NO MALDECIR SI OTRO TE LO PIDE

in #spanisch7 years ago

Buenas Noches

Como ya les había comentado pertenezco a la Iglesia Catolica; al Camino Neocatecumenal

Dentro del Camino Neocatecumenal existe un canto extraído de Números 23,7-24 denominado BALAAM el cual acorde a lo que expresa en el cantoral ire comentando; y a su vez llevando a la actualidad

Antes de empezar a cantar dicho canto hay que conocer quién es Baláam

El mismo es un adivino de las márgenes del Éufrates. Aunque en muchos pasajes aparece reconociendo al Señor como su Dios el cual lo indica en (Num 22, 18), la tradición judía y cristiana lo han presentado como un malvado que, además de su codicia desenfrenada (2 Pe 2, 15; Judas 11), enseñaba a Balac la manera de hacer caer a los hijos de Israel, incitándolos «a comer carnes inmoladas a los ídolos, y a fornicar» (Ap 2, 14; Num 31, 16); estos textos aluden a Números 25, 1-18. Es decir lo invitada o insitaba a cometer el mas perverso pecado; a incumplir las normas establecidas por Dios

Según una tradición Baláam se volvió a su tierra inmediatamente después de proferir sus oráculos; según lo que indica (Num 31, 8) fue pasado a filo de espada por los israelitas.
Baláam pronunció cuatro oráculos (desde cuatro montes diferentes); y recordemos que no pueden ser pronunciados más que por algunos dioses

De esos oráculos, tres de ellos son recogidos en este canto.

Estamos en tiempos de guerra entre Israel y Amalec, cuyo rey en ese momento es Balac. Aunque esto es un canto basado a un texto bíblico; no pierde vigencia su contenido; ya que existen aún en la actualidad países que están en guerra; tanto por lucha de ideologías religiosas como por ideologías políticas

Moab le pide a Baláam que se desplace con ellos a Moab para maldecir al pueblo de
Israel, ya que, según creía Balac, es bendito el pueblo que Baláan bendiga y maldito el que maldiga.

Éste sorprendido le dice «De Aram me ha hecho venir, Balaq, el rey de Moab, desde los montes de Oriente:
“Ven y maldice a Jacob; ven y profetiza contra Israel”.»

Y es aquí donde se describen los tres oráculos mencionados

En el primer oráculo Baláam declara que no puede maldecir a un pueblo, sencillamente porque Dios no quiere.

Y es importante ésta actitud de Baláan; ya que el ser humano no puede hacer mal a otro simplemente porque otro se lo pida que lo haga; el ser humano se deja influenciar para hacer el mal; muy diferente cuando le haces bien a alguien porque otro te sugiere que lo hagas

El destino del Pueblo elegido está en manos de Dios y de nadie más. Nadie puede maldecir al Pueblo que Él ha elegido como pueblo de su propiedad entre todos los pueblos.

«¿Cómo maldeciré, si Dios no quiere? ¿Cómo profetizaré, si Dios no me deja?
De lo alto de esta cima yo diviso, desde lo alto de esta roca yo contemplo:
éste es un pueblo distinto a todas las naciones...»

Entonces No contento Balac, reclama y propone a Baláam maldecir al pueblo desde otra montaña

«¿Pero qué es lo que estás haciendo? ¡Tú lo estás bendiciendo!
Ven, quizá desde otra parte Dios lo quiera maldecir.»

Entonces Baláam pronuncia el segundo oráculo en el cual Dios ratifica que no es como los hombres, que su palabra y su elección sobre Israel es irrevocable, perpetua.

«Escucha, hijo de Sippor, pon el oído rey Balaq. Que Dios no es un hombre que dice y se arrepiente.»

Significativo éste oráculo; Dios no promete cosas en vano; y nos invita a guardar la esperanza

Balac viendo que el profeta bendecía por segunda vez a Israel en lugar de maldecirlo, le echó de su presencia

Entonces Baláam pronuncia su tercer oráculo, el más importante:

«Una estrella surge de Jacob, se oyen aclamaciones por su Rey.
Dios es su Padre...»

Esta “profecía”, aunque se refiera directamente a Saúl y a David en la lucha contra los amalecitas, evoca al mismo tiempo al futuro Mesías:

“Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel...

La estrella que surge de Jacob es una promesa del Mesías, que Dios habría de enviar como Luz del mundo.

Relacionando a Balaam con los Reyes Magos, escribe:

«Aquel profetizó que Cristo vendría; estos lo vieron con los ojos de la fe». Y añade una observación importante: «Todos vieron la estrella, pero no todos comprendieron su sentido. Del mismo modo, nuestro Señor y Salvador nació para
todos, pero no todos lo acogieron».

La promesa de Dios, su bendición especial en favor de la descendencia de Abraham, destinada a extenderse a todos los pueblos de la tierra, se cumple definitivamente en Cristo.

Este plan divino se sigue realizando todavía hoy, para quienes acojan a Cristo en su vida. Él vino a establecer la alianza Nueva y Eterna: él mismo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el Sacramento de la fidelidad de Dios a su plan de salvación para la humanidad entera, para todos nosotros.
«Con Jesucristo la bendición de Abraham se extendió a todos los pueblos, a la Iglesia universal

Como nuevo Israel que acoge en su seno a la humanidad entera.»

La parte final del tercer oráculo contiene unas misteriosas palabras que podrían parecer insignificantes, pero no lo son:

«Se acuesta como león, se echa como leona, nadie lo hará levantar.»

Este texto Jacob bendice a su hijo Judá diciendo:

«A ti Judá, te alaben tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos: ¡inclínense ante ti los hijos de tu padre! Cachorro de león, Judá; de la caza, hijo mío, vuelves; se agacha, se echa cual león o cual leona, ¿quién le va a desafiar? No se irá cetro de mano de Judá, bastón de entre sus piernas, hasta que venga el que le pertenece, y al que harán homenaje los pueblos. El que ata a la vid su borrico y a la cepa el pollino de su asna; el que lava en vino su túnica y en sangre de uvas su sayo; el de ojos rubicundos por el vino, y blanquean sus dientes más que leche.»

Se trata de un oráculo mesiánico, referido claramente a Cristo. No es necesario forzar el texto, para leer en este pasaje todo lo que ha sucedido desde el Domingo de Ramos, hasta el día de la Resurrección.

«¿Quién es digno de abrir el libro y soltar sus sellos?... Nadie era capaz, ni en el cielo ni en la tierra ni bajo tierra, de abrir el libro ni de leerlo. Pero uno de los ancianos me dice: “No llores; mira, ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David; él podrá abrir el libro y sus siete sellos.»

El canto de Baláam, pronunciado hace miles de años, en medio del combate de Israel con Amalec, es pronunciado también hoy, en medio de nuestro combate contra el enemigo (el demonio, el pecado que habita en nosotros). Es pronunciado como una promesa y como una esperanza de que Dios ha enviado a su Hijo como Cordero, inmolado para salvación del pueblo elegido y de todos los que, por gracia, quieran entrar a formar parte del Nuevo Israel.

Cristo, muerto y resucitado, lleva las huellas de su suplicio, pero está de pie, triunfante, vencedor de la muerte, y por esto está asociado a Dios como dueño de toda la humanidad. «El Mesías, León para vencer, se hizo Cordero para sufrir»

Cristo, por su muerte y resurrección ha preparado, para los que creen en él, una morada eterna en el cielo. Por eso podemos decir, pensando en la VIDA ETERNA que Cristo resucitado nos ha obtenido:

¡Qué bellas son, las tiendas de Israel!

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