Cartas a mi musa 4.
En esta carta en particular deseo hablar un poco sobre el elogio. En la mañana de este sábado, tuve el atrevimiento genuino de elogiar su belleza. Comenté más o menos lo siguiente: “se ve gentilmente hermosa”. En esta carta seguiré, en cierto modo, el mismo camino. No será difícil realizar ese trayecto, sobre todo porque su mirada ilumina esa ruta epistolar.
Precisamente de eso voy a hablar (más bien escribir); sobre algo que pocos meses después de haberla conocido, me gustó (y aprecio mucho), su mirada. Seguro usted sabe que tiene una hermosa mirada. Todos los días la ve frente a su espejo. Yo, por aquellos tiempos, aunque muy poco la trataba, quedé iluminado por dicha mirada. Es muy genuina y transparente.
A veces me pregunto si también me agradan sus ojos. Reconozco que no me detengo a meditar sobre ello. Al fin y al cabo, me encuentro muy embelesado con el efecto que continuamente me produjo su, eso sí, fugaz mirada. Todos estos años los he atesorado mucho en mi mente, corazón y espíritu. Me guardé su mirada mas no me atreví con sus ojos.
Créame algo, existe una sutil línea entre lo que es la belleza de una mirada y la hermosura de unos ojos. En los ojos encontramos, según dicen las lecciones de anatomía, algo que le llaman pupilas. No le puse mucha atención a las suyas. Es obvio, si lo hubiera intentado, su mirada instintivamente hubiera resultado esquiva, es muy normal.
Sabe usted, algo que me llama mucho la atención de los ojos, es que en las pupilas podemos encontrar una acción de dilatación. Cuando descubrí eso, se me vino a la mente que cuando dos personas están frente a frente, mirándose a los ojos, las pupilas se dilatan. ¿Cuál es la trascendencia de todo esto? Me sirve como preámbulo a lo que a continuación le escribo.
En algunas ocasiones (como novelista desarrollo un fuerte vínculo con la imaginación y/o ficción), visualizo una imagen en la que de manera osada me planto frente a usted y le miro fijamente a sus ojos. Sus pupilas me deleitan. Mis pupilas me delatan. Sus pupilas proyectan luz en su mirada. Mis pupilas se embelesan ante ese sutil paisaje.
Un poco me conocerá en estas cartas. Sepa que no he cambiado mucho en estos años. Bueno. Soy un poco más viejo, aunque a mí me gusta afirmar que soy, más sabio. Sin embargo, poco he cambiado. Aún tengo, por ejemplo, el extraño hábito de que se me enfríe el café; sea porque estoy leyendo, escribiendo o conversando. Son aspectos muy arraigados.
Me despido en esta carta orando porque sea feliz y agradeciéndole eternamente a la vida haberme dado la oportunidad de conocerle. Viva intensamente, se lo pido. A sus pies.
Magnifico post, el amor tambien entra por los ojos, y esto entonces no quiere decir que sea superficial, la dilatación viene del alma
Esa era la idea central del escrito. Gracias por leer y comentar.
valla ya tardaba que no leía algo así de genial
Muchas gracias por su comentario, en verdad lo agradezco. Saludos.
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