Mal de la cabeza – Cuento no apto para adultos
Hola, amigos. Hoy, comparto un cuento que me encanta, ustedes juzgarán por qué… ¡Saludos!
Fuente
Faustino era un niño muy alegre que le gustaba ayudar a los animales. Sobaba patas, vendaba hocicos, limpiaba heridas, sanaba picos. Un señor le comentó:
― Oye niño, tú debes estar mal de la cabeza, porque nadie cura sin cobrar media moneda. Tienes el chirimigüire malo, y seguramente los resortes principales del cerebro se han debido salir de su lugar, además creo que debes aceitar la caja transmisora de información circunstancial del cerebro, por eso debes ir de inmediato con un médico.
El niño siguió su camino un poquito preocupado, pero siguió sanando a sus amigos desamparados.
Una señora muy respingona pensaba lo mismo de su personalidad colaboradora.
―Oye niño, tú debes estar mal de la cabeza porque nadie cura sin cobrar media moneda. Debes tener la chucufleta del hombro izquierdo sin lubricación lo que no te permite extender el brazo para cobrar y además el extensor de la cuartilla quinta de tu mano derecha se debe haber quebrado, para que no cobres nada debes estar chiflado, por eso debes ir de inmediato con un médico.
El niño siguió su camino un poco más preocupado, pero siguió sanando a sus amigos desamparados.
Un señor encorbatado no estaba de acuerdo con que no se cobrara ni medio.
―Oye niño, tú debes estar mal de la cabeza, porque nadie cura sin cobrar media moneda. Las rótulas vertebradas de tus piernas concavadas no deben estar en buen funcionamiento porque quizás no te puedas mover a cobrar ni un céntimo, y el receptor de alerta a ganancias extremas no debe tener señal lo que no te permite oír cuando te quieren pagar, por eso debes ir de inmediato con un médico.
El niño ya muy preocupado, finalmente consultó a un doctor.
― Doctor, debo tener problemas con el chirimigüire, la chucufleta, el extensor de la cuartilla quinta, la caja de información circunstancial, las rótulas vertebradas y el receptor de alerta a ganancias extremas, porque no me gusta cobrarle a la gente cuando puedo sanar a los animales.
El doctor lo ayudó.
―Un ajuste por aquí, una aceitada por acá, y un encuadre por acuyá, estás listo y mejor preparado para curar a los demás.
― ¿Cuánto le debo doctor?
― No, no, no, no. No me debes nada.
― Oye niño, tú debes estar mal de la cabeza, porque nadie cura sin cobrar media moneda. Tienes el chirimigüire malo, y seguramente los resortes principales del cerebro se han debido salir de su lugar, además creo que debes aceitar la caja transmisora de información circunstancial del cerebro, por eso debes ir de inmediato con un médico.
El niño siguió su camino un poquito preocupado, pero siguió sanando a sus amigos desamparados.
Una señora muy respingona pensaba lo mismo de su personalidad colaboradora.
―Oye niño, tú debes estar mal de la cabeza porque nadie cura sin cobrar media moneda. Debes tener la chucufleta del hombro izquierdo sin lubricación lo que no te permite extender el brazo para cobrar y además el extensor de la cuartilla quinta de tu mano derecha se debe haber quebrado, para que no cobres nada debes estar chiflado, por eso debes ir de inmediato con un médico.
El niño siguió su camino un poco más preocupado, pero siguió sanando a sus amigos desamparados.
Un señor encorbatado no estaba de acuerdo con que no se cobrara ni medio.
―Oye niño, tú debes estar mal de la cabeza, porque nadie cura sin cobrar media moneda. Las rótulas vertebradas de tus piernas concavadas no deben estar en buen funcionamiento porque quizás no te puedas mover a cobrar ni un céntimo, y el receptor de alerta a ganancias extremas no debe tener señal lo que no te permite oír cuando te quieren pagar, por eso debes ir de inmediato con un médico.
El niño ya muy preocupado, finalmente consultó a un doctor.
― Doctor, debo tener problemas con el chirimigüire, la chucufleta, el extensor de la cuartilla quinta, la caja de información circunstancial, las rótulas vertebradas y el receptor de alerta a ganancias extremas, porque no me gusta cobrarle a la gente cuando puedo sanar a los animales.
El doctor lo ayudó.
―Un ajuste por aquí, una aceitada por acá, y un encuadre por acuyá, estás listo y mejor preparado para curar a los demás.
― ¿Cuánto le debo doctor?
― No, no, no, no. No me debes nada.
¡Agradezco como siempre sus lecturas, y... por aquí andaremos!
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