismos. También hay días en que la tristeza nos abraza y amanecemos con lluvia en los ojos y pequeños derrumbes en el alma. O simplemente, están esos días que yo llamo de “pausa”, en que la apatía se apodera de nosotros y no tenemos ganas ni de levantarnos. Donde levantamos la barbilla y el cielo nos parece tan lejano. O qué tal cuando resurge ese niño interior que dicen por ahí que llevamos dentro, pero nunca dicen que a veces está herido.
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Y todos ellos son momentos en que nos sentimos vulnerables e indefensos, y de alguna manera, tratamos de escapar hasta de nuestros sentimientos, porque no sabemos cómo manejarlos o porque tememos enfrentarnos a nosotros mismos. Y todo eso que sucede en nuestro lado oscuro, no es culpa de nuestra pareja, sino de cada quien. Sin embargo, muchas veces (inconscientemente o sin querer) los lastimamos con nuestras actitudes, obligándolos a reaccionar como un animal herido.
Es verdad que hay ocasiones en que utilizamos nuestra energía de manera muy poco positiva y no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo y cómo nos perciben los demás con nuestras actitudes. Creamos barreras, distancia y muchos problemas.
Quizás estoy un poco loca, pero pienso que nos falta ser más humanos, porque justo desde esa perspectiva, es que nos damos cuenta que cuando nos sentimos vulnerables lo que menos nos gustaría es ser juzgados. Sino más bien todo lo contrario, ponernos por un momento en los zapatos del otro, y ver que son momentos en los que más necesitamos ternura y cuidados para salir de nuestro refugio; esfuerzo para comprender nuestras circunstancias y así nos brinde aliento efectivo que nos permita desarrollar nuestra valentía y sabiduría.
Y es esa precisamente la clave de todo, ese es el secreto de las parejas perdurables: SON EMPÁTICAS. Se protegen uno al otro en los momentos más vulnerables que atraviesan cada uno, se cuidan mutuamente desde el fondo de su corazón. Saben que el amor es un compromiso que se sella en los días de prueba, que a pesar de lo difícil que puede ser amar ese lado obscuro de su pareja, con voluntad se puede resolver. Y es que al igual que el día y la noche van de la mano, en el amor lo bueno y lo no tan bueno, también.
Pero ojo: hay personas que cuando conocemos no muestran esa parte oscura, que por ningún motivo debería ser permisible, aquéllas egoístas, infieles, hirientes, viles, poco amables y malagradecidas y algunos adjetivos calificativos que nos pudiéramos imaginar. Ese tipo de personas no merecen ninguna comprensión y, mucho menos, ser amadas. Es injusto y una gran pérdida de tiempo invertir energías tratando de ser pacientes y amorosos con ellas, porque regularmente, nunca cambian. No hay que confundir ser comprensivos con ser permisivos bajo ninguna de estas circunstancias.
Por eso hoy está tan de moda eso de no querer compromisos y decir desde un principio “primero hay que conocernos bien”, así, si lo que conocemos de nuestra pareja no nos gusta, tenemos la libertad de salir corriendo a la primera. Ese concepto de compromiso moderno nos predispone a una relación poco duradera. Que cuando comiencen a caer las máscaras y cuando las debilidades comiencen a surgir y necesitemos apoyo y respaldo emocional de nuestra pareja, es el momento de salir huyendo. Por lo cual, desde el principio, el pacto es que sólo se van a “amar” en su mejor momento. Lo cual nos lleva a fingir, a no ser auténticos, a interpretar un papel, a ser quienes no somos, a desgastarnos, a dejar de amarnos y a dejar de amar a ese alguien que ama a quien no somos. Y es ahí cuando el amor acaba. Y no debe ser así, el amor autentico ama más en la tormenta, en la oscuridad, en la dificultad, en el apuro, en el peligro, surge mas fuerte cuando más se necesita.
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Y no se trata del pragmatismo que conocemos en este mundo superficial, más bien, se trata de lograr que el amor sea menos desechable, de no tirarlo a la basura al ver que a quien amamos no es tan perfecto. Se trata de almas comprometidas y convencidas para amar, de estar dispuestos a vivir la experiencia del amor como tal y no como simple enamoramiento, en donde vemos sólo lo que queremos ver: la parte más bonita.
Por eso, cuando veas a tu pareja debilitada, herida o temerosa, no cometas el error de dar un paso hacia atrás y abrumarte por su vulnerabilidad, mejor alimenta el amor que le tienes dando un paso hacia delante para abrazarla, calmarla, confortarla y hacerla sentir amada. Esto sí que está en tus manos. Todos merecemos la oportunidad de amar y ser amados tal y como somos, sin necesidad de fingir, de ser lo que no somos en realidad.
En la montaña rusa que es esta vida, en el torbellino de pasiones que es nuestra vida y en el cambiante rumbo de nuestra realidad, el amor debería adaptarse, acoplarse, ajustarse, pero nunca terminar. Por eso…
Si te vas a enamorar, enamórate completamente. De lo bueno y lo malo, sino… Mejor ni te enamores
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