Estudiar Medicina me mató.

Estudiar Medicina me mató

Quiero compartir con ustedes mi experiencia al cursar esta carrera, con el fin de orientar y dejar una enseñanza.
!

Cuando era niña yo quería ser veterinaria, el amor y la compasión por los animales son valores que siempre han estado presentes en mi vida, sin embargo, mi padre nunca me apoyó, para él lo más importante es el aspecto económico y siempre me dijo que “moriría de hambre siendo veterinaria” . Sus palabras se me quedaron tan grabadas que al llegar a la preparatoria, nivel de educación en el que ya tienes que decidir cuál será tu futuro y a qué te piensas dedicar, en todas esas pruebas vocacionales descarté por completo la medicina veterinaria y dentro de mi inocencia e ignorancia se me hizo fácil pensar: “Si no puedo curar animalitos, puedo curar personas y seguramente tendré la aprobación de mi padre” , ésa fue la peor decisión que pude tomar (o tal vez no, más adelante explico porqué).

Comencé a buscar universidades y efectivamente, mi padre estaba más que feliz. Intenté ingresar en las públicas pero al final opté por una escuela privada localizada a más de 2 horas de la ciudad dónde vivía. El lugar me gustaba pero nunca sentí que pertenecía realmente. Los primeros días fueron difíciles por falta de transporte, falta de amistades, lejos de mi familia y un mundo totalmente nuevo para mí. Poco a poco me fui adaptando a las materias, a mis compañeros, a mis maestros y a ese entorno lleno de términos médicos, de hijos de doctores, hermanos de doctores, sobrinos y nietos de doctores.

Así sobre llevé 4 años y medio, conocí gente increíble, me enamoré unas cuantas veces, mis días eran de casa a la escuela, de escuela a hospital, de hospital a hospital, de hospital a casa, de casa a clínica, de clínica a escuela… y nunca me sentí plena, a pesar de que en mi país el hecho de estudiar medicina ya te suma un valor a tu persona, yo nunca me sentí orgullosa, nunca disfruté ir a mis clases o estudiar para un examen o asistir a las prácticas porque NO era mi vocación.

Y aunque me esforcé y me gradué con un promedio superior a 9 no fue suficiente para motivarme a seguir. Al terminar, aún me faltaba un año de Internado rotatorio (mejor conocido como infiernado) y otro año de servicio social. Para mi internado elegí mi plaza en un Hospital Militar, un lugar increíble donde me brindaron hospedaje y una comida buenísima, pero eso sí, mucha disciplina. Estuve allí pocos días, recibí consejos de todo tipo, gente que me motivaba a seguir y gente que me hizo entender que no debo poner nada antes que mi propia felicidad, y así fue como decidí darme de baja.

Actualmente regresé a vivir con mi madre, estoy trabajando en una y otra cosa, estoy renovando mi habitación de la infancia, estoy aprendiendo a cocinar y me inscribí al gimnasio, todo mientras decido qué hacer de mi vida, pero me siento tranquila, me siento feliz, creo que estoy sanando mi mente y mi alma de tanto estrés y frustración que sentí a mi corta edad.

No me arrepiento del tiempo, el dinero y la dedicación que invertí porque a cambio obtuve la mayor recompensa, una experiencia de vida, aprendí tanto sobre el ser humano, aprendí a valorar a los médicos por todo lo que tienen que pasar para ser reconocidos, pero sobre todo aprendí a valorarme a mi.

Comparto esto como una etapa de mi vida que tal vez varios han llegado a experimentar a diferentes grados y en distintas situaciones. Mi mensaje es que no se dejen llevar al tomar decisiones tan grandes, infórmense bien, siéntanse siempre seguros. Sean felices en lo que hacen aunque a los demás no les parezca y sobre todo, si creen que no están en el camino correcto no tengan miedo de cambiar de opinión, nunca es demasiado tarde. Prefiero ser un viejo feliz que un joven amargado.

Buena vibra y buena vida!!

25/02/19