III Domingo de Pascua
Haz, Señor, que las cosas terrenas no retengan mi corazón y le impidan aspirar al cielo.
La liturgia de hoy nos prepara para la Ascensión de Jesús con las palabras: "un poquito y no me veréis... porque me voy al Padre". Si bien es el discurso para la última Cena para preparanos para Su Pasión, lo presentamos en esta fecha para la Ascención en que Cristo, cumplida su misión, retorna al Padre.
"Un poquito y ya no me veréis; otro poquito y me veréis"; es decir, un poquito, el tiempo de nuestra vida, qué es como nada en comparación con la eternidad, cuando lo veremos.
Por eso el Cristiano tiene una vida distinta a la del mundo. El mundo busca gozarse a toda costa lleno de placeres en el presente sin preocuparse de lo que espera después, ante la imposibilidad de poder esquivar los dolores de la tierra se ahoga en dolores producidos por el placer, por lo que busca el goce a toda costa para evitar el dolor, y es este un círculo vicioso.
Por su parte para el Cristiano, la vida es una renuncia constante, un sacrificio en vista de la felicidad que será en la visión beatífica: "vosotros os afigiréis pero vuestra aflicción se tornará en gozo".