Que nuestros hermanos lleguen a sernos muy queridos
Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. 1 Tesalonicenses 2:8
Cuando aceptamos a Cristo como nuestros Señor, Dios nos acepta en su familia y literalmente intercambia nuestro "corazón de piedra" muerto por un "corazón de carne" viviente (Ezequiel 11:19). ¡Con este intercambio viene la transformación! Nuestros mayores deseos comienzan a ajustarse a los deseos de Dios y, en última instancia, queremos hacer la voluntad de Dios más que cualquier otra cosa. Este cambio ocurre en el interior de nuestro ser; es un cambio central en la identidad.
Si bien nunca seremos perfectos en esta tierra, si compartimos una unidad con otros creyentes en Cristo; nuestros hermanos. Cuando nos reunimos hermanos y hermanas en Cristo es un tiempo de compañerismo que nos permite entender cómo Pablo, Silvano y Timoteo se habían vuelto tan "afectuosamente deseosos" de los tesalonicenses. Nuestros hermanos y hermanas cristianos también deberían ser "muy queridos por nosotros".
Le propongo en este día un tiempo para orar por nuestros hermanos y hermanas en Cristo; y cultivar el amor de unos para con otros.
Oremos: Gracias Padre por este día, gracias por el amor y afecto de mi hermanos y hermanas, bendícelos y prospéralos Señor en el nombre de Jesús. Amén!