Capítulo 52 | Alma sacrificada [Parte 2]
—Hola, Andrea —saludó al otro lado.
Andrea frunció el ceño y pestañeó un par de veces.
—¿Leonard? —preguntó indecisa—. ¿Cómo obtuviste mi número?
—Max —respondió—. Él y yo fuimos socios. Ahora trabajo por mi cuenta.
De entre todas las personas que podían llamar al teléfono de Andrea, Leonard se abrió paso como un rey. En ese momento, quizá por inocencia o ignorancia, obviamos que Leonard estaba detrás de lo que fue el peor y el último oscuro día de nuestras vidas. Quise pensar que solo llamaba para meter el dedo en la llaga o regocijarse con lo que Maximiliano hizo con nosotros. Éramos culpables por dejarlos ganar. Eso lo sabíamos.
—¿Qué demonios quieres? ¿No es suficiente con Max?
—¿Qué quiero? A ti —le respondió a Andrea con un gruñido gutural—. Quiero que vengas a verme. Estoy en una bodega al norte de la ciudad. Sugiero que evites avenidas y lugares concurridos, así llegas antes de que empiece la función.
—¿Enloqueciste? —preguntó ella al socavar una sonrisa—. ¿Para qué quiero verte?
—Para que la salves a ella.
Al rodar la cámara hacia la persona detrás de él, mi corazón se aceleró como si mis ojos estuviesen observando el fétido cuerpo de un zombie emerger de la tierra. Mis pupilas se dilataron, mi garganta se trancó y un gemido de terror atravesó mis labios. El rostro de Andrea palideció y sus ojos se atiborraron de lágrimas. Cuando aclaré mi visión después de dos segundos, raspé mi garganta con su nombre: Samantha.
Ella estaba atada a una silla, de manos y pies, con el rostro cubierto de sangre y morados dispersos. Su camisa estaba hecha jirones, sus ojos cerrados y su boca abierta. Ese maldito de Leonard la interceptó, golpeó y secuestro para usarla como una carnada para Andrea. Era repugnante pensar que una cabeza disociada como la suya idearía un plan como ese. Ese secuestro llevaba el jodido nombre de Maximiliano de título.
Andrea se paralizó por completo. Fue como golpear reiteradas veces, al punto de detener a tu contrincante. Ella despegó sus labios, soltó un sollozo y llevó la mano libre a sus labios. Ninguno de los dos creía lo que sucedía con ella. Tres minutos atrás pensábamos que Samantha estaba en el aeropuerto, esperando el vuelo, no atada como un cerdo para el sacrificio. La hermosa jovencita no era más que un juguete de Leonard.
—¡¿Qué le hiciste a mi hija?! —gritó Andrea—. ¿Por qué la tienes?
—Para que sientas lo que yo sentí cuando mataron a Clarice. —Fruncí el ceño y miré a Andrea, igual de confundido que ella. No conocíamos a nadie que llevara ese nombre, ni una persona a la que hubiesen matado en nombre de Andrea, Samantha o hasta del mío. En nuestras manos no estaba su sangre—. Sé el dolor que produce una imagen como esta. Las ansias que sientes de arrancarme la cabeza y cortarme en pedacitos. Lo sé porque lo viví por tu culpa y esa sed de poder que Maximiliano tiene.
Sabía que el nombre de Maximiliano orquestaba todo ese teatro que Leonard montó para agarrar a Andrea. Samantha siempre fue la pelota que ellos usaban para jugar, su mejor carta de póker, la pieza clave del ajedrez. Samantha fue la persona que Maximiliano utilizó desde un inicio para atrapar a Andrea. Él sabía que ella haría lo que estuviese en sus manos para protegerla, así tuviese que arrancarse el corazón del pecho.
Leonard se alejó de la cámara y mostró una especie de fusil. Jugaba como el propio psicópata adicto a la purgación de las personas. Él pensaba que sacrificar a la única persona inocente de toda la historia, lo haría quedar como el héroe. La mente de Leonard no tenía otro uso más que ser usada a voluntad por la monstruosa mente de Maximiliano. Leonard fue un simple y jodido juguete del cabecilla de todo, la mente maestra escondida tras un traje costoso y un auto último modelo.
—Si quieres un culpable, encuéntralo y mátalo —masculló jocoso, con el cañón de un fusil en la cien de Samantha. Él se burlaba de nosotros, como televidentes de una bestial novela—. Pero como sé que no puedes, te doy la opción de salvar a tu hija.
Andrea ni suplicaría. Ella no era esa clase de persona. Ella dejaría que Leonard hiciera lo que quisiera con ella, sin embargo, su hija era lo más importante en ese momento. Ambos haríamos lo que fuese para protegerla, así la vida de alguno se perdiera en el camino. Yo amaba a Samantha, y no permitiría que personas que nos querían a nosotros, que me querían a mí, la dañaran a ella de formas impensables.
Andrea limpió las lágrimas que rodaban por sus mejillas e hizo una pregunta.
—¿Puedo hablar con ella?
Leonard no opuso resistencia a la pregunta de una madre preocupada. En lugar de apuntarla con el arma como segundos atrás, se apartó y acercó la cámara a la chica. Observamos con mayor claridad los cortes en el cuello, los hoyos en la ropa, los raspones en sus mejillas, la sangre seca que rodeaba sus labios y un corte transversal en su frente. Sus ojos permanecieron cerrados y su respiración era leve.
Andrea sollozó ante la imagen de su hija. No era para menos su reacción. Andrea pidió protección para ella, la colocó en primer lugar siempre, la protegió con todo lo que tenía, pero un error, uno solo bastó para acabar con ella. Andrea no era más que una criatura de cristal agrietada. Demasiadas tragedias, una detrás de la otra. No era sencillo para ella ver a su hija, el fruto de sus entrañas, quejarse por el dolor en su cuerpo.
Samantha apenas logró pronunciar palabras. Le dijo que Leonard la había secuestrado, que había caído por las escaleras, que tenía una o varias costillas quebradas y que su tobillo se encontraba dislocado o fracturado. Ella sollozaba, arrugaba sus ojos por el dolor y fruncía el ceño ante el nombre de Leonard salir de sus labios. Samantha era la única que no lo conocía, así que la usó como presa fácil de cazar.
—Sam, cariño. Iré por ti. Resiste, ¿sí? —afirmó Andrea con la mano libre en la pantalla y lágrimas cayendo sobre sus piernas—. Mami irá por ti, saltamontes.
—¡Suficiente! —gruñó el maldito de Leonard y quitó la cámara de Sam—. Estoy en la calle Sonsee, en la construcción del nuevo edificio. Onceavo piso.
Antes de que colgara, sujeté el teléfono de Andrea y lo encaré. Él comentó que no le extrañaba que estuviese con Andrea, pero que también era recibido en la fiesta.
—¿Por qué haces todo esto, Leonard? ¿No entiendes que ella es inocente?
—Nadie es inocente en las guerras —gruñó—. Recuerda. Una vida por una vida.
Colgó de inmediato. La pantalla negra logró que Andrea soltara el teléfono e impactara contra el suelo del auto. Sus manos temblaban, su mandíbula se apretó y en sus ojos solo distinguí ira hacia las personas que la lastimaron una y otra vez. Tanto Andrea como yo estábamos cansados de luchar contra el mal y perder una y otra vez. ¿Hasta cuándo pelearíamos? ¿Cuándo lograríamos abandonar el ring?
No me quejaba de estar con ella, ni de sobrevivir como lo hacíamos. Me quejaba del maldito universo, del jodido destino, de los putos dioses que manejaban los hilos de nuestra vida. Odiaba con toda mi alma al escritor de nuestra historia por usar toda su crueldad contra nosotros. ¿Acaso éramos los únicos que merecían sufrir? ¿Por qué no miraban la maldad? ¿Por qué no hacían nada? El maldito hilo rojo del puto destino le rindió honores a su nombre. Nuestro maldito hilo fue teñido con la sangre de los inocentes que murieron en nuestra historia, y quienes dieron su vida por el puto final.
—Ezra, Ezra… —Andrea me sacó de mis pensamientos—. Mi hija.
—Estará bien.
—No lo sabes —refutó con lágrimas en sus ojos.
Apreté sus mejillas y la miré a los ojos.
—Por mi vida, te lo juro.
Y las promesa de un vaquero, se cumplen a cabalidad.
Intenté calmar a Andrea, pero hacerlo era como navegar una embarcación en medio de una tormenta. Ella no pensaba en nada más que no fuese su hija o la protección de la misma. No estaría tranquila hasta que Samantha estuviese en casa, protegida. Lo único que abarcaba su mente y le robaba pensamientos, era saber qué otras cosas hizo Leonard con ella. Él pensarlo hervía mi sangre y sacaba la peor parte de mí. Esperaba que la loca mente de Leonard no pensara siquiera en ponerle una mano donde no debía, o el Nicholas Eastwood que casi lo mató en el baño de la cárcel, saldría a flote.
Cuando Andrea logró tranquilizarse un doceavo, encendí el auto y conduje a la zona que ella me indicó. Seguía sin conocer Nueva York. No fue hasta esos momentos en los que salí de turista. Y ni siquiera podía catalogarlo como turismo; si lo hacía, era igual a decir que el infierno no era más que un cuarto para bajar de peso. Andrea movía su pierna con desesperación, mis palmas sudadas resbalaban del cuero del volante y mi corazón no dejó de latir desbocadamente hasta el lugar que ella señaló con su índice.
Era un lugar inmenso, casi al punto de debatirse un duelo con las nubes. Estacioné junto a un tumulto de escombros, maquinaria pesada y bajo la inmensa grúa que se alzaba contra el lado norte del edificio. Bajé y caminé sobre los restos de cemento duro, mientras el frío taladraba mis fosas nasales. El aroma del concreto, el metal de las cabillas y los tumultos de tierra, nos condujeron a la entrada del edificio.
Andrea se adelantó varios pasos. Yo me quedé observando los cristales que cubrían gran parte de él. Los vidrios captaban el color de las nubes y se tornaban en un gris oscuro, casi demoníaco y perverso. El lúgubre clima no hizo más que reírse de nosotros y el destino que nos deparaba dentro. Andrea llamó mi nombre, la seguí. Subimos trotando peldaño por peldaño, piso por piso. En el octavo se le agotó el aire y se detuvo unos segundos a retomarlo. Colocó las manos en sus rodillas y respiró profundo.
Observamos la ciudad que se achiquitaba cada segundo más, a medida que ascendíamos al cielo. Mi respiración se entrecortaba y mis palabras apenas sonaban. Era complicado subir tantos pisos, por escaleras, cuando el corazón bombea la sangre necesaria para mantener el cerebro activo, pero gran parte de ese mismo cerebro se mantiene ocupado con imágenes que no dejaban de taladrarme. ¿Y si llegamos tarde?
Nos detuvimos dos minutos antes de continuar. El aire se sentía cada segundo más pesado, mis pulmones se apretaron y las piernas de Andrea temblaban al llegar al onceavo piso, uno donde se encontró nuestro final. Me sostuve de la pared y resbalé. Sentí que la pared de concreto rompía mi chaqueta. El aire no entraba perfectamente a mis pulmones y mis manos resbalaban entre ellas. Me estaba ahogando y no lo sabía.
Andrea cerró los ojos, sudor corriendo por su rostro. Le pregunté si estaba bien y solo asintió. Jamás en un momento como ese diría que estaba cansada o que necesitaba unos minutos más. Ya estábamos en el piso, y solo nos quedaba enfrentar el elefante que se lanzó sobre nosotros. Las ventanas estaban sucias, pero la ciudad se veía bajo nosotros, con algunas capas de neblina cubriendo sectores selectos. Las cabillas, las vigas, el concreto y los bloques, los dejamos algunos pisos atrás, pero el olor a concreto fresco aun reinaba dentro del lugar, sin desaparecer por las ventanas viertas.
Andrea asintió en mi dirección y le permití entrar primero. La seguí de inmediato, como un mal guardaespaldas; debí entrar primero. Nuestras miradas cayeron de inmediato en la muchacha amarrada en el centro del piso, con una mordaza en su boca. A Leonard no le bastó herirla, sino que también la trataba como a un perro rabioso. Él controlaba el lugar, estaba solo y éramos sus víctimas. Y aunque nadie oiría los gritos de Samantha, su locura no lo dejaba pensar con claridad ni objetivamente.
—¡Samantha! —gritó Andrea y corrió hacia ella.
—Quieta —vociferó Leonard al salir de la oscuridad trasera, con la misma arma en sus manos y esa frívola mirada en sus ojos—. No te acerques, rojita.
Coloqué mi brazo en el estómago de Andrea para alejarla de él.
—Solo vine por mi hija.
—Viniste por mí. —Una enorme sonrisa apareció en sus labios. Miró a su izquierda, a una ventana cerrada y una cima de bloques rojos—. ¿Viste, Ellie? Te dije que vendría.
Andrea me miró y todo tuvo sentido. Leonard había perdido completamente la cabeza. No solo era un asesino secuestrador, sino que también veía personas donde no estaban. Él veía a Ellie, su novia de años atrás, la que murió cuando estampé mi auto contra ella. Eso me recordó de nuevo la cárcel y todo lo que sufrí para pagar esa deuda que sentía conmigo mismo y las personas a las que lastimé por pensar en mí.
Andrea no lloró o mostró debilidad. Lo enfrentaría y ganaría. Eso quería creer antes de pensar que terminaríamos acribillados en manos de un demente y seríamos el titular del siguiente día. Leonard le sonreía a la persona, fantasma o muerta, que veía junto a los bloques. Era increíble que una persona con su desorden psiquiátrico nos estuviese manejando. Tal vez por esa razón Andrea jugó sus cartas e intentó entrar en su cabeza.
—¿Por qué haces esto, Leonard? —Ella comenzó a acercarse un poco a él, temerosa. Cuando di un paso en su dirección, ella me detuvo y me lanzó una de esas miradas en las que me indicaba que se haría cargo del asunto y que podía manejarlo sola—. A Ellie no le gustaría que lastimases a una persona que ella quería.
—Ellie esta molesta porque tú la mataste —susurró—. Y sí, ella no debió sacar el auto, pero por tu culpa ella esta en todas partes… y en ninguna. ¡Esta aquí ahora!
Se comportaba más violento a cada segundo. Era complicado manejar a una persona que no entendía de razones y todo le parecía mal o dañino. Quería proteger a Andrea de todo lo malo que nos rodeaba, pero no podía luchar contra él; no era igual a enfrentarnos a puños, que tener en medio de nosotros un fusil de asesino. Di un paso adelante y tiré del codo de Andrea. Ella me preocupaba. No podía arriesgarse en un fuego cruzado. Y sí, era su hija, pero también debía pensar un poco en ella.
—Esta loco —mascullé entre dientes.
—Así son más peligrosos —indicó al girar un poco su rostro.
Cuando creímos que Andrea había logrado ganar un poco de ventaja, él amenazó y comenzó a contarnos una verdad que desconocíamos. Leonard no era la persona que estaba ante nosotros, o no lo fue en un inicio. El odio, la venganza, el dolor, la tristeza y la amargura forjaron su nueva personalidad e hicieron de él esa bestia que sería capaz de acabar con una persona inocente solo por el dulce placer de la maldita venganza.
—Leonard —emitió ella—. ¿Puedo acercarme a Samantha? Por favor, te lo suplico.
—¡No! —gritó embravecido—. Tú eres la toxina que me envenenó. Yo no era así, Andrea, pero cuando llegaste tú y tú maldito vaquero todo se fue a la mierda. Maximiliano se empeñó en conseguirte, en que fueses suya, y se llevó a todo el mundo entre sus cuernos. —La ira brotaba de él—. Fue él quien mandó a matar a Clarice para quitarme del camino… Yo me vengué, lo hice. Le pagué con la misma moneda.
Tragué la saliva en mi boca y me mantuve en guardia.
—¡Yo maté a su hijo! Lo secuestré cuando salió de la escuela y lo llevé a mi casa de campo a las afueras de la ciudad. Lo torturé de la misma forma que a los otros cinco. Al final, como broche de oro, lo quemé cuando aún estaba vivo. —Relató de una frívola manera la muerte de un niño que tampoco merecía ese final—. Quería que Maximiliano sintiera la misma impotencia que yo sentí cuando quemó a mi novia.
Movió el fusil a mí y me señaló con el cañón.
—Tú entiendes lo que siento, Ezra. Mató a tu padre, te metió a la cárcel y me pagó a mí para hacer de tu vida un infierno. Me pagó para que te matara, pero no logré obtenerlo. —Sus ojos perdieron enfoque y quedó trastornado por segundos—. ¿Sabes por qué tu hija esta aquí, Andrea? Esta fue su idea. Es la carnada del tiburón. Él me dijo dónde encontrarla y cómo hacerlo. Maximiliano lo sabe y lo maneja todo… ¡Esta loco!
Leonard, inconscientemente, nos contó lo que hizo y quién era el artífice de todo eso. No era de extrañar que las sangrientas y meticulosas manos de Maximiliano Hartnett estuviesen involucradas en ese secuestro. Solo una mente retorcida, oscura y sin temor a las represalias, haría una bestialidad como desfigurar a una niña.
Andrea dio otro paso adelante y elevó las manos. Se tornaba sumisa ante él, como si Leonard tuviera la potestad de acabar con todo; y aunque lo tenía, había maneras de quitarle al arma. Andrea no era una mujer violenta o agresiva. Ella usaba su inteligencia para acabar con los malos. En el caso de Leonard, usó el mejor recurso que tenía: Ellie. Si él decía que la veía y que hablaba con ella, lo mejor era que Andrea fingiera lo mismo para crear un vínculo empático y conseguir liberar a Samantha.
—Sé el daño que Maximiliano ha provocado, pero mi hija es inocente, al igual que tu Clarice. Todos hemos sido víctimas de él. Tú no deberías seguirle el juego. Debes desafiarlo y enfrentarlo. Ya basta de atropellos y malicias. Ya basta de derramar sangre inocente. —Andrea lo usaba en contra de Max—. Mi hija no merece estar ahí.
—Lo sé. —Alzó de nuevo el fusil contra ella—. Deberías ser quien estuviese aquí.
Andrea me lanzó otra de sus miradas cuando intenté alejarla de él.
—Escucha, Leonard. Ellie no quiere esto, yo lo sé. —Se acercó y el retrocedió por instinto—. Así como tú la vez, yo también lo hago. Ella me dice que eres un hombre bueno y que te ama. Ella quiere que dejes ir a Samantha para que puedas estar con ella.
—¿Ella dijo eso? —preguntó indeciso y bajó el arma.
—Sí —afirmó Andrea—. Me lo acaba de decir. Esta aquí.
—¿Dónde esta?
—Esta… —Andrea miró en todas las direcciones—. Esta aquí, a mi lado.
Por un momento Leonard dudó de su realidad. Con el arma baja, me acerqué algunos pasos, pero no fui tan ágil o rápido como debía. Leonard alzó el arma, la posicionó entre nosotros, de un lado al otro. Sus dientes apretados contraían su mandíbula y en sus ojos solo atisbé ira y resentimiento, seguido de un disgusto por algo que Andrea no debió afirmar ante un hombre tan destornillado como él.
—¡Mientes! —gritó y accionó el arma—. Me mientes como a un niño.
La bala rozó el brazo izquierdo de Andrea. Perforó unos centímetros de su carne y la sangre fluyó como agua entre las manos. Es escándalo de la sangre cayendo por su brazo y goteando en el suelo, me volvió aún más loco que él. Di un paso en su dirección y le grité que estaba loco, que cómo se atrevía a dispararle.
—Tú no hables, malnacido. —Apuntó de nuevo el arma. Esa vez no sentí miedo o temblor. Me enfrenté muchas veces a la muerte como para temerle. No existía mejor recompensa que morir salvando a la mujer que amaba—. Por tu culpa Clarice esta muerta. Si no te hubieses metido en medio, Andrea sería de Maximiliano y yo tendría a mis chicas vivas. ¡Ustedes son los malditos que culpo por esas muertes!
Rasgué la parte baja de mi camisa y le coloqué la tira en el brazo. Leonard reía como el desquiciado que era, con sus ojos saltados y esa demencia en su mirada. Sería capaz de matarnos por el simple hecho de estorbar en su camino. La ira que sentía por verla derramar sangre, con las rodillas en el suelo y sus dientes apretados, sacaron la parte bestial que se arrojaría contra él de no ser porque Andrea me detuvo.
—Ezra, no. Esta loco.
—Loco y todo, pero si te acercas… te mato —afirmó Leonard.
Lo siguiente que sucedió fue el final; el tan esperado final que tardó catorce años en propiciarse. Al fin ese vaquero de Charleston tuvo un propósito, y esa periodista de hermosas pecas logró el final que deseaba. Lo siguiente fue oscuridad, sangre, disparos y una decena de pensamientos que mantuvieron mi alma en vela, hasta que la oscuridad lo arropó todo y el sonido del último disparo ensordeció mis oídos.
Coño, Yajure, me dejas con el alma en un hilo 😭
Sigo pasando por todo tipo de emociones: adrenalina, emoción, angustia, ira, dolor... ¡Voy a terminar tan loca como Leonard!
Ese maldito ca$@#& se merece lo peor por todo lo que le hizo a mi bebé 😡😭
Que hiciste que hiciste se acaba de ir mi vaquero solo siento brotar el llanto de mis ojos una neblina que poco me dejo que terminara el capitulo quiero la bestia de leonard para matarlo con mis propias manos .
Estoy llorando de dolor. Siempre supe que Leonard cobraría su venganza, Pero también estaba la ilusión de que no fuese tan cruel el final y que el hilo Rojo soportaría un poquito mas estoy sin palabras y con el corazón achicharrado. Ahora solo queda esperar que el corazón y el alma de nuestros protagonistas al fin pudieran ser felices pero bueno no siempre los mejores finales son los felices....
A comprar mas pañuelos..........
Yo en cambio no voy a opinar nada del desgraciado miserable engendro del diablo maldito peón
#REZEMOSPORQUEEZRA,ANDREA,YSAM NOMUERANNNNN.......AMEN
Es un desgraciado :c merece morir de la peor manera. No puede tener una muerte tan sencilla :c debe sufrir, Aime.
#CADENADEORACIONPORELBIENDETODAS
Por favor por favor que no haya matado a Ezra!!! Que esté herido pero no muerto. No puedo resignarme a ese destino. Como él mismo pensó: no puede ser que todo lo malo les toque a ellos. Que se viene ahora?
Estoy tratado de recordar las pistas de Sam...
Aimeee, Ezra dijo q t odia, t dedicó unas palabras 🤣... Dejando eso d lado creo q aquí falta un personaje, Max tiene q hacer su aparición, la estrella del show no puede ser Leonard, entonces mientras eso sucede, pienso q aún nadie está en riesgo de morir. Ese loco, el q habla con Ellie, no creo q tenga futuro, su odio lo consumirá y Max es el candidato a acabar con su vida, y si no muere, libre no queda.
Andrea y Sam me preocupan, x la forma en como saldrán d esta situación, si la superan ilesas. Y Ezra hará lo q sea para acabar con el sufrimiento d ellas y preservar sus vidas. Es complicado vaticinar su final, pero dolor y lágrimas habrán.
¡NO PUEDE SER! NO SUELO MALDECIR, PERO... ¡MALDITA SEA JODER! ¿cómo me haces esto mujer? nononono, quiero que Leonard tenga la peor muerte de todas, lo odio, lo odio. Mi puto amor por él se fue :c Ezra nooooo Aime :c di que fue solo un jodido sueño y que cuando menos lo esperemos se va a despertar y ya. :c
¡NO PUEDE SER CIERTO COÑO!
AIME NO, EN SERIO EN SERIO NO PUEDE TERMINA ASÍ. ESTO ME ESTA MATANDO MUJER, ES EZRA, MI COSITA HERMOSA :c no lo acepto, me niego a un final tan trágico. No puede morir, merecen un poco de felicidad; ellos merecen un final feliz después de tantos daños y tragedias.
¡ME NIEGO A PENSAR QUE MURIÓ! ¡NO LO ACEPTO COÑO! ¡ME DECLARO EN HUELGA!
Yo me uno a tu Huelga.............................
Solo se que dio su vida como el se lo prometio a andrea esto Aime si es bonito pero triste por no lograr la felicidad que tanto deseaban Andrea y Ezra..................
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