El viaje del lector empedernido | Literatura
Fuente: Pixabay
"El leer no es nada si no hay un poco de imaginación involucrada" me repito a mi misma mientras empaco sobre mis colchas. Después de todo, las letras te llevan y te traen a destinos incomparables. Un sol de color aguamarina, una noche tan profunda como el despecho, una nave surcando el espacio sideral. Y todo, más allá de la realidad de lo conocido.
Porque es así, porque somos nosotros, porque en las palabras hay poder y no hay nada que nos detenga en el proceso de evolucionar. Pero hoy.... hoy arranca para mi un viaje con una sola maleta junto a mi almohada. Esta maleta, llena de palabras, de suspiros y tristezas, trae los libros que conjura mi memoria de lectora empedernida. Voy ligera. O bueno, al menos eso me gusta creer.
Los libros pesan solo dependiendo de lo que mi alma conjure con ellos. Cada una de las palabras en estos papeles son armas, disparan balas imparables a mi cerebro, no dejan de ser un dolor profundo cuando las leo sin querer. Todo lo obtengo de ellos, compañeros de alegrías y tristezas que me llevan a un destino diferente.
Ellos me preguntan a dónde quiero ir, y los sigo sin pensarlo. La primera parada de este viaje es un auto-conocimiento. Una historia donde la luz de una vida se entrelaza con la complejidad del mundo. La heroína encuentra cosas en el camino, pero es dividida por las elecciones. Todo es un drama resuelto de forma dulce. Es descubrimiento, es gloria, es saberse dueño de sus actos y vivir los aciertos y los errores al máximo posible. Es la realidad atenta a todo lo que la rodea. Cierro su tapa color bosque y paso al próximo libro. ¿Qué viaje me dará este?
El siguiente es rosa pálido, una aventura romántica suave, un recordatorio de lo simple de la vida. Una que no pasa en vano, una compleja, densa y estructurada, llena de domesticidad y dramas nimios que se unen a una vida tranquila. Una tradición de besos en silencio, sonrisas cómplices y un cachorro un poco salvaje. Simpleza en su más pura expresión. Ese autor si que sabe revolverte una nostalgia por algo que nunca has tenido.
Lo dejo a un lado, siguiendo en mis estaciones. El próximo es menos evocativo, es guerra, es destrucción y distopía. Es un mundo donde el control es de una figura desconocida, su ojo perenne sobre todos los que habitan su universo lo hace pesadilla hecha realidad. La realización de que no puedes escapar de un infinito sufrimiento por desacuerdo con la autoridad te persigue. Es ansiedad en texto, es una realidad ineludible. Pero tengo que seguir, no me puedo hundir.
En mi paso por el viaje literario, recorro el trecho oscuro a un rincón escondido, a los vampiros, al género prohibido. Llego a ojos color Chartreuse, a sexualidad desbocada y descubrimiento de una depresión dormida. Es un logro triste, una especie de señal inevitable de que existe un lado oscuro y negativo. Se entremezcla con un sueño de un libro lleno de sufrimiento, un engaño, una triste realidad de una muchacha sombría. Que no se diga que la literatura latina no tiene profundidad, que te sacude y balancea sobre los logros que no se tienen por completo. Es una maravilla, un dolor pequeño en la esquina derecha del corazón, nada grave, solo la pena de lo inevitable.
Mi última parada es mi tortura. Es mil giros de argumento, cientos de personajes, tantos colores, épocas y nombres que me pierdo en ellos. Zambullida hasta las orejas en aguas turbias, romances atemporales que me contraen el pecho y sonrisas que llegan a mis labios sin avisar. Carcajadas salidas del alma, lágrimas pesadas por el perder lo que quería. Barcos zarpando, estrellándose contra las costas de una trama convoluta que se enreda hasta atraparme en sus hebras de dulce riqueza argumental.
Luego de navegar por los confines de mi habitación, en el viaje inevitable de un lector empedernido, los dejo volando junto a mi. Llenado mi mente de ideas, llenando mis labios de momentos de dolorosa agonía con imparable alegría. Esta soy yo, lectora adicta a las aventuras, al dolor sabroso de una historia bien contada, a la lágrima sincera que la fantasía de un buen autor puede lograr.
Cierro todo y me voy a la cama, rodeada de mis amantes, de mis captores y salvadores, todos, con la firma de un autor que sin saberlo, es el ticket a un viaje interminable. Ellos compañeros de ruta, me acompañan en la aventura eterna que es el vivir rodeada de letras.
-A.
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