Una Cita Inesperada ~ Intervención: Una divertida y problemática segunda oportunidad (Novela) [2/26]

in #spanish7 years ago (edited)

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Salí del baño sujetándome el brazo, hice una mueca de disgusto cuando vi que mis dedos se habían manchado de sangre, sólo yo podía caerme mientras me cepillaba los dientes y cortarme, aún no sé cómo, con el borde del retrete; es que si no era posible... yo encontraba una manera de que lo fuera, ni siquiera sabía cómo me había resbalado en un principio.

Fui hasta mi cómoda y abrí la gaveta de Primeros Auxilios, sí, porque personas como yo deben tener material de primeros auxilios siempre a la mano, yo particularmente tenía un kit en mi habitación y por supuesto en mi bolso también, para tenerlo siempre a la mano, las estadísticas demostraban que yo, el imán de desastres, debía estar preparada todo el tiempo. Tomé una gasa y me di a la tarea de limpiar la herida.

Quién iba a pensar que los retretes podían llegar a ser tan peligrosos - pensé mientras seguía limpiándome, sin hacer ni una expresión de dolor.

Es que después de haber sobrevivido a tantas caídas y golpes, me había acostumbrado al dolor, no importaba dónde o cómo cayera... O con qué me golpeara... Simplemente a esas alturas de mi vida ya era inmune al dolor.

Luego de ponerme la pijama, caminé hacia el interruptor, era tarde y tenía que dormir temprano, pues al día siguiente iniciarían las clases así que debía procurar dormir bien esa noche. Era mi segundo año en la Universidad de Murdoch y estaba algo nerviosa, el estómago se me retorcía con esa sensación de ansiedad tan familiar para mí.

Y digo para mí porque aunque es normal para cualquier persona sentir nervios al comenzar clases... Mi caso era un poco distinto, no era por aberración a los estudios ya que aunque no me consideraba a mí misma una estudiante sobresaliente, sí me gustaba ver clases, mis calificaciones estaban apenas un poco por encima de la media, pero nunca me veía en muchos aprietos en ese ámbito.

El motivo de mis nervios se debía a que la universidad representaba un constante recordatorio de que para el mundo, yo, Sabrina Spencer, era un muy minúsculo, insignificante y prácticamente invisible cero a la izquierda. No tenía amigos, no era capaz de ganármelos, no sobresalía en clases y la única vez que llamé la atención de todos en el aula fue el año anterior cuando casi apuñalo al profesor de Diseño en plena clase.

Esa era una historia un tanto vergonzosa, porque de alguna forma, que aún escapa de mi entendimiento, caí sobre la mesa donde mi compañera y yo teníamos nuestros materiales de trabajo, la mesa se volteó hasta caer al suelo y en medio de todo eso... lo que había sobre ella salió disparado en dirección al profesor, que al ver mi caída se había acercado un poco para ayudarme.

El pobre hombre fue golpeado por esa lluvia de cosas y su pómulo quedó marcado con el corte de un compás que se había estrellado en su rostro, el profesor empezó a sangrar y todo el salón se quedó en incrédulo silencio; transcurrieron unos incómodos segundos hasta que sentí la mirada de todos sobre mí mientras me ponía de pie... No es la clase a atención que alguien busca despertar, sin lugar a duda yo no la quería.

Sin embargo a pesar de todo eso, extrañamente yo tampoco era víctima de burlas o ataques como podría esperarse de alguien tan torpe, ese tipo de cosas no me ocurrían tampoco, por supuesto que cuando me ocurría algún incidente cómo el de la clase de diseño todos se reían y hablaban de eso durante unos días, pero jamás me decían o hacían algo directamente, nunca sentía murmullos cuando pasaba por los pasillos y nunca nadie hacía chistes a mi costa.

Yo simplemente no era importante, no tenía ningún papel en la obra, sólo ocupada un asiento en el salón, y por todo esto mi día a día en la universidad no era nada digno de admirar, y era algo que tendía a deprimirme, pues aunque a esas alturas de mi vida ya me había acostumbrado a estar sola, muchas veces me encontraba sintiéndome realmente... sola, y esa era una sensación poco placentera.

Llevaba ya nueve años viviendo en Perth, me mudé con mis abuelos paternos a los doce años unos meses después de la muerte de mis padres y nunca pisé Londres nuevamente, me crié con dos ancianos que rara vez hablaban o se mostraban afecto entre sí ni me lo mostraban a mí, nunca me maltrataron pero tampoco puedo decir que fue un hogar amoroso.

Así que ser callada y taciturna se volvió parte esencial de mí, lo cual no me ayudó a hacer amigos en la escuela, donde era no sólo la chica nueva sino la extranjera. Fui una niña muy retraída y continué siéndolo de adolescente, y aunque llegué a tener compañeros regulares por cuestiones de estudio, esos lazos se rompieron en el instante en que nos graduamos.

Ahora era una adulta solitaria que vivía sola en un pequeño departamento en una remota ciudad de Australia, prácticamente en los confines del mundo, lo cierto es que tenía cierto encanto poético si se quiere; y aunque ya había asumido mi realidad desde hacía muchos años... De vez en cuando estos eventos, como el inicio de clases, que deberían representar emoción, alegría o algún tipo de excitación, no representaban más que el incómodo recordatorio de que en muchos sentidos me encontraba sola y desamparada en el mundo.

Ya que no tenía familia realmente y aunque durante un tiempo albergué la esperanza de que la universidad representara una nueva etapa en mi vida, eso nunca ocurrió, seguía sola y sin amigos ni nadie a quien le importara.

Con un suspiro de resignación, apagué la luz y cuando me dirigía a la cama, mi pie izquierdo dio contra la esquina de la mesa de noche lanzando una desagradable corriente eléctrica desde mi dedo hasta el mismísimo centro de mi alma. Lancé una maldición al aire y me senté bruscamente en el borde de la cama sosteniendo entre las manos mi pie, balanceándome hacia adelante y hacia atrás, obviamente no era inmune a ese tipo de dolor... Dudo que alguien lo sea.

Tras unos minutos tratando de contener las lágrimas, finalmente me acosté y me repetí por millonésima vez que tenía que comprar una lámpara de mesa.

Una hora y media después, y aún sin un poco de sueño, se me ocurrió que tal vez podía contar ovejas, era una idea que siempre me había parecido tonta pero eran circunstancias extremas y a muchas personas les funcionaba, así que lo hice. Al poco tiempo me aburrí así que me puse a jugar un poco. Ya había contado doscientas ovejas, ochenta conejos y treinta perros cuando empecé a relajarme y a los pocos minutos, sin darme cuenta, me quedé dormida.

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Abrí los ojos y me encontraba en un angosto y oscuro pasillo que daba entrada a una habitación de paredes blancas y piso de madera oscura perfectamente pulido, un majestuoso candelabro de oro y cristales colgaba del techo iluminando el lugar, y su tintineo otorgaba cierta sensación de paz. Habían dos ventanales que daban hacia un prado intensamente verde e interminable en ambas direcciones.

No se veía ni una sola mota de polvo, nada fuera de lugar y todo el lugar olía a vainilla haciendo el ambiente cálido, agradable y sin duda muy lujoso, pero había un bajo y muy desagradable sonido rompiendo la calma del lugar, era repetitivo y molesto, un golpeteo interminable.

Caminé hasta entrar a la habitación y pude ver la fuente de mi irritación, a mi derecha, detrás del único escritorio del salón, estaba una mujer que tecleaba sin parar en la moderna computadora frente a ella, estaba como poseída por el teclado, sus manos se movían tan rápido que imaginé que de un momento a otro la máquina comenzaría a echar humo sobrecargada.

Miré a mi alrededor y me di cuenta que éramos las únicas personas que se encontraban allí, lentamente llegué hasta ella, era anciana y extremadamente blanca, su piel parecía de papel, de papel blanco y arrugado, y dado que vestía un traje negro muy formal y su pelo gris humo estaba recogido en un moño clásico sin un solo cabello fuera de lugar, poseía un aire tenebroso.

Parecía no ser consciente de mí, lo que sea que escribía en su computadora captaba toda su atención, esperé un poco pero siguió sin notar mi presencia, entonces tosí levemente, sus manos se detuvieron en seco sobre el teclado, alzó la vista y posó su penetrante mirada sobre mí. Me miró sin hacer ningún gesto pero provocándome un escalofrío por todo el cuerpo. Antes que pudiera decir una sola palabra alzó un dedo indicándome que no hiciera nada y tomó el teléfono que tenía a su izquierda.

– Señor, la señorita Spencer ya ha llegado – hizo una pausa mientras escuchaba la respuesta al otro lado de la línea para luego asentir – De acuerdo – volvió a mirarme – El señor la está esperando, ya puede entrar – dijo mientras me indicada con la mano en dirección a la puerta central de la habitación, una gran puerta de madera grabada en la que no había reparado hace un rato.

– Gracias – dije un poco desconcertada, y mientras caminaba hacia la puerta no dejaba de pensar.

¿Cómo es que me conoce? ¿Y quién se supone que me está esperando? Este sin duda promete ser un sueño bastante raro

Giré la manija antigua, abrí la puerta y entré.

Del otro lado de la puerta había como una especie de oficina, decorada igual que el salón de afuera sólo que en esta había un gran estante que cubría toda la amplia pared frontal, era de madera muy fina y estaba repleto de libros de cuero negro, todos con un grabado dorado en el lomo, pero no logré leer los escritos. Era una cantidad exorbitante, parecía una especie de biblioteca.

Deben tener como quinientos libros allí pensé mientras cerraba la puerta, entonces el hombre que estaba sentado detrás del gran escritorio, bajó las hojas que estudiaba, me miró y sonrió.

– ¡Sabrina, cariño, por fin llegas! – Exclamó mientras me indicaba que me sentara con un gesto de sus manos – Qué mala costumbre la tuya de dormirte tan tarde ¡Llevo dos horas esperando tu llegada! – me reprendió.

Era un hombre muy alto y gordo, era inmenso en todo sentido, un poco mayor, moreno de cabello y ojos negros, llevaba un traje gris oscuro, una camisa blanca y corbata azul eléctrica, en su cara se podían notar antiguas cicatrices curadas, el hombre en sí no era feo pero sus múltiples cicatrices y arrugas le hacían verse un poco acabado, aunque su simpática expresión le devolvía belleza a su rostro.

En silencio y sin dejar de mirarlo caminé, tan solo dos pasos pero de repente mi pie se enredó con la espesa alfombra negra que cubría la zona central de la oficina y sin poder evitarlo empecé a caer. En un acto reflejo traté de sujetarme de la silla cercana a mí, la que estaba frente al escritorio, pero esta también cayó al suelo conmigo; al caer mis pies dieron con algo sólido a mi espalda y cinco segundos después se escuchó el estallido de lo que parecía ser algo, muy grande debo agregar, de cristal.

Con una mueca de vergüenza cruzando mi rostro me levanté rápidamente y con toda la dignidad con la que pude contar, levanté la silla y me senté en ella mientras me sacudía el pantalón sin emitir sonido alguno, procurando no mirar atrás para saber qué había roto, aunque estaba segura, por lo que oí, que lo que haya sido, estaría hecho polvo y aunque girara no podría saber de qué se trataba.

Una parte de mí divagó sobre estar muy agradecida de que, por ser un sueño, no me vería obligada a pagar lo que había roto, bastaba sólo con estar en la habitación por dos minutos para notar que hasta la pintura que cubría las paredes era costosa. Luego me sentí un poco confundida, por lo general, mis sueños eran "Zona Neutra" para mi torpeza, en ellos yo era como una especie de modelo cuyo caminar era firme y seguro... Era perfecto, no había tropezones, y sin duda no había caídas como esa.

Eso era bastante inusual si se le sumaba el hecho de que aún iba en pijamas, me encontraba en ese lujoso lugar vistiendo nada más y nada menos que una camiseta vieja y un tanto agujerada con mis pantalones desteñidos de animalitos, cerré los ojos y apreté la boca tratando de controlar el rubor que amenazaba con cubrir toda mi cara.

La oficina estuvo en silencio por unos cuantos minutos y al abrir los ojos noté que el hombre de traje miraba en dirección de los, supuse yo, restos de alguna rara y costosa reliquia de cristal, luego llevó la mano al intercomunicador sobre su escritorio.

– Susan, ven un momento por favor – dijo y cruzó los brazos luego de escuchar el "En seguida" como respuesta.

A los pocos segundos la mujer que me recibió entró a la oficina, tuve que girarme para poder verla, llevaba una pequeña pala y una escoba en las manos, él no se lo había pedido pero aún así las llevó, supuse que había escuchado el estallido y sacó sus propias conclusiones... Todo el mundo lo hacía.

Ella miró hacia abajo y de forma inconsciente mis ojos siguieron la misma dirección. Vi, al mismo tiempo que ella, la pila de diminutos trozos de vidrio que se encontraban sobre otra pila aún más grande de... Aún más diminutos trozos de vidrio. Eran en su mayoría transparentes pero se podían ver algunas motas de colores, y había una corona dorada tirada cerca de los restos de cristal y junto a ella estaba lo que quedaba de una mano de vidrio.

¡Vaya! Lo hice polvo pensé impresionada con mi propia torpeza, Susan empezó a negar con la cabeza y giró hacia el hombre que aún mantenía los brazos cruzados.

– Se lo dije, le dije que tenía que esconder todas estas cosas y cubrir el cuarto de espuma si quería traer a Spencer hasta acá ¡Esta niña es una amenaza universal! pero nooo, usted dijo que poniendo una alfombra no tendría cómo resbalarse... ¡Claro! con lo que no contaba era con que Miss Torpeza Andante no supiera caminar sobre alfombra – dijo en tono burlón pero enojado al mismo tiempo.

– Por lo menos no se cortó y manchó todo de sangre, eso se lo reconozco – dijo mientras recogía los cristales rotos.

Él suspiró, cerró los ojos y bajó la cabeza, yo me puse roja como un tomate y recé, como hacía cada vez que me pasaba este tipo de cosas, o sea... Siempre, que me tragara la tierra. Me incorporé de un salto cuando unos segundos después sentí cerrarse la puerta a mi espalda y sólo entonces tuve valor para subir la cabeza y recibir mi regaño.

El hombre me miraba con una mueca en la boca mientras negaba con desaprobación y entornaba los ojos. Levantó un dedo y me señaló repetidamente.

– A pesar de todo... Me encantan las personas como tú, ustedes hacen mi trabajo mucho más sencillo – dijo sonriendo con un toque irónico, como si se estuviera riendo de un chiste privado, superando la vergüenza, me quedé extrañada por el comentario y sin poder evitarlo pregunte:

– ¿A qué se refiere? – pregunté, él se encogió de hombros y se recostó un poco más en su silla, lo pensó un instante y luego levantó sus manos mientras se disponía a darme su explicación.

– Bueno... Verás, para hacer mi trabajo como se debe hay mucho que tomar en cuenta Sabrina, los detalles lo son todo, no pueden quedar cabos sueltos, debo colocar a las personas en el lugar y momento correcto, procurar que nadie modifique o interfiera con el plan original, distraer al conductor el tiempo suficiente, asegurarme que los frenos del bus no funcionen y colocar la piedra en la posición precisa para que determinada persona tropiece con ella y caiga a la calle justo en el instante indicado para que el vehículo se lo lleve por delante – abrió más los ojos y agitó las manos en el aire.

– > Todo y todos deben estar perfectamente sincronizados... Son muchos detalles, si algo no sale bien, debo comenzar desde el principio, pero con personas como tú es mucho más fácil, porque no hay necesidad de tantos planes, no hacen falta piedras en el camino ni frenos defectuosos, ni siquiera tengo que empujarlos a la calle, ustedes simplemente... – tardó un poco buscando las palabras – Ustedes simplemente se arrojan contra el bus, es maravilloso lo fácil que es trabajar con ustedes – agregó sonriendo.

Yo estaba más que perpleja por lo que acababa de decir. Trataba de analizar sus palabras y darles sentido pero todo era muy perturbador y al cabo de cinco minutos de pensarlo, sólo pude establecer una teoría, una espeluznante teoría.

– Intenta decirme que usted... se dedica a... ¿matar personas? – dije con dificultad y un gesto de horror en el rostro, él sonrió ligeramente y asintió mientras se encogía de hombros.

– Personas, animales, incluso seres sobrenaturales... Me encargo de todo aquel al que le llegó la hora – me respondió encogiéndose de hombros nuevamente, y no sé cómo fue posible pero mis ojos se abrieron mucho más que antes, él me miró entrecerrando los ojos y ladeando un poco la cabeza. – ¿Sabes quién soy Sabrina? – cuando me vio negar se levantó, rodeo el escritorio y se paró frente a mí apoyándose del borde del escritorio – Yo querida niña, soy La Muerte – dijo abriendo los brazos y bajando la cabeza a modo de presentación.

Al oírlo dejé escapar un jadeo de sorpresa tan brusco y rápido que terminé ahogándome y empecé a toser bruscamente, me llevé una mano a la garganta y la otra a la boca, él empezó a reír.

– ¿Ves a lo que me refiero? – dijo señalándome con la mano abierta – Muy sencillo, ni siquiera tuve que atorar un maní en tu garganta, sólo debo sentarme aquí y ver cómo te ahogas con tu propia saliva.

– ¿La Muerte? – pregunté cuando me repuse al cabo de unos segundos, sin poder creer lo que oía, él asintió.

– También me conocen como La Parca, Anubis, Azrael... Incluso en algunas culturas me llaman "La Pelona" – dijo con aire teatral, seguido de un gesto de reproche – ¡Qué falta de respeto! Y de paso es una mentira, porque como podrás ver yo tengo mucho cabello – dijo bajando y señalando su cabeza.

– Pero... Esto es absur... Quiero decir... Usted no se parece a La Muerte, ella es... Ya sabe... Fea y va vestida con una vieja túnica negra y... Qué hay de... ¡La hoz! Usted no tiene una hoz... ¿O sí? – dije tratando de ser objetiva en lo irracional de mi sueño, tratando de no dejar en evidencia mi temor. Él comenzó a negar y volvió a su silla.

– Ese es sólo el "Uniforme" – dijo haciendo las comillas con las manos – Es la indumentaria que debo usar en los retratos de mi persona, a mí tampoco me gusta, pero el reglamento estipula que debo hacerlo, además me hace ver delgado así que trato de no molestarme mucho por eso.

– ¿Reglamento? – Pregunté atónita – ¿De qué demonios está...? ¿Por qué? – él me miró y entornó los ojos evidentemente un poco irritado.

– Para que los humanos me teman... Claro está, en teoría se supone que si ustedes le temen a La Muerte... apreciarán más la vida, para él eso es importante – dijo apuntando con el pulgar hacia el techo. – Esa también es la razón por la que imaginas que El Diablo es rojo, con cuernos, cara de dragón y lengua de serpiente y todas esas cosas cuando la verdad es que... Detesto admitirlo, es un hombre muy bien parecido – se inclinó un poco sobre el escritorio y se puso una mano alrededor de la boca como si estuviese diciendo un secreto.

– > Pero si algún día hablas con él, no le digas que yo admití semejante cosa... Es demasiado arrogante y eso sólo serviría para aumentar su ya inflado ego – dijo en voz baja antes de incorporarse nuevamente. Fruncí las cejas, pues... ¿Por qué esperaba él que algún día yo hablara con ese ser? Pero antes que pudiera decir nada el hombre siguió hablando.

– > Mi punto es que tú no sabías eso porque se supone que debes temerle al Diablo, si supieras lo guapo que es, Pues... Irías corriendo hacia él cada vez que busque tentarte. Mientras que debes querer y confiar en los ángeles, así que a ellos los representan como hermosos seres alados que visten de blanco y llevan esa cosa brillante en la cabeza – decía mientras movía sus manos. – Cuando lo cierto es que, aunque sí son buenos, no todos son hermosos; y al igual que yo, algunos tienen problemas con su indumentaria, pero bueno... Son viejas tradiciones y no se nos permite opinar mucho al respecto – dijo un tanto disgustado, yo me removí un poco incómoda en mi asiento.

Era increíble pero... Dejando de lado lo absurda que era la conversación, lo que decía sonaba bastante lógico.

– Así que... ¿Usted... Es La Muerte? – dije sacudiendo mi mano hacia él en gesto escéptico, el hombre asintió con entusiasmo – ¿Usted fue el que se llevó a mis padres en aquel accidente en la autopista? – el hombre movió sus ojos de un lado a otro buscando el recuerdo en su cabeza y luego asintió.

– Sí, Roger y Elene, buenos chicos, pero ya había llegado su tiempo – dijo con un apretón de labios.

– ¡¿A los dos? ¿Al mismo tiempo? ¡¿De esa forma tan cruel?! ¡Dejando a una niña huérfana en el proceso! – grité dolida. Él hizo un gesto de desaprobación al ver mi reacción.

– Sí. A los dos. Al mismo tiempo. Cuando las personas nacen para estar juntas, algunas veces, no siempre, pero algunas veces... Terminan compartiendo destino... No creo que sea la primera vez que sabes de una pareja que muere junta, es una forma de ahorrarnos papeleo – dijo un tanto avergonzado. – Tu papá vivió dos años más que tu mamá sólo porque nació dos años antes que ella, pero desde el comienzo, aún y cuando Elene no había nacido, era el destino de Roger morir justo en ese momento, cuando ella llegó sólo la anexaron a ese destino – dijo muy serio.

– > Y con relación a la forma de su muerte, bueno... Tenía que llevármelos a ellos dos y a los otros tres del otro vehículo, esa me pareció una forma bastante práctica de hacerlo, entiendo que sea difícil para ti comprenderlo desde tu punto de vista, pero mi trabajo es bastante pesado, así que siempre busco la manera de agilizarlo. Trata de ser objetiva, si deben morir dos mil personas un mismo día... ¿Por qué darle una muerte personalizada a cada uno, si puedo ponerlos a todos en un mismo barco y estrellarlos contra un iceberg? ¿Ah? – dijo burlón – No es que quiera que todo el mundo muera, sólo los que deben hacerlo, después de todo... Tú sobreviviste ¿No?

Apreté con fuerzas mis dientes ante la poco sutil mención del accidente al que sobreviví, la muerte de mis padres era algo que ya había superado pero realmente me molestaba verlo desde la perspectiva de ese hombre.

– Pues no creo que haga falta ningún disfraz – dije después de unos minutos – Dado a que se dedica a matarnos, creo que no importa si parece modelo de revista... Igual le tendríamos miedo – agregué sarcásticamente, entonces vi cómo se ponía furioso y golpeaba la mesa.

– ¡Eso es injusto! ¡Yo sólo hago mi trabajo! ¡Y no me gusta que niñitas como tú me juzguen como si yo fuese el malo de la película! ¡Yo sólo soy el mediador en todo esto! ¡Sin mí ayuda reinaría la anarquía! ¡Ángeles y demonios harían de esto un completo caos! – me gritó pero cerró los ojos, suspiró y agregó. – Te lo voy a explicar, para... Bueno, igual tienes que saberlo para entender por qué estás aquí.

Sacó uno de los libros negros del estante que había detrás de él y lo abrió frente a mí, y fue entonces que me di cuenta que no era un libro sino una archivo de cuero negro, él señaló una página en blanco.

– > Esto es una Hoja de Vida, cada vez que alguien nace, se crea uno de estos y llega a mis manos – dijo tocándola dos veces, y luego señaló distraído el estante de la oficina, el que estaba lleno de libros negros.

¡Jum! Así que eso son... Archivos... Hojas de Vida, con razón hay tantos pensé impresionada.

– > Tengo en mi poder el libro de cada alma en este planeta y debo encargarme de hacerle el seguimiento correspondiente y de darle a cada quién la muerte que merece... Cuando la merezca – yo volví a ver el estante y sí, eran muchos archivos, pero seguían siendo muy pocos si él me decía la verdad y tenía las carpetas de toda la humanidad allí.

– Bueno... Al parecer eso de la sobre-población mundial no es más que puro alarmismo ¿No? – dije en tono de broma.

Él alzó la vista y entrecerró los ojos, luego se puso de pie, caminó hacia el estante y apretó un interruptor en la pared al lado de este. El pesado mueble de madera se dividió en dos y ambas partes empezaron a girar lentamente hasta dejar una abertura en la pared.

Entonces abrí desmesuradamente los ojos, era como una habitación secreta en donde había hileras interminables de estantes iguales al de la oficina, también llenos de archivos de cuero negros con escritos dorados. En el medio había una elegante escalera de caracol, me incliné un poco sobre el escritorio y pude ver que el interior de la habitación constaba de cinco pisos en los que también habían muchos estantes, era como una biblioteca pública muy bien dotada con la historia de cada uno de los seres que habitaron y habitan el planeta.

– ¿Decías...? – me preguntó. Yo sonreí nerviosa.

– ¿Alarmismo?... ¡Inconsciencia! Parece que nos reproducimos como ratas últimamente – volví a sonreír mientras sentía la boca seca, este hombre no estaba jugando, realmente tenía en su poder la vida de la humanidad.

– Las ratas no causan tantos problemas como creerías – dijo volviendo a sentarse – Entre los sofisticados métodos de exterminio, los gatos y las comidas exóticas ustedes se están haciendo cargo de todo – hice una mueca de asco ante su comentario, él rió por un momento pero se puso serio repentinamente.

Tomó otra vez el archivo entre sus manos, y cuando lo enderezó pude leer al grabado de oro en el lomo: Thomas C. Francis H.

– > Aquí tengo toda la información de la persona, a medida que va creciendo y haciendo... cosas, el archivo va creciendo. Aquí – dijo señalando una sección del escrito, lo leí y sólo había un número y una fecha – Me indican el tiempo de vida, se supone que este niño... Tommy, debe vivir sólo veinte años, indicándome que entonces y sólo entonces debo ir a buscarlo. – Justo ahora Tommy está en el hospital porque... Bueno... De alguna forma logró que el refrigerador de su tía le cayera encima. Pero Tommy tiene sólo once años, así que sobrevivirá, sin embargo dentro de nueve años, cuando... No sé... Quizás estando ebrio caiga de algún balcón... No lo hará, porque ya está escrito. Entonces, dos días antes de que llegue su hora, aquí – dijo buscando y señalando la última página de la carpeta.

– > En este espacio en blanco aparecerá la palabra "CIELO" o "INFIERNO" dependiendo de cómo haya vivido. Si ocurre lo primero, le doy un caramelo y lo llevo a los pies de San Pedro; si ocurre lo segundo yo... Lo arrojo por el bajante, no sé si me entiendes – dijo guiñándome un ojo y sonriendo. – ¿Entiendes ahora? Soy sólo un mensajero, no decido quién muere, cuándo lo hace, ni a dónde va cuando lo hace, yo sólo... Hago el trabajo sucio, y mantengo el equilibrio de las cosas.

Yo asentí y me estremecí al mismo tiempo, era algo aterrador y muy extraño todo eso del sistema, no sólo por El sistema como tal, sino porque cada instante me convencía más de que, en efecto, ese hombre era La Muerte, este se estaba convirtiendo en un sueño bastante perturbador.

– Esto es increíble, yo nunca pensé mucho en La Muerte pero debo admitir que no me lo imaginaba así, tampoco supuse que tendría una oficina tan bonita, que tuviera una secretaria ni que llevara sus asuntos de forma tan... ya sabe... organizada – dije señalando el archivo del pobre Tommy.

– Te entiendo, la mayoría se sorprende igual que tú, aunque dedo admitir que no son muchas las personas privilegiadas que han entrado a mis instalaciones.

– ¿Debo sentirme halagada? – Pregunté con sarcasmo, pero antes de que pudiera responderme lo interrumpí – Pero hay algo que no entiendo ¿Por qué es que... Estoy en sus instalaciones en mi sueño? – él sonrió y me respondió.

– No es un sueño querida, estás dormida, sí, pero sólo porque te necesitaba dormida para que tu alma pudiera venir hacia mí sin muchos problemas, no estás físicamente aquí... Eso es cierto, pero no es un sueño... Esto es real – Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar sus palabras y entender su significado, lo que me temía.

– ¡¿Eso significa que me hará pagar por la escultura de cristal?! – Pregunté alarmada, presa del pánico – No lo hice intencionalmente, y no tengo dinero para costear algo tan caro... ¿Era caro verdad? ¡Por supuesto que era caro! ¿Cuánto costaba? ¡Tendré que buscar trabajo! ¿Se la puedo pagar por partes? – le pregunté mordiéndome el labio inferior.

Él se agitó de sorpresa al escucharme para luego lucir desconcertado, y muy en el fondo lo entendí, era estúpido pensar en eso en esta situación. Abrió la boca, pero tardó en hablar por la confusión, unos segundos más tarde finalmente pudo hacerlo.

– No te haré pagarla, debería... Dado que era una obra de arte muy valiosa, pero no lo haré. Sabía a lo que me atenía cuando entraste por esa puerta. En realidad fue mi culpa, dejar esa escultura allí y poner esa alfombra sabiendo que tú venias es como entrar sangrando a un mar infestado de tiburones y esperar que no te devoren – dijo agitando la cabeza y torciendo los ojos. – Pero a pesar del riesgo, te traje por una razón – dijo poniéndose de pie, tomó el archivo de la mesa y lo guardó en su lugar – Ahora que dejamos claro lo básico, podemos hablar del verdadero motivo por el que te mandé a llamar – dijo mientras buscaba otro archivo en el estante, lo encontró, se sentó nuevamente y me lo puso en frente.

– > Esto es a lo que viniste – Yo me estremecí y empecé a temblar, tenía un muy mal presentimiento, pues en la tapa del archivo, en una perfecta y dorada letra cursiva, grabado permanentemente en el cuero, se podía leer un nombre...

Sabrina A. Spencer M.

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P.D: Lamento lo extenso de la publicación (quizás no sea común aquí en steemit) pero lo que publico son capítulos de una novela completa, así que la mayoría serán así.
Espero que lo disfruten.

Si les gustó, y desean seguir leyendo... Aquí les dejo el link del siguiente capítulo https://steemit.com/spanish/@adric-g/un-justo-contrato-intervencion-una-divertida-y-problematica-segunda-oportunidad-novela-2-26

¡Gracias por leer!