Legado Djinn: Capítulo 1 - La incómoda parálisis mental | Literatura
Fuente: Pinterest
Al principio era un juego de niños. Leer la mente era algo tan natural como el aire que respiraba. Desde pequeño supo que podía hacerlo, algo en la mirada de su padre se encendió un día al verlo con sus compañeros de juego. Y como no, si su hijo pequeño tenía su misma habilidad. Las mentes eran ahora un libro abierto, listo para ser su entretenimiento de momento. Pero ahí terminó su normalidad.
Con los años, aprendió a ‘disminuir’ sus habilidades, y a enfocarse en las cosas correctas. Poder saber que pensaba todo el mundo en todo momento era un castigo terrible. ¡No había privacidad de ningún tipo! Su padre lo ilustró en las técnicas milenarias para controlar su talento, y le dijo que sin duda con los años encontraría a otros Djinn, u ‘ocultos’ como lo era él. Le dijo el secreto de su cultura, y como habían pasado a ser una memoria distante en el mundo.
Siglos atrás los Djinn eran una figura imponente en la historia del planeta. En cada rincón había un talentoso miembro de esta comunidad, destacando en labores tan variadas como lugares de asentamiento. Unos podían mantener el mundo siempre verde, otros podían controlar el clima, otros influenciar, algunos dar vida y muerte, otros conocer los rincones del alma, otros jugar con elementos. Había un Djinn para cada cosa, y eran venerados por su magia.
Pero el brillo de milenios pasó, y la sociedad los fue relegando a ciudadanos de segunda clase, amenazas y peligros para los intereses de los menos inclinados a lo sobrenatural. Y luego vino la cultura silenciosa. Los humanos hicieron una coalición secreta para eliminar a los Djinn por considerarlos demasiado peligrosos para existir sin ser un riesgo. Uno por uno, los reinos empezaron a eliminar a los Djinn conocidos para silenciar la existencia de la cultura mística de la humanidad.
Iglesias, ejércitos y reinos completos se movilizaron desde el anonimato para uno de los genocidios más difíciles de probar de la historia. En unas pocas décadas, los Djinn que quedaban decidieron rse a las sombras, y ser verdaderamente y por primera vez en cientos de años, los ‘ocultos’. Pronto sus culturas desaparecieron, dejando a la mano solo monumentos que aseguraban la grandeza de esta raza. Pirámides, puentes, estructuras que probaban sin lugar a donde la existencia de fuerza y habilidades sobrenaturales. Recordatorios de que siempre existieron, aunque la historia les obligase a esconderse.
Ahora, aburrido hasta la médula en el medio del salón de clases, pensó en las veces en las que se sintió solo con este poder. No conocía a nadie de su edad del mundo Djinn. Obligados a esconderse por tantos siglos, se habían convertido en maestros del engaño. Lo que sabía estaba en la literatura familiar, de algún abuelo o bisabuelo que registró a otros a lo largo de su vida.
Gracias a eso se supo de un matrimonio reciente donde el novio y la novia eran Djinn de estirpe y con varios poderes. Eran un recordatorio de la felicidad que podía existir con una persona tan similar a ti en el mundo. Los niños que habían nacido de este tipo de matrimonio eran de los más poderosos Djinn conocidos, pero que por su propia seguridad no interactúan con otros. Los poderes de ambos padres eran heredables, y mientras dos Djinn se casaban, estos aumentaban en los niños. Por eso su padre estaba orgulloso de él, el primer talento que había heredado era el suyo. Con los años, obtuvo los de su madre. Pero no lo hacía sentir especial, sino distinto de mala manera. Más solo, con menos posibilidades de entenderse con una humanidad que lo odiaría de forma instintiva si sabían lo que era.
No era un club lo que quería, pero si poder compartir algo de la extraña carga que suponía ser el representante vivo de una cultura que había desaparecido de los registros de la historia. No quedaban más que monumentos atribuidos a los humanos, o los nombres de sus grandes figuras, olvidados por el paso colectivo de información a otros. Era una cultura que no tenía rastro, solo los susurros de un personas Djinn que era amigos de sus padres. Esta red secreta de amigos los mantenía al tanto de la realidad: ellos estaban tan aislados como todos, temiendo por su seguridad.
El mundo cambió mucho, y ahora los Djinn eran solo un vago rumor de cuentos. Y por eso se sentía poco estimulado por el mundo a su alrededor. Era como una caja de cristal para un talento perfectamente útil como lo es leer la mente. El aburrimiento llegó al máximo y en sus pensamientos, el deseo de encontrar algún otro Djinn se expandió como un una infección incurable. Relajó su talento, y empezó a pensar en ridiculeces para llamar la atención. Si alguien reaccionaba, estaba seguro de no estar solo en esta generación.
Era un peligro, lo sabía. Pero estaba en un auditorio con cientos de alumnos, en una universidad con personas de todas las culturas del mundo. Además, tenía tiempo haciéndolo y nadie reaccionaba. Ningún humano podría escucharlo, solo los Djinn. Desde que había aprendido a fragmentar su subconsciente, podía hacer esto por horas. Ya se había convertido en su hobbie favorito. Mientras intentaba tomar notas, empezó a cantar canciones más fuerte en su mente, usando la voz más aguda que podía lograr.
El profesor Rutherford lo miró fijo un instante y Alastair sintió una presión en su pecho, pero el instante pasó, y el profesor siguió con su clase como si nada. Aburrido, siguió cantando durante largo rato, y empezó a hacer ruidos ridículos como flatulencias y onomatopeyas tontas. Durante largo rato se reía de su propia ridiculez, pero no estaba ni cerca de detenerse. Tenía muchísima energía acumulada. Arrancó a cantar de nuevo, esta vez arruinando una balada pop perfecta con sus chillidos estridentes.
-¡BASTA YA!-gritó la chica de cabello azul en la primera fila del gran auditorio.-¡DEJA DE CANTAR!
Con sus hebras ondeando ante una brisa inexplicable para aquel espacio cerrado, la chica se volteó con una chispa desafiante en sus imposibles ojos azul mar. En el auditorio, los más de 1200 estudiantes hicieron un sonido de sorpresa colectivo. Alastair se levantó del asiento y se miraron por un tiempo que parecía eterno. Por los ojos de la chica pasó reconocimiento, y luego temor. Para su sorpresa, ella perdió la pose desafiante e imponente, y se desinfló como un globo. A toda prisa, recogió sus cosas del escritorio y salió en la huida. Alastair no podía salir de su asombro.
Con un par de segundos de retraso, recogió su mesa y bajó a toda velocidad del tope del auditorio, su corazón cabalgando salvaje en su pecho. Ella pudo escucharlo. Ella estaba allí, era una Djinn como él, y no podía contener su emoción. En la huida, sintió como alguien lo tomaba con fuerza del brazo. Se volteó sorprendido: el profesor Rutherford lo miraba con dureza.
-Profesor, disculpe yo tengo que…
-Si vuelves a interrumpir mi clase cantando estupideces, fallarás todos los exámenes por el resto de tu vida. Si te queda vida, Alastair.-le dijo mirándolo con ojos que sin duda alguna, eran Djinn.
Brillaban como fuego recién encendido, y le inspiraba un temor imposible. Tragando en seco, asintió con temor. El profesor liberó su brazo y su rostro volvió a ser el impasible y relajado rostro de su profesor de Literatura Aplicada. El hombre sonrió y le hizo un gesto para que saliera del auditorio, y Alastair no dudó ni un segundo en salir huyendo.
Al salir, vio como el espacio alrededor del auditorio lucía perfectamente normal. Excepto por un punto azul que se alejaba en la distancia. Reconociendo el cabello de la chica, corrió tras ella. Su mente, de vuelta a la normalidad y enfocada solo en no perderla de vista, no lograba comprender qué había pasado. Solo estaba aburrido, como tantas otras veces, cantando tonterías en clase. Nadie jamás había reaccionado, hasta hoy.
Sacando todas sus fuerzas, corrió tras ella. La chica caminaba apresurada, y Alastair sabía que si llegaba a perderla de vista, podría tardar mucho tiempo en encontrarla. No sabía más de ella que el color de su cabello, y eso era fácil de cambiar. Si ella quería, podía desaparecer para siempre, como hacían los Djinn al sentirse en peligro.
Pero frente a él, la chica frenó casi de sorpresa el chico pudo ponerse al corriente con ella. Estaba allí, bajo la suave luz del cielo encapotado, mirándolo desafiante pero con un temor que vibraba como ondas a su alrededor.
-Tú… tú pudiste oirme.-le dijo, jadeando del esfuerzo-
-Cualquier Djinn a 50km a la redonda podría oírte cantando esas porquerías.-Alastair la miró y sonrió con humor inocente. La chica no respondió a su sonrisa.
-¿Cómo te llamas? ¿Por qué huyes de mi?.
Había corrido tras ella a lo largo de todo el campus, hasta el área del parque. Estaban en terreno abierto, su mente le decía con un gruñido primitivo que ya no podría alejarse. Sin aliento y contrariando su instinto, solo la miró. La chica suspiró, algo pesado y difícil parecía emanar de ella, y no era una sensación que él consideraba bienvenida. Ella temor. Algo en él le inspiraba miedo.
-Me llamo Darya Alhyn-Boyle-le dijo con una mirada fría.
Su rostro era hermoso, detalló Alastair. Su cabello azul tenía todos los tonos imaginables y se movía a la par de una brisa que él no sentía. Supondría que era parte de su poder, pero no era algo común. El chico solo la miraba con curiosidad, pero debía presentarse después de todo. Era una oportunidad única para conocer a alguien como él aparte de su familia cercana.
-Soy Alast…
-Se quien eres-lo interrumpió con rudeza.- También se que eres. Y no es algo bueno para mi.
El chico la miró con renovada curiosidad. No comprendía la razón para ese comentario, pero seguiría intentando acercarse a ella porque era una oportunidad única en su vida. Por primera vez en sus pocos años conocía a otro como él, no podía evitar sentir interés. Así que, ignorando el desprecio, siguió.
-Eres Djinn, como yo. ¿Qué hay de malo en ser Djinn?-respondió Alastair, ofendido por sus palabras.
-No es que seas Djinn lo que es malo, Alastair. Es que eres un Kearney.-dijo haciendo una seña general hacia él.
Hizo un sonido de incredulidad y sorpresa. ¿Por qué decía su apellido como una maldición?
-¿Soy menos Djinn por mi apellido?-presionó. La chica soltó una carcajada sin humor y lo miró con tristeza.
-Tu apellido es de los cazadores de Djinn. Tú eres el peligro para mi gente.
Alastair reaccionó con una emoción ajena a todas las que conocía normalmente. Un brote de soberbia poco usual en él soltó una carcajada. La chica dio un pequeño salto, y sus ojos azules empezaron a brillar de forma poco natural. Él veía, desde su estatura ventajosa, como la pequeña Darya se removía dentro de si misma, su cabello flotante tomando un poco más de brillo en su temor.
Tan pronto como surgió la soberbia, desapareció. Con ella, los pensamientos oscuros y ajenos a su mente que llegaron con el maltrato justificado de una chica atemorizada. Y volvió a ser el Djinn calmado de siempre. Mirando a la chica, relajó su postura y bajó sus defensas. Este era un temor genuino, no era una mentira. La chica estaba aterrada.
-No. Éramos cazadores, Darya. Ya no más. Mi familia dejó de hacerlo hace décadas.-le respondió con seguridad. La chica lo miró con un odio profundo.
-Tu hermano mató a mi padre hace tres meses, Alastair. Y tú eres tan asesino como ellos.
La sonrisa de Alastair desapareció de su rostro y la miró fijamente. Ella no mentía. Nada en su energía indicaba un engaño, solo emanaba temor y un odio profundo hacia él y todo lo que significaba. Intentó mover su mano pero antes de hacerlo sintió una presión en todo el cuerpo, y supo que algo lo tenía paralizado en medio del campus.
-Te mueves y mueres, Alastair Kearney.-le dijo una voz con un leve siseo francés.
Justo en su campo de visión vio a un hombre alto y rubio, de ojos imposiblemente claros que cambiaban como pequeñas piscinas de mercurio. Alastair sintió un escalofrío desde la base de su espalda hasta su nuca. Este hombre era Djinn también, pero era una clase muy diferente a lo que conocía. Le inspiraba temor, y una inexplicables ganas de huir.
-Mi familia… Ellos no son asesinos.-sentenció el chico, mientras el hombre lo miraba con rudeza, en una posición casi protectora junto a la pequeña chica.
Ella sonrió con gratitud al imponente extraño y luego lo miró de nuevo, en sus ojos brillantes y azules había una tristeza que no había logrado ver bajo su furia. Ella sentía dolor, era claro. Su cabello azul brillante ahora era de un tono más pálido y estaba casi quieto aunque había una suave brisa. Se sentía como una mariposa en exhibición, en riesgo y atrapado. Incluso su mente parecía estar paralizada, no podía usar sus poderes.
-Alastair, tu familia está matando sistemáticamente a los Djinn porque saben que pueden hacer algo malo con nuestro poder.
-Hace décadas nos escondimos. No somos… eso-escupió el chico con dificultad por su parálisis.
A su alrededor, el mundo seguía sin ver el extraño espectáculo que se desenvolvió en ese punto. Así era como vivían, escondidos a la luz del día. Se enfocó en ella nuevamente. Hermosa, llena de energía y con una chispa que no conocía. Esta chica...
-Alastair, lo vi morir. Vi cómo llegaba el cazador con su emblema en el pecho a negociar un tratado de paz con mi hermano, solo para asesinarlo a sangre fría y luego llevarse su cuerpo.
-No es cierto. No lo es.
-Intenta engañarte todo lo que quieras, No los hace menos asesinos.-la chica levantó su mano y dejó a la vista una enorme cicatriz de lado a lado.-Esto es evidencia del trato de los Kearney a mi gente. Tu hermano es tan o más criminal que tu por encubrir sus crímenes...
-¿Qué quieres de mi?-dijo Alastair, entendiendo el sufrimiento que la chica le mostraba con su energía.
-Queda de ti ser ellos, o unirte a mi y salvar a nuestra raza.
La chica se giró y tomando el brazo ofrecido por el imponente hombre, se alejó de su vista muy rápido. Con el corazón en la boca, el chico solo pensaba en lo que acababa de pasar. En menos de una hora había conocido no a uno, sino a 3 Djinn diferentes y tenía más preguntas que respuestas. En su cuerpo, algo hizo click y pudo moverse de nuevo.
Agitando un poco los brazos y sacudiendo la incomodidad de la parálisis, Alastair sonrió y sus ojos oscuros perdieron todo el brillo. Supo desde el momento en que le vió que tenía que tomar armas en el juego y que por fin, luego de años en entrenamiento para lucir como un Djinn perfectamente normal, estaba iniciando la mejor persecusión de su vida. Su presa esperaba por él, solo tenia que deshacerse del estorbo y cazar a uno de los Djinns más poderosos existentes.
Transformando su paso juvenil y torpe en el de un soldado entrenado, Alastair Kearney volvió sobre sus pasos en búsqueda del Profesor Rutherford. Algo le decía que tenía mucho con lo que ponerse al corriente en el ambito Djinn universitario. Era una tarea secundaria para el plan más grande, que habia sido puesto en movimiento por el cabello azul de la heredera del clan Alhyn-Boyle. Sonriendo de oreja a oreja, entró al edificio del auditorio mientras salían los estudiantes. Esta iba a ser una consulta divertida.
Ok.... El final definitivamente no me lo esperaba!!! Ame este relato con todo mi ser! Necesito saber mas de esta historia!! Δ