El diablo
¿Quién es el diablo? ¿La clásica figura deformada y terrible de piel roja y cola? ¿El ángel caído? ¿El enemigo sádico de Dios?
Ciertamente lo es, sadismo y maldad, pero no es un ser en sentido literal, es una burda representación que se ha propagado a lo largo de los siglos, una imagen simbólica de mil y una formar, todas terribles, todas moldeadas de acuerdo a los temores e imaginación de su creador.
Pero la verdad es que el diablo no es más que nuestra maldad, capaz de destruir moral y psicológicamente; nuestra sed insaciable de poder y dominio, nuestra avaricia, la codicia por los bienes y personas que no poseemos; la lujuria manifestada a través de loca pasión hacia otro ser, aunque este no nos corresponda, llevando incluso a violentar la dignidad y el pudor de otro ser; nuestros más bajos y malsanos deseos; la satisfacción al ser temido; el placer que sentimos al hacer daño, al derramar sangre, llegando al extremo de quitar una vida; el gozo al despreciar a otros; el ingenio malsano que empleamos para crear, paradójicamente, elementos y armas para destrucción masiva, afectando a toda la humanidad e incluso a nosotros mismos, solo por el afán de ser el más grande, ante los demás el ser con más poder.
Entonces, podemos concluir con toda seguridad, que nosotros somos el diablo.