EL ETERNO INSATISFECHO
Como mencioné en el anterior post, nos reconforta percibir nuestra imagen en el espejo, ¿pero qué sucede si lo que vemos no nos gusta? cuando ese “yo ideal” no aparece.
Cuando detectamos nuestras propias imperfecciones el malestar y la insatisfacción se hacen presentes.
Aquí habría que diferenciar dos tipos de insatisfacción:
La insatisfacción necesaria, es decir, aquella que nos mueve a lograr nuestros objetivos, que nace de un deseo profundo y no de apetitos pasajeros. Aquí, el paso del tiempo se considera un requisito necesario para alcanzar la meta y al hacerlo se da un sentimiento de sosegada satisfacción, que es estable y duradero
Por otro lado, está la insatisfacción patológica, aquí destaca la prisa por llegar a la meta y la concepción del tiempo como un recurso perdido, algo nos pide siempre más y a pesar de dar el máximo el resultado siempre es el mismo: frustración. Cuando esto pasa la tristeza y el desánimo aparecen rápido con importantes consecuencias sobre la motivación y el rendimiento.
Para muchos la primera opción es la que adopta el conformista y la segunda es la forma de entrenar de los mejores. Es un error, los grandes atletas son aquellos que saben trabajar con la dosis de insatisfacción justa y quizá eso sea lo más difícil porque conlleva un gran conocimiento de uno mismo (nosce te ipsum).