Catarsis en una Playa del Caribe - ( CUENTO )
Todos adoramos ir a la playa.
Pero este lugar también hace reflexionar.
De eso se trata esto que escribí.
Fuente
Chimana Segunda
El calor del sol lo despertó. Sentía ardor en los ojos, los labios resecos y la cabeza le dolía como si se la hubiese partido un rayo. No lograba pensar con claridad ni recordar nada y su aliento emanaba ron y desastre. Todo era culpa de la noche anterior, una en donde se había perdido intentando cosas nuevas. No le resultó muy bien, el problema de botar la casa por la ventana es no saber luego en dónde ha caído.
Sintió vergüenza de sí mismo, hacía tiempo que se había prometido no volver a caer en esos estados. Pero era un tipo depresivo, de esos que no ven el vaso medio vacío porque ya ni siquiera tienen en frente ningún vaso. Nada le importaba: trabajo, rutina, alimentar al perro, ir a comprar pan. En el pecho se le plantó un agujero negro que se iba expandiendo y tragando poco a poco sus órganos, su esperanza. No quería salir de la casa y siempre tenía ganas de caerse a golpes con alguien que no estaba, que ni siquiera existía.
Solo a sus amigos más cercanos les tenía paciencia. No eran muchos, apenas dos o tres y la verdad ellos eran los que le tenían mucha paciencia a él. Pero sus amigos estaban entre planes, metas, ganas de salir adelante. Para lograrlo era necesario irse lejos, muy lejos, tanto como fuese posible para superar la crisis criolla en donde el caos le daba la comida al orden.
Se quedó solo y más irascible que nunca. Pasaron los días, las semanas y los meses. La soledad agrandó el hueco en su interior hasta abarcar un pedazo considerable de estómago. En el punto en el que debería hallarse el corazón sentía frío constantemente, quizás hacía mucho que había muerto sin darse cuenta, o de repente solo era un obstinado que no tenía un porqué luchar en esta vida.
Por eso una noche (la de anoche), cuando estaba al borde de la catástrofe, salió de la casa buscando refugio en las profundidades abisales de un bar. Y bebió solo y bailó con extrañas y esta vez sí pudo darse golpes con otros solitarios igual de estúpidos. Incluso eso, incluso todo. Volvió al caos porque por lo menos en este no se sentía tan solo y ya no pensaba en la muchacha, su muchacha, esa con la forma de caminar ineludible y el cabello rizado, esa que también se marchó. No le importaron los excesos ni terminar en un baño vomitando al destino. En algún punto todo quedó en blanco y ya no supo más. Había sido desconectado de la realidad, viajado hasta una galaxia muy lejana y visto la cara de la muerte.
Más que el calor, fue el sonido de las olas lo que lo despertó. Con la cabeza rota por el rayo se incorporó para mirar a su alrededor. Estaba acostado en la arena de una playa. Cómo había llegado hasta ahí no lo sabía. Tampoco tenía a nadie cerca que se lo explicase. Se levantó tambaleándose. Era una isla que en la cima de un cerro tenía un faro. Podía asustarse por no saber en dónde estaba pero prefirió quedarse tranquilo, abstraído, despegado.
Prefirió sentarse en ese rincón tan alejado del universo y de la furia de sí mismo. Estaba mejor así. Debía ser mediodía y él se sentía tranquilo. Quizás la noche y aquella isla promovían un nuevo tipo de catarsis. El nombre de la última era Chimana Segunda.
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Increíble cuento, he estado leyendo varias cosas y es algo del gusto. Siento una conexión con lo que escribes.