Volver a rotar...
Estando sobre Santiago mi mundo volvía a rotar, me ahorcaba cuando hundía su pene hasta el fondo y una nueva constelación de estrellas se creaba, su manera de verme desbocaba todas las fantasías que tenía dentro, necesitaba reconstruir el mundo con nuestros gemidos.
Sus cachetadas lejos de hacerme regresar me hacían volar, justo cuando me elevaba él me cargaba con una mano mientras con la otra me daba nalgadas, me aferraba a su cuello no por miedo a que me dejase caer, sino por tenerlo más cerca de mí, nos mirábamos disfrutar, no nos debíamos nada pero en esos momentos nos dábamos todo.
Tener la libertad de estar donde y con quien queramos y sin embargo escoger estar con una persona en específico es lo que hace los momentos especiales. Santiago y yo teníamos poco tiempo juntos, pero hay a quienes sientes que conoces desde siempre, sin explicaciones sabes lo que al otro le satisface y estás dispuesto a dárselo porque verlo disfrutar te lleva al clímax.
Mordía y chupaba mi cuello como siempre quise que lo hicieran, sus dedos recorrían mi interior mientras yo gemía en su oído, mi mano apretaba su erección que me chocaba pierna, jalaba mi cabello para verme disfrutar, los gemidos inundaban todo.
Era imposible contabilizar los orgasmos, Santiago buscaba alargar el placer, me frenaba el ritmo para que pudiésemos disfrutar más, me elevaba para ponerle los senos en la cara y que pudiese apretarlos, morderlos, golpearlos...seguramente amanecería adolorida y con marcas, pero solo importa el placer que sentimos, ese que no todos nos pueden dar.
Mi boca inquieta buscaba la suya que se alejaba solo para torturarme, sonreía travieso, lo de nosotros era sexo salvaje de esos con besos que muerden y dejan recuerdos en la piel, el sexo rudo no siempre es rápido, se puede hacer viendo a la otra persona, guardando en la retina sus facciones, jugando a ver cuál de los dos aguanta más las ganas de sentirse.
Me aleje de él y lo tumbe en el piso, los labios mojados de mi vagina cubrían su pene, me movía como si estuviese dentro de mí pero le negaba el paso, ansioso me daba nalgadas, apretaba mi cintura, buscaba rasguñar mi espalda, me acerque a su boca y le mordí el labio hasta hacerlo sangrar, aprovechó el momento para pellizcar mi clítoris y cogerme con fuerza dejándome sin aliento.
Caer derrotada en su pecho era lo mejor que me podía pasar, abrazados y entre besos nos comíamos los gemidos, su respiración me aviso que ya no aguantaba, logré bajarme para meterme su pene en boca y tragarme toda su leche. Nos sonreíamos cansados, satisfechos, felices.
El mundo para rotar no necesita explicaciones ni razones, las pasiones son similares, buscarles la lógica es un absurdo. Afuera llovía, el tráfico era un caos, pero nosotros estábamos donde queríamos estar.