Capítulo 50 | Alma sacrificada [Parte 2]

in #spanish7 years ago

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Ocho días después del asesinato.

—¿Qué? —inquirí a través del auricular—. No entiendo lo que dices, Heenan.
—Es su hijo, señor. —Guardó silencio unos segundos—. Lo mataron anoche.
Despegué mis labios, solté un suspiro y escuché mi corazón romperse. ¿Acaso escuché bien y Heenan me dijo que alguien mató a mi hijo, mi Freddy? Mis ojos se congestionaron y una presión se expandió por mi pecho. Sentía como si una locomotora se hubiese estacionado en mi tórax. No podía hablar, mis piernas comenzaron a hormiguear, mis labios se secaron y un dolor me abrazó como las alas de una mariposa.
No podía creerlo, no quería creerlo. ¿Quién podía ser tan inhumano para asesinar a mi hijo? Un hijo que apenas comenzaba a conocer. Nunca pude enseñarlo a manejar bicicleta, a anudarse una corbata, a cepillarse los dientes, a peinarse el cabello. Nunca lo vería graduarse o casarse. Me ahogaba, me quebraba por dentro. Era un dolor que no se cesaba, lágrimas que no dejaban de descender, un nudo en la garganta, un escalofrío en toda mi piel y un temblor en mis labios. Seguía sin creerlo, sin procesarlo.
Cerré los ojos y más lágrimas corrieron por mis mejillas. Me mantuve estático, paralizado, como si un animal peligroso me estuviese rondando para devorarme. Me consumí, me cercené y no supe de mí. El teléfono cayó al piso, poco antes de escuchar el crujir de mis rodillas contra el suelo. Apreté mi cabello con ambas manos y grité por él, por su muerte, por su asesinato en manos de un maldito bastardo.
Cubrí mi boca con el dorso de la muñeca e hipé ante la pérdida de una de las personas que más amaba. Mi hijo era todo para mí. Por él habría cambiado, aunque a esas alturas solo la muerte me salvaría. Apreté mis antebrazos y mis dientes, a medida que más lágrimas salpicaban el piso. Llegué a un punto en el que sentí que no era nadie sin él, que no podría seguir adelante después de conocer su muerte.
Quizá era karma por lo que hice. Quizá solo se trataba del destino. Tal vez el destino de mi hijo era morir de esa forma. ¡No, no, no! ¡Mi hijo no podía estar muerto! Apreté la tela de mi chaqueta y gruñí. Maldije ese final, uno que él no merecía. Mi hijo era puro, libre de mis pecados, y terminó pagando como un condenado. Lo dejaron botado como un perro, a la orilla de una carretera. ¡¿Él no merecía eso?! ¡Era un niño, mi niño!
Lloré, maldije, grité y maldije de nuevo. Era la primera vez que me sentía de esa forma, como si mi vida no tuviese sentido. Perder a alguien que llevaba mi sangre fue el dolor más grande de mi existencia, un dolor que repetí una y mil veces más. Fue como un bumerang que regresaba cada vez que lo arrojaba. ¿Cómo podría vivir sin él? Y sí, Milena no me dejaba verlo tanto como quería, pero era mi niño… ¡Mi Freddy!
No sabría decir cuánto tiempo pasó hasta escuchar de nuevo, aclarar mi visión y dejar de temblar. Entré en un estado catatónico. Limpié mis mejillas, tanteé el teléfono y me levanté del suelo. Marqué de nuevo el número de Heenan y escuché el repiqueo. Tragué con fuerza y carraspeé mi garganta cuando su voz me preguntó si estaba bien. Solo una cosa me mantendría en pie, y era saber quién carajos lo asesinó.
—¿Quién lo mató? —pregunté.
—Nadie lo sabe. Dejaron su cuerpo calcinado a un lado de la carretera.
¿Calcinado? ¿Debía creer en las coincidencias?
—¿Tiene alguna idea?
—La tengo —afirmé, carraspeé y continué—. ¿Y Milena?
—Esta con su hijo —respondió de inmediato—. Esta muy mal, señor.
No era para menos. Milena amaba a Freddy de la misma forma que mi madre lo hacía conmigo. Ella dio todo por nuestro hijo, y lo protegió como la mamá oso que era. Me sentí mal por ella, por ser partícipe de su dolor. Yo no maté a nuestro hijo, sin embargo mis decisiones condujeron a su final. Nunca me perdonaría que por desear acabar con una persona inservible, murieran inocentes de todo pecado.
Limpié la lágrima que se deslizó por mi mejilla derecha y giré mis talones.
—Ven por mí. Necesito ver a mi hijo.
—No puede salir, señor.
—¡Es una orden! —grité—. Ven por mí ahora mismo.
Debía estar con ella y acompañarla en un momento tan duro como ese. Me importaba un maldito comino que la policía me detuviera. Necesitaba ver a mi hijo, o lo que ese maldito dejó de él. El imaginar el dolor que debió sufrir mi hijo mientras se quemaba vivo, avivó esa ira implacable que caería sobre su asesino. Sabía quién fue, estaba seguro de ello. Solo necesitaba salir de allí y aplicar la ley del talión.
Arrojé mi teléfono al bolsillo de la chaqueta y busqué mi arma sobre la mesa. La inserté en los bolsillos internos de la chaqueta, donde nadie la conseguiría. Necesitaba unos documentos antes de marcharme, así que entré a la bóveda detrás del cuadro. Esa era la única parte que la policía no descubrió. Gracias a que podía pagar protección policial, los oficiales que custodiaban mi edificio me permitieron pasar.
Todo estaba comprado, porque todo tenía un precio. Andrea creía que tenía protección, los oficiales pensaban que podían capturarme, los residentes de Estados Unidos creían que la electricidad era una invasión Rusa, cuando todo dependía de mí. Reactivé los servicios telefónicos porque lo necesitaba, pero mantuve a mi hacker despierto durante una semana para que vigilara la planta eléctrica. No tendría energía
Pensé que manipular todo al final me daría la victoria, pero esa muerte no esperada ni anunciada cambió por completo mis planes. Se trataba de mi hijo. No podía alejarme como si nada sucediera. No hablábamos de un perro o un animal. Era su padre, el único que conoció… Un padre que lo llevó a su muerte. El escozor de las lágrimas fue tan intenso, que al escuchar la voz de un hombre en el apartamento las arrojó fuera.
—Sabía que volverías, hermanito.
Giré y limpié mis lágrimas. Conocía esa voz a perfección. Lo que no entendía era cómo entró a mi apartamento. Toqué el bolsillo donde guardaba el arma, mas no la extraje para apuntarlo. Carter se acercó un poco y hundió los bolsillos en su chaqueta marrón oscuro. Sonrió de una forma macabra y rodó la mirada por el interior. Lucia diferente al chico que vi quince días atrás. Sus ojos estaban rojos, sus labios pálidos y sus manos temblaban. Estaba drogado, solo así tenía el valor de buscarme.
—¿Cómo entraste, Carter? —pregunté—. ¿Qué haces aquí?
—Te extorsiono —replicó con una sonrisa—. ¿Por qué mataste a mi abogado?
Carter nunca fue esa clase de persona que andaba con ambages. Cuando él quería algo lo obtenía. Sus preguntas no eran elaboradas o encapuchadas. Por esa parte éramos muy diferentes. A mí me gustaban las metáforas, los juegos, los retos. Carter era más simple, menos meticuloso. Él se drogaba para tener valor de hacer lo que quería, como preguntarme por qué maté al abogado que él mismo envió para capturarme en vídeo.
—No pienso discutir mis decisiones contigo, Carter.
—No tienes opción. —Destapó su pecho y observé un chupón pegado a su pecho. Ocultaba un micrófono que grababa lo que hablábamos—. Si salgo de aquí sin mi dinero, pulsaré un botón y la policía vendrá. Soy un espía, pero también tengo mis trucos. Si huyes antes de que logren llegar, les diré cada uno de sus escondites, así que comienza a cooperar conmigo y no quitaré el bloqueo de señal.
Carter siempre pensó que era mejor que yo. De niños peleábamos por ser el piloto, el capitán, el jefe. Carter siempre quiso llevar la batuta, ser el líder, pero nunca tuvo las bolas para conseguirlo. Cuando comenzó en el mundo de las drogas, el acoso sexual y los problemas mentales, papá lo sacó del país y me arrastró con él. Papá decía que los errores eran como una enfermedad: se propagan si no te cuidas.
Yo no estaba mal de la cabeza. Ellos me hicieron lo que era. Carter, por otra parte, se curó algunos años. Caminó por el sendero del bien e hizo el trabajo de cuidar a mamá. Cuando recayó todo fue un infierno. Al salir buscó la forma de acabar con nosotros, comenzando por papá. Carter era capaz de matar a una persona para obtener lo que quería. Su sed de poder era más espesa que la sangre que corría por sus venas.
Mi hermano cometió un grave error al involucrarse en mis planes y destruir algo que tardó años en realizarse. Carter fue la persona que me grabó en el estacionamiento. Gracias a él era un prófugo, y las declaraciones de los pocos que me vieron huyendo aumentaron su poder. Sabía que lo hizo para quedarse con todo lo que me pertenecía, incluyendo el dinero de mamá; dinero del cual quería apoderarse para consumir.
Carter pensó que era el más listo en la sala, cuando siempre fue un paso detrás.
—¿Crees que no lo sé?
—Sé que sí. —Asintió y tocó sus dientes superiores con la punta de la lengua.
—Así como tú me espías, hermanito, yo lo hago contigo. —Caminé hasta los sofás cubiertos con una tela blanca. La sujeté por un extremo y alcé al aire—. Sé todo de todos. Así como sé que fuiste tú quien me grabó matando a esas personas.
—¿Te aplaudo? —Hizo el ademán y sus palmadas resonaron en las paredes—. Sabía que harías lo que fuese por callarlo, y lo más seguro era que lo matarías. Créeme cuando te digo que me arriesgué. Solo debía decirle un par de cosas al abogado, cosas que luego te diría a ti y sacaría el asesino que lleva dentro. Solo moví peones, tú tiraste del gatillo.
Discutir con un drogadicto era peor a intentar explicarle a un loco que las voces que oye no son reales. En lugar de quedarme anclado escuchando las estupideces de Carter, busqué los documentos que necesitaba. Los encontré en el cajón del escritorio. Quizá lo mejor era quemar todo lo que encerraba dentro de esa habitación. Por un momento lo pensé, pero no tenía suficiente gasolina para convertir en ceniza treces años de mi vida.
Sujeté la carpeta y salí de la habitación. Carter seguí mis pasos como un niño pequeño. Regresé el cuadro a su lugar, inserté las llaves del lugar donde nos estábamos quedando en el bolsillo del pantalón y di un paso adelante. Heenan no tardaría en llegar por mí, así que debía bajar las escaleras hasta el estacionamiento. Me disponía a dejar a Carter hablando solo, cuando sentí un agarre en mi codo, justo al pasar junto a él.
—¿A dónde vas? —inquirió cerca—. Seguro irás a recoger las sobras de tu hijo.
Sentí la ira hervir en mi interior y la parte irracional de mi ser apoderarse de mí.
—Cuidado, Carter. —Batí mi brazo—. No es de cualquiera de quien hablas.
—¿Te refieres al bastardo que tuviste con una prostituta? —Dio un paso atrás y abrió los brazos como Jesús crucificado—. ¿A él le dejarías todo esto? Tu herencia.
No permitiría que el drogadicto de mi hermano manchara el nombre de mi hijo. Lo adecuado para el momento era molerlo a golpes como Ezra hizo conmigo. Carter bromeó sobre los morados en mi rostro y la paliza que él me dio, poco antes de cambiar el tema a mi hijo. Carter no respetaba el dolor ajeno, o la pérdida tan grande como eso lo era. Él no tenía un gramo de respeto por su sobrino, hijo de su hermano sanguíneo.
Cerré los ojos y dejé de pensar. Si dejaba que la parte salvaje se apoderara de mí, mi hermano acabaría peor de como yo me veía. Así que en lugar de permitirle a mi animal interior salir a pasear, sostuve con fuerza la correa alrededor de su cuello y lo regresé a la jaula. Quería muchísimo a mi hermano, aun cuando se comportaba como un idiota. Di un paso adelante y sostuve la carpeta con ambas manos.
—¿Por qué no te vas, Carter?
—Porque vamos a hablar. —Quitó la sábana del sillón pequeño y se sentó—. Me cansé de esperar que mi hermano me diera una limosna y tuviera que depender enteramente de él. También soy un Hartnett. Tengo tu sangre. —Abrió sus brazos y los colocó sobre el amplio espaldar—. Ambos sabemos que mamá no se hará cargo de la compañía y tú eres el más buscado en el país. ¿Sobre quién recae levantar una compañía embargada después de que te encarcelen? A la única persona limpia de la familia.
—No eres tú. Eso es evidente.
—No tienes opción. Si no se alza un nuevo líder, los socios e inversionistas te excluirán y se apoderarán de las acciones que tienes. —Se colocó de pie en un santiamén—. Contabas con mayoría cuando papá murió, pero ahora no eres más que un criminal, asesino, buscado por la policía. ¿Crees que después de ver ese vídeo seguirán esperando a que le pagues al juez y apeles que todo es un montaje?
Carter jugaba sus cartas. Él pensaba que podía ganar algo que se solucionaba sencillo. Mi hermano se colocaba él mismo la soga en el cuello. Al faltarles, la posesión de mis bienes caía completamente sobre mi hijo. Al no estar él, Milena se haría cargo de la compañía. Mi madre no se encargaría de nada, sin embargo tendría acciones que aumentaba su valor dos veces al día. Si Carter quería jugar al escondite con su as, yo no participaría. Los narcóticos le comieron las pocas neuronas que le quedaban.
—Admítelo, hermano. Yo gané esta vez.
—¿Crees que me importa la maldita compañía? —inquirí—. ¡Mataron a mi hijo!
Le grité a todo pulmón. Me hostigaba tenerlo allí, con la misma maldita cantaleta de siempre. Yo quería marcharme de allí y ver a mi hijo, no quedarme anclado con un hombre que no hacía más que repetir una y otra vez el jodido tema del dinero. ¿Hasta cuándo tendría que lidiar con Carter? Si él pensaba que había ganado, ¿qué hacía ahí? ¿Me restregaba su estúpido triunfo a costa de la muerte de mi hijo?
—¿Recuerdas que te vigilo y sigo tus pasos? —preguntó—. Yo sé quién lo hizo.
—Dime su nombre —refuté de inmediato—. Dímelo o conocerás mi lado malo.
Si Carter me afirmaba que era la persona que yo imaginaba, haría que pagara con su vida quitarme a Freddy. Carter se paseaba por la sala como si estuviésemos hablando como un partido de fútbol. A él no le interesaba mi dolor o mi pérdida. Se revolcaba en mi desgracia y en mi desesperación. Justo allí vi mi propio reflejo. En Carter se reflejó cada decisión que tomé y cada momento en el que tuve todas las piezas del ajedrez.
Con él sentí lo que mis víctimas sentían. No me gustó sentir que dependía de otra persona; una a la que no le importaba mi dolor. No entendía cómo Carter no sentía una pizca de empatía por su propia sangre. Eso me llevó a pensar que quizá la mejor decisión era la que él mismo tomaría. Si Carter buscaba mi lado asqueroso, el que todos temían, encontraría algo más que una mejilla sobre la cual estampar un golpe.
—Todo tiene un precio, Maximiliano —espetó—. Tengo todo el día para negociar.
En otro momento le habría seguido el estúpido juego del gato y el ratón. En ese momento lo único que quería era sacarle la información o quitarle la lengua para que no me siguiera tentando. Apreté su garganta con mi mano derecha y lo estampé contra la pared. Carter soltó un fruñido y pateó mi estómago. Lo solté al sentir el escozor en mi piel y el dolor interior. Él inhaló el poco aire perdido y se colocó en guardia.
No planeaba pelear con él, sin embargo sentía una inmensa cantidad de adrenalina que necesitaba sacar de mi organismo. Nunca peleé con mi hermano o nos golpeamos hasta desfallecer. De niños fuimos un poco discordantes por los problemas paternos y las decisiones de nuestros padres. De adolescentes nos unieron las mujeres, los videojuegos, los comics, los viajes y los regalos inesperados. De adultos nos separó la ambición y ese jodido juego de poder que no nos dejaba ver más allá del dinero.
Aunque intenté controlarme, la furia nacía como los diamantes en los cráteres.
—¡Qué me digas, maldición! —le grité—. Te ordeno que me digas.
—¿Me ordenas? —Batió la solapa de su chaqueta—. Te lo pondré así. Entrégate a la policía, cédeme todos los derechos que tienes de la compañía y deja todo el teatro que armaste para quedarte con una mujer que no es tuya, y te diré lo que sé.
Guardé silencio ante la petición de mi hermano. No era algo complicado, de hecho era muy sencillo, pero no para mí. Andrea fue mi obsesión por trece años. Eso no era un romance de preescolar o un amor efímero de secundaria. Yo amaba a Andrea con cada célula de mi cuerpo. No la pensaba compartir con nadie, ni con su hija. Ella sería toda para mí, entera, como el Diablo quería. Andrea lo era todo, así que renunciar a algo que era como el aire que respiraba, no estuvo en debate sobre la mesa.
Carter observó mi indecisión y dibujó una sonrisa en sus labios. Sabía lo importante que era Andrea para mí. Por ello eligió esa dura decisión. Claro, si quería que mi hermano siguiera mis planes y me dejara en paz, debía fingir muy bien mi rostro de desconcierto y ausencia de palabras. Carter se maravilló ante la idea de silenciarme y quitarme del camino. Si yo me entregaba, él sería la persona más feliz sobre la tierra. La idea de que me alejara de la familia y le cediera todo, lo excitaba en demasía.
—¿Te parece demasiado por tu hijo? —preguntó—. Creí que lo querías más.
—Dime —respondí de unos minutos en silencio. Le seguiría el juego hasta que entendiera que la música la tocaba yo, y él solo debía bailar lo que a mí me placiera, no al revés—. Cuando mate a la persona con mis propias manos, me entregaré.
Carter asintió y sonrió.
—Primero, sácame de una duda, hermanito. ¿Por qué Andrea? ¿Qué tiene la pelirroja de especial? —indagó—. ¿Recuerdas que la iba a hacer mía esa noche cuando tú llegaste? La mujer es guapa y se ha vuelto más hermosa. ¿Me la puedo quedar?
Volví a sujetar su cuello. Esa vez con menor fuerza. Solo quería intimidar.
—Si le pones una mano encima, me encargaré de que la pierdas.
—Déjame. —Empujó mi pecho y el arma cayó al suelo—. ¡Bingo!
Carter se lanzó sobre el arma y la apuntó hacia mí.
—¿Y si yo te mato a ti? —Movió su dedo por el arma y rozó el delicado gatillo con su índice—. Sé que somos sangre y todo eso, pero el dinero es mi fuerte.
—Adelante. —Di un paso atrás y abrí los brazos.
Carter dudó antes de acercarse con el arma en su mano. Lo dejé que colocara la punta sobre mi pecho, segundos antes de doblar su brazo en una maniobra de defensa personal y arrodillarlo contra el piso. Carter pateaba más que un animal. Me arrojó la punta de su bota contra la parte baja de la rodilla y me hizo soltar un alarido de dolor. Se colocó de pie y enroscó su brazo por mi estómago, antes de impactar su rodilla contra mi estómago. El dolor fue abrasivo, pero la adrenalina lo diluyó.
Cuando me apoderé de él, Carter intentó huir. Se arrastró por el mesón, de espaldas al borde, con las manos sobre el granito. Me arrojó un florero y unas paletas de cocina. Se fue arrastrando hasta llegar a los cuchillos. Cuando sintió el filo entre sus manos, giró en segundos y se apoderó del más grande. Carter, drogado, desesperado y con un cuchillo en la mano no era la persona más querida en ese momento.
Alcé mis manos en señal de paz. Él cortó fantasmas con el cuchillo entre nosotros. La única manera de acabar con eso era quitarle el cuchillo y usar la maniobra duerme, niño, duerme. Carter estaba desesperado por cortarme, así que cuando logró cortar superficialmente mi brazo izquierdo, doblé de nuevo su brazo. Pensé que resultaría como la primera vez, sin embargo él fue más astuto y logró neutralizar el cuchillo.
Nos miramos a los ojos, expectantes, ansiosos por acabar con todo. Carter era un poco menos fuerte que yo, pero consiguió causarme un tremendo dolor en la muñeca. Nos debatimos la vida como dos gladiadores a la espera de su victoria final. Carter frunció el ceño, empujó el cuchillo y rozó mi estómago. Todo sucedió demasiado rápido, como un parpadeo. Lo último que vi fue el fulgor en los ojos de mi hermano, segundos antes de sentir el cuchillo clavarse en el estómago de uno de nosotros.

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No lo pudo creer era un niño quien tuvo el valor de matarlo carter o leonardo no lo se solo se que era un inocente en medio de la maldad shora si estoy sorprendida Maxsicopata sintio lo que sintieron sus victimas palabras dichas por el ahora si que ya cualquier cosa se puede esperar .....🙈🙉😱y cual de los hermanos quedo de pie?

¡¡¡AIME ALEJANDRA YAJURE!!! 😡😡😡😡😡😡😡

No estoy muy segura de quererte en este momento 😡😡😡😡😡

¡¿Es en serio?! ¿De verdad no sabías cómo iba a reaccionar ante esto?

En este preciso momento lo que menos me importa es que se muera Carter. QUIERO LA SANGRE DE LEONARD EN UNA COPA PARA BEBER.
Tengo muchas ideas muy buenas para darle a Maxi y que pueda cobrar esa sangre derramada. Calcinado ¿de verdad?

Espero que el cabrón que hizo esto sufra, Yajure, porque si no es así, no vuelvo a comentar nada 😡😡😡😡😡😡😡😡😡😡😡😡

Nunca, jamás me había sentido de esta manera.

La idea de matar a un niño solo puede venir de una mente perturbada, el candidato ideal para semejante atrocidad es Leonard. Max nunca imaginó q alguien más tuviera ideas tan retorcidas como la suya y se ensañara con un inocente... Ojo x ojo.. Ya lo había dicho.
Creo q el herido es Carter, Max todavía tiene maldades q perpetrar 💣

¡DIOOOOOOOSITO ESCUCHÓ MIS SUPLICAS! JAJAAJA (solo pocas entenderán la frase y el porqué :v)

Y antes de que me digan "¡ay es que esta loca! ¡ay como puede desear la muerte de un niño! ¡ay que mentalidad!" o sea, antes que nada me gusta leer a Aime porque ella es realista en lo que escribe, no son bobadas ni niñadas de fantasía. Pasó exactamente lo que pasaría en la vida real, Max se cobró muchas muertes y aunque su hijo era inocente y no tenia maldad ni culpa, era la parte débil de él. Era lo que más le iba a doler, Andrea le importa, tanto como para acabar con la vida de infinidades de personas; pero su hijo era su vida. Y no hay mejor venganza para alguien que ha hecho tanto daño que matarle lo más preciado.

Suena muy cruel que me exprese así, pero pienso que la vida es recíproca; lo que siembras eso cosechas. No esperaba nada menos que eso para Max y aunque suene trastornado o insensible me alegro que tenga un poco de su propia medicina.

Que bello es andar por el mundo matando y deshaciendo como le da la gana, ¿no? se lo merecía. El niño no tiene la culpa, pero paga las consecuencias de su padre. Creo que seré la única que se alegra de la desgracia de Maximiliano, no de la muerte sino del dolor que él, como el asco de persona que es, esta pasando en esos momentos.

Entiendo a Leonard y me encanta, su mente es tan brillante, esquizofrenico tenia que ser. Me alegro por el dolor de Max, porque yo estando en los zapatos de Leonard hubiese hecho lo mismo, sobre todo si es alguien cercano a mí.

Me apena que haya muerto el chiquito inocente...pero Max merece ese sufrimiento y más. El mató muchos inocentes. Supongo que el que murió fue Carter...otro trastornado... y creo tambien que quien mató al niño fue Leonard.
La cuestión es como esto va a influir en las acciones del psicópata number one...

El cuervo debía pagar por todo lo malo que ha hecho, muchas vidas inocentes perdidas, muchas tragedias causadas, mucho daño hecho a los demás solo por una maldita obsesión, pero en verdad aunque lo odie tanto como lo odio no es justo que muriera Fredy y no lo digo por el CUERVO, porque en verdad merece sentir en carne propia todo ese sufrimiento que le ha causado a tanta gente; lo digo por Milena que tanto tiempo que ella quiso ocultar a su hijito de este desgraciado y no fue sino que el entrara en sus vidas y lo perdió su vida se volvió una mierda y todo por culpa del Cuervo.
Ahora el debía tener claro que lo que le hizo a Clarise no se quedaría así y que el maldito de Leonard no se lo iba a perdonar, porque a Leonard ya nada le importaba.

Creo que ahora si se armo la guerra total porque ya no va a quedar titere con cabeza.....

Solo me queda por decir que en la vida todo se devuelve y siempre pagas tus culpas.......

Por fin está recibiendo Max un sorbo de su propia medicina es lamentable que el que tuvo que pagar sea su hijo inocente realmente el niño no merecía morir de esa forma tan cruel

No nos puedes dejar así mujer

es una pena que una vida inocente y libre de pecado pague x las culpas de otro.... un tipo que se creia Dios para disponer de las personas como si fueran figuras de ajedrez!!..
pese a que el hermano quiere lo suyo a costa de lo q sea es muy facil q salga asi como si nada, Max debe sufrir y pobrar de su propia medicina...