Un Justo Contrato ~ Intervención: Una divertida y problemática segunda oportunidad ~ (Novela) [3/26]
Tragué con dificultad, estiré mi mano temblorosa para arrastrar el archivo más hacia mí, lo abrí y comencé a leer.
En la primera página estaban mis datos personales, nombre, edad, nacionalidad, color de ojos y cabello; mi dirección y ese tipo de cosas, como cualquier expediente de cualquier institución pública.
Pasé la página y como título pude leer Línea de Tiempo.
Era un resumen bastante detallado de mi vida, estaba todo. La vez que una tarde después de la escuela, huyendo del perro del vecino, me caí y terminé de cabeza en el bote de basura de mi casa, terminando cubierta con comida podrida.
Como toda línea de tiempo, esta estaba divida por años y meses, leí sobre la vez que casi me atropella el bus de la escuela en mis primeros años en Perth, y cuando me quemé el cabello mientras ayudaba a mi abuela a hacer una ensalada César; al leer sobre eso recordé algo que había pensado hace unos minutos en mi habitación.
Si no era posible... yo encontraba una manera de que lo fuera.
Seguí leyendo las siguientes páginas y empecé a leer superficialmente cuando note que gran parte de ellas se trataban de mis accidentes pasados.
Unos diez minutos después y muchas páginas más adelante, al final del archivo estaba el incidente de hacía un rato en el baño de mi apartamento, era impresionante que eso hubiese ocurrido sólo unos minutos antes y ya estuviera allí, decía con lujo de detalle cómo fue que me resbalé al pisar un poco de pasta dental que tiré al suelo por accidente, caí y me golpeé el brazo con el borde del retrete.
Suspiré mientras torcía los labios, leer todo eso me hacía sentir más avergonzada de lo que me había sentido jamás, llevaban un registro de todos mis accidentes... ¡Qué pena!
Un rato después, La Muerte, que había permanecido callado mientras yo leía, habló por fin.
– Lee la página siguiente – me indicó con impaciencia.
Eso hice y entonces me congelé.
En Tiempo, ese espacio en donde, según me explicó unos momentos atrás, estaba la edad a la que debía morir una persona había un 21 y en la sección donde debía aparecer la fecha de mi muerte, decía 30/05/00/.
¡Ya tengo veintiún años, y hoy estamos a veintinueve! - Pensé alarmada.
También me pregunté por qué demonios no me despertaba si eso era claramente una pesadilla. Mi corazón se aceleró descontroladamente. Él notó mi reacción y me tomó de las manos.
– Debes calmarte y concentrarte Sabrina, ese no es el verdadero problema – agregó en tono amable y me miró con indulgencia, yo lo miré incrédula.
¿Ese no es el verdadero problema? entonces... ¡¿Es algo peor?! - Pensé soltándome de sus manos y poniéndome de pie.
Empecé a dar vueltas por la oficina y luego me giré hacia él llorando.
– Quiero despertar ahora mismo – dije con un hilo de voz, el hombre me miró pero no dijo nada, se limitó a tomar los papeles, mi Hoja de Vida, buscó la última página, y volvió a ponerla frente a mi asiento.
– Ya te dije que esto no es un sueño, pero tranquila, dentro de poco te haré regresar, pero... por ahora deberías sentarte y dejarme explicarte el motivo por el que necesito hablar contigo – se quedó en silencio esperando mi respuesta, yo lo dudé un segundo pero terminé sentándome otra vez, y con mucho miedo bajé la vista a donde me indicaba su dedo, sin embargo... ahí no había nada.
– > Supongo que te habrás dado cuenta de que el gran día es mañana, y esta planilla sigue en blanco. Como te dije, la información debe aparecer aquí dos días antes de la fecha indicada pero ya sólo estamos a unas cuantas horas del suceso y aún no hay nada, así que aún no sé a dónde debo enviarte.
Hablaba como si fuese un simple problema administrativo pero era de mi destino de lo que estábamos hablando. Ese hombre... No, no ese hombre, La Muerte, debía llevarse mi vida al día siguiente y aún no sabía si debía mandarme al cielo o al infierno.
– Esto sólo me ha ocurrido unas pocas ocasiones en todos los siglos que llevo trabajando en esto, sucede cuando no has hecho nada tan malo como para merecer ir al infierno, pero tampoco nada tan bueno como para que te reciban en el cielo – se encogió de hombros. – Me refiero a... ya sabes, ellos realmente no tienen ningún problema en recibirte, pero lo cierto es que ninguno de los dos está grandemente interesado en ti, entonces se lavan las manos y me dejan la decisión a mí – cerró la carpeta con disgusto y la guardó en la gaveta.
Abrí la boca perpleja ante su revelación y no podía recordar como cerrarla.
Entonces el asunto no es sólo que ya me toca morir, no, el verdadero problema es que, me toca morir pero nadie, ni los ángeles en el cielo, ni los demonios en el infierno, me quieren en su territorio - pensé dolida.
Para mí aquello era un golpe bajo, no sólo me quitaban la vida sino que me hacían ese desplante en la muerte. Se sentía igual que cuando armaban los equipos de fútbol en la primaria y me dejaban de última porque nadie me quería en su equipo, y el que me aceptaba lo hacía sólo porque no le quedaba de otra. Las lágrimas amenazaron con volver a salir, pero logré hablar.
– ¿Por qué debo morir? ¿Uhm? ¿Por qué nadie me quiere? – pregunté y entonces rompí en llanto.
– Esto ocurre mi querida Sabrina, porque no aprovechaste los días que te dieron como debías – yo subí la cabeza y lo miré confundida. él se encogió de hombros y chasqueó la lengua incómodo, como tratando de buscar las palabras. – Te dignaste a vagar por el mundo sin hacer nada realmente – dijo con tono de reproche esta vez. – Tienes veintiún años y no se puede decir que tengas una vida muy buena ni que tengas un futuro prometedor. No tienes amigos, la relación con tu familia es prácticamente inexistente, no tienes pareja... Vives sola y desperdicias cada minuto de tu existencia por eso, y no te preocupas por cambiarlo, no es algo que sea bien visto por el sindicato – dijo con irritación.
– ¿Dedo morir mañana porque no tengo una vida social activa? – pregunté incrédula – Tú lo dijiste, apenas tengo veintiún años, aún me falta mucho por vivir ¡No pueden juzgarme de esa forma tan temprano en mi vida! – Él empezó a negar con la cabeza mientras entornaba los ojos.
– No, como ya te dije antes, la fecha se indica al momento de nacer, lo que te acabo de decir es el motivo por el que nadie te ve con mucho interés. A los ángeles no les agrada que seas tan... Desagradecida, porque como también te dije, ellos consideran, muy correctamente, que desperdiciaste el tiempo de vida que te dieron. Y bueno pues... los demonios no se han sentido muy tentados a... Tentarte, porque no has llamado mucho la atención en todo este tiempo; por lo general ellos te abordan más cuando los ángeles tienen algún tipo de interés especial en ti, como los ángeles no te buscan... Ellos tampoco.
– > Lo que me pone en una situación difícil, por lo general estas cosas suelen ser sencillas, pero el detalle está en que estuve estudiando tu hoja y la verdad es que... Tú eres muy... ¿cómo te explico?... Ya sabes... ¡Aburrida! Lo siento, pero es la verdad – dijo encogiéndose de hombros antes de continuar hablando. – En esta situación, se supone que debo estudiar tu caso detallada y meticulosamente, y dictar mi sentencia. Debo analizar tus acciones y determinar si eres una chica buena o mala, me dejan ese trabajo a mi porque se supone que yo soy imparcial, no me inclino hacia ningún bando.
– > Pero, como habrás notado, tu expediente es bastante grande en tamaño pero pequeño en contenido, nada interesante realmente, todas las hojas están llenas de más y más relatos de accidentes que lo único que me dice es que eres un ser extremadamente torpe – dijo con reproche. – Es increíble, es como leer "Una Serie de Eventos Desafortunados" con la única diferencia que aquí sólo hay una huérfana Baudelaire... Muy torpe, y nada brillante ¿Me entiendes Sabrina? ¡Tú eres tu propio Conde Olaf! Es patético – dijo con una sonrisa en el rostro y luego continuó hablando.
– > Pero por muy cómico y entretenido que resulte, leer sobre lo torpe que eres no me ayuda en nada a decidir a dónde debo mandarte. Aunque para serte sincero estuve pensando seriamente en enviarte directo al infierno, una de las cosas que sé por trabajar en esto, es lo extremadamente valiosa que es la vida. Me molesta que la desperdicies de esa forma, por lo menos los alcohólicos y los drogadictos disfrutan y se divierten haciendo de las suyas mientras arruinan su vida, pero tú ni siquiera haces algo divertido – dijo levantando su tono de voz, pero luego dejó salir un poco de aire y se encogió de hombros. – Por eso, para facilitar mi trabajo, y ser justo, he decidido irme por lo legal y aplicarte la 3-42HN. – dijo y empezó a buscar unos papeles.
Yo estaba en shock, ya ni siquiera podía llorar, lo sabía, todo lo que me estaba diciendo ya lo había pensado antes, pero que me lo dijera La Muerte, de la forma en la que lo estaba haciendo, era demasiado; para colmo me salía con eso de "lo legal".
Suspiré y con mucha dificultad logré articular las palabras.
– ¿Qué es eso? – pregunté con voz ronca. No me estaba mirando, mantenía sus ojos fijos en los papeles que tenía en la mano mientras sacada otros de la gaveta.
– Es una norma que se aplica a casos similares al tuyo, consiste el asignarte un... Consejero... O algo así – hizo una pausa y me miró de reojo haciendo una mueca de duda con la boca, pero trató de disimularla rápidamente, lo cual sólo me puso más nerviosa. – Y darte un poco más de tiempo, cuando el plazo caduque, me llegará el informe de dicho consejero y entonces dependiendo de lo que diga, te toca caramelo o... bajante. – y entonces me dedicó una radiante sonrisa. – Es lo más justo, como te dije pude haberte enviado al infierno, deberías estar agradecida – agregó – Ahora, necesito que firmes estos papeles – y me acercó tres grupos de hojas sujetas con un gancho cada uno.
Yo estaba muy nerviosa, tan en shock que tuve que hacer un gran esfuerzo para tomar el bolígrafo que me estaba ofreciendo, pero nuevamente logré hablar.
– ¿Qué es todo esto? – pregunté después de unos minutos, era curioso cómo el miedo, dolor, la desesperación e irritación, que había sentido tan sólo unos instantes atrás... Ahora estaban en completo control. Era como si de pronto me hubiese hecho a la idea de que iba a morir, ya ni siquiera tenía ganas de llorar, sólo estaba un poco confundida.
– Es el papeleo reglamentario, contratos, debes firmar este... – me señaló uno de los tres paquetes frente a mí – Indicando que aceptas someterte a la norma y que, por lo tanto, estás de acuerdo en despedir a tu conciencia. Este otro para dejar constancia de que fui justo contigo y te expliqué la situación detalladamente. Y este último de aquí es para librarme de responsabilidades – parpadeé, todo eso me dejó más confundida, si es que era eso posible.
– ¿Qué? – fue lo único que fui capaz de decir. Él sonrió medio apenado.
– Verás, el consejero que se te asignarán hará las veces de conciencia, así que no necesitas la tuya realmente... Debe irse. Eso con relación al primer contrato. Con respecto al segundo... bueno... Incluso yo tengo un jefe cariño – dijo señalando nuevamente hacia el techo. – Y él se molestará conmigo si no soy justo contigo, podría perder mi trabajo y no queremos eso ¿Verdad? – me preguntó con tono un tanto amenazador, yo sólo negué en silencio, el sonrió y siguió hablando.
– > Y el tercero... Bueno... La verdad es que cuando solicito un consejero... Los del sindicato me mandan a cualquiera, no hay preferencias ni parámetros de selección, como sería inevitable pensar... No, el que esté libre... A ese mandan. Y a veces... Suele haber problemas. – dijo como si tratara de suavizar la información, vio me expresión y trató de explicármelo mejor. – La última vez, el pobre gato de Cyntia... Y a esa la tiré por el bajante – agregó antes de continuar – Quedó sordo, perdió todo su hermoso pelaje, la mitad de sus diminutas garritas y un ojo – dijo con genuino pesar para mi desconcierto – Nunca volvió a ser el mismo... ¡Pobre Toby! – se llevó un puño a los labios, poniendo una expresión de dolor.
Sentí unas ganas inmensas de reírme por lo ridículo de ese comentario y lo cómico de su expresión, pero no lo hice, al parecer era un asunto serio.
– Pero bueno, el punto es... que no me hago responsables por los daños colaterales que sucedan en este tiempo, así que debes firmar.
Todo eso era tan irreal, pero entendí que tal vez él tenía razón y estaba siendo justo conmigo, pensándolo bien estaba siendo más que justo, lo correcto había sido, como me dijo, enviarme al infierno por malgastar mi vida, pero en cambio me estaba dando una segunda oportunidad, sí, al final tendría que morir igual, pero ahora que lo sabía todo, podía hacer las cosas bien.
Firmé los dos primeros contratos pero me detuve con el tercero, alcé la mirada y pregunté.
– ¿Qué clase de problemas? ¿Estaré en peligro? – luego me arrepentí.
¡Que tonta!, si de todas formas voy a morir ¿por qué preocuparme por eso? - Pensé al oír lo que salía de mi boca. Él me miró y se puso un poco tenso.
– Eso depende... ¿En tu casa tienes gatos, perros, canarios, tortugas o cualquier otro animal que sea muy sensible al fuego? – negué en silencio asimilando lo que me estaba diciendo. – ¡Entonces no! – dijo más relajado, pero luego hizo una pausa, me miró indeciso. – Pero te recomiendo que te asegures de que tus vecinos tampoco los tengan, y si los tienen que no los dejen salir... No queremos otro incidente como el de Toby – y nuevamente se llevó la mano a la boca, bajé la cabeza para que no me viera reír, firmé el documento y se lo entregué.
Él miró el tercer contrato nuevamente por unos segundos y me miró de repente.
– ¿Tienes plantas en tu casa? – preguntó con seriedad.
– Sí – le respondí, y vi cómo se mordía el labio inferior y movía sus ojos de un lado a otro.
– ¿Son muy grandes? – preguntó esta vez con nerviosismo, yo lo pensé un momento.
– No realmente... No – él se relajó un poco y sonrió
– ¡No tienes de qué preocuparte entonces! – el nerviosismo de hace un rato afloró nuevamente, empezaba a creer que no me estaba suavizando la verdad, me la estaba maquillando, pero ya había firmado y no había marcha atrás.
– ¿Cuánto tiempo me dará? – pregunté nerviosa esperando la respuesta mientras él guardaba los contratos en una de las secciones del gran estante, allí los archivos no eran negros sino blancos.
– Un mes – agregó él.
– ¿Y qué se supone que es lo que debo hacer? Digo por el asunto de... La decisión final, no me ha dicho realmente qué debo hacer para ganarme el cielo – pregunté porque la verdad es que no tenía muy claro el asunto.
– No, no te diré qué debes hacer para ganarte el cielo... No puedo hacer eso, tú sólo limítate a seguir los consejos de tu asesor, eso será suficiente para Alis... – detuvo en seco lo que había estado a punto de decir y tardó un segundo en continuar – ¡Para mi!... Para todos – dijo más calmado, pero aún visiblemente inquieto, fue como si tratare de ocultarme algo, pero sin darme oportunidad de replicar al respecto se dirigió a mí y me indicó que me levantara.
– ¿Quién será mi consejero? – pregunté poniéndome de pie
– Aún no lo sé, recuerda que eso no me corresponde a mí, lo solicitaré en cuanto te vayas y veré a quién mandan, pero sin duda mañana ya tendrás uno y lo conocerás.
– ¿Cómo sabré quién es?
– Él te lo hará saber, además no será muy difícil de hallar – dijo acercándose más a mí – Estos chicos son generalmente todos unos personajes, y se hacen notar. Pero en cualquier caso... Ya es hora de que te vayas, un placer verte, nos vemos en un mes Sabrina – me dedicó una amable sonrisa y entonces me golpeo en la frente levemente con su dedo índice.
Desperté agitada, me removí asustada y mirando hacia todos lados, me lleve una mano a la frente, y otra al pecho, estaba nuevamente en mi habitación, en mi cama y ya era de día. Me levanté de la cama con dirección al baño, abrí el grifo y lavé mi cara con agua fría en un intento de despertarme por completo.
– Fue sólo un sueño – me dije riendo un poco histérica, viéndome en el espejo por unos segundos para luego dar un paso atrás y sentarme en el retrete por encima de la tapa.
Hundí la cara en mis manos y aunque intentaba convencerme de que todo había sido un mal sueño, tenía una amarga sensación en la boca del estómago que se rehusaba a desaparecer sin importar los elocuentes argumentos de mi mente para tratar de explicar lo absurdo de mis recuerdos y por lo tanto lo imaginario que eran los mismos.
Girando un poco la cabeza hacia la puerta del baño mis ojos vagaron por mi departamento, perfectamente limpio, con todo en su lugar, un lugar en el que no había entrado nadie más que mi casero y yo, nada de amigos... Nada de familia.
Bueno, en eso si tenía razón el hombre en tus sueños, tu vida es patética, no tienes nada... ni a nadie, y este año en la universidad será igual que el anterior, te sentarás diariamente entre un mar de gente con la que nunca hablarás, gente a la que nunca le resultarás interesante, y así será siempre hasta que termines la carrera - pensé en oleada de pesimismo muy común en mi.
Luego di un salto de sorpresa, corriendo me asomé en la puerta y enfoqué mis ojos en el reloj de pared de la sala.
¡Rayos! ¿Ya son las 8 de la mañana? ¡Es tardísimo! - me dije mientras corría a la habitación.
Entre el sueño y mis pensamientos deprimentes no había notado lo tarde que era, mi clase empezaba en menos de media hora y yo ni me había duchado.
– ¡Maldición! – gruñí en plena carrera.
Debía apurarme si es que quería llegar a tiempo a mi primer día de clases, y sin saber por qué, supe que ese sería un día distinto a los demás.
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