Quiero pedirme perdón por todas mis promesas (poema)
Es hora de hacer un recuento
de esculcar entre mis dedos y mis labios
las palabras que un día me hicieron falta.
Quiero pedirme perdón por mis promesas,
juntar la vergüenza que me dejó el amor en el zaguán…
Tras mi puerta el mundo calla,
allá afuera el mundo duerme y calla,
yo lo imagino completo,
como si fuera él uno
y yo otro…
Hay tanto aún por decir,
tanto que se ha podido decir
tanto que no me han dicho
cosas que no dije, que no conozco, que no eran;
cosas que no sé decir
quizá…
Una palabra de amor para algún hijo mío,
– desde hoy ya te adoro -,
una palabra de venganza para mis enemigos,
¿por qué me haces daño? si yo soy yo
yo no te conozco.
Faltan palabras donde quepa un abrazo enorme,
una sonrisa con plenitud triunfante,
algún reproche, quizá una canción o dos,
una voz suavecita, conocida
para poder dormir cuando tenga miedo.
Quizá ha llegado la hora de hacer un recuento,
no me gusta esto de hacer cuentas conmigo,
de pedirle cuentas a mis manos
de saldar con mi poesía la deuda de mi pasado
de amontonar mis sueños sin orden ni categoría,
esto de llamar al amor de vida para avisarle que estoy vivo
que todavía vivo.
Hay tantas cosas que no me han dicho,
cosas que no he podido decirme
cosas, palabras, miradas
que pudieron o pueden salvarme de una noche triste
o arrimar besos de gente sin nombre
no me importa
yo quiero buscar manos hermosas con signos y señales
cosas que pudieron ser cosas bellas,
con certeza
yo quiero algo de certeza.
Me queda tanto por hacer que quizá sea tiempo de hacer cuentas
para empezar de nuevo,
para no temerme, para no arrastrar cadenas
tengo ganas de pedirle a mi futuro un pedazo de certeza
para saber que estaré bien
que me quedará fuerza y brillo en los ojos
que seguiré siendo un incansable enamoradizo,
que seguiré siendo un necio sin mucho arreglo,
no me importa,
me quiero.
Quizá sea tiempo de echar cuentas
y pedirle al destino un empujón, una pista, una señal o un sueño
lo que sea
pero mejor un sueño que no se termine al despertar
un sueño que me traiga la luz de mis veinte años
la convicción de la vida universitaria
la terquedad que un día me instaló una mujer inmensa como el cielo azul,
la pasión de ser siempre un mejor hombre
un sueño que me traiga la certeza de un futuro cercano
de ver a mi Atleti campeón de la Champions
aunque sea una vez,
quiero la certeza de entender que llorar me hace bien,
o que fumar me hace mal.
Me queda tanto por hacer que quizá llegó el momento de hacer un recuento,
de darme cuenta que ya no tengo esos veinte años,
y que estoy cada día más solo
y que estoy cada día más lejos de mí mismo
y que estoy cada día más cerca de un futuro al que no aprecio y temo.
No tengo mucho,
no tengo casi nada
pero tengo bastante para la gente que me quiere
y a la que quiero y no me quiere – o querrá nunca –
me queda suficiente para los que
aún cuando me estoy derrumbando,
apuestan por verme crecer,
y tienden su mano de escalera,
y me dicen que todo estará bien.
Quizá ha llegado el momento de volver a empezar,
de entender que allá fuera el mundo duerme,
que yo soy el de siempre
que nada es certero
y que el futuro está al doblar la esquina
o al cerrar mis ojos.
Es hora de decir lo que nunca he dicho,
y de esculcar entre mis dedos y mis labios
las palabras que un día me hicieron tanta falta.
Quiero pedirme perdón
por todas mis promesas
y encontrar un agua para la sed de la certeza.