Un Nadie
Yo soy un “Nadie” y ¿tú?
Recuerdo cuando en mi país murió el presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Espere, no deje de leer que no le voy a hablar de política. La referencia la hago desde el punto de vista cronológico. Por favor le invito a que retomemos la conversación.
El acontecimiento comentado se transformó en noticia de primera plana. En uno de esos días, estaba frente al televisor y comenzaron a transmitir el traslado de sus restos. Se veía en la pantalla una multitud de personas llorando y corriendo tras la carroza fúnebre. La gente que entrevistaban se desvivía en referir elogios acerca de su persona y sus logros en favor del pueblo, Latinoamérica y el Mundo. En esa época, tenía fresco en mi sentir la muerte reciente de mi padre. Me turbó tanto el choque contrastante entre las imágenes que transmitía la TV y lo que había vivido en carne propia durante el sepelio de mi progenitor que me puse a reflexionar con un dejo de tristeza sobre ambos hechos. Que disímil era lo vivido con relación a ambas muertes. Para mi Chávez era un simple líder político. En cambio, mi papá, ese insignificante hombre para concepto de muchos, esa persona desconocida para la humanidad y recordado por sólo un puñito reducido de personas, en fin, un “nadie”, a juicio de los entendidos, ese señor que sólo había estado a cargo del destino sólo de los miembros de su pequeño núcleo familiar, era para mí, la persona más importante del mundo. Más que cualquier personaje de los que a uno le han enseñado a catalogar como relevantes.
Amigo piense un momento acerca de que, en este planeta, donde habitan actualmente unos siete mil millones de personas, muy pocas personas tienen la suerte, por decirlo de alguna manera, de llegar a ser personas reconocidas, exitosas, según la opinión de los que los rodean, admirados por el común de sus congéneres, imitados por la juventud, erigidos como modelo a seguir, etc. La mayoría de los que vivimos, somos como mi papá, como Ud. y como yo, unos “nadie” pero no por ello, menos valiosos, pese a pasar inadvertidos. Estas líneas las escribo como un homenaje sentido y justo hacia esos, nuestros iguales “nadies”.
En una ocasión un docente nos comentó durante su clase, que esos héroes de los que nos hablaba en su asignatura de historia, no eran los únicos que habían expuesto conductas admirables. De los que nos hablaba, era sólo de aquellos que habían tenido la suerte de que algún historiador se había dedicado a escribir acerca de ellos, pero que había cientos, miles más, tal vez más heroicos que los referidos, pero de los que nadie había escrito algo. Que irónico e injusto me pareció aquello.
Es verdad que mi papa fue un simple mecánico con un nivel cultural muy elemental, pero era mi héroe. De él aprendí muchas cosas. Trataba siempre de imitarlo, de hacer cosas que condujeran a alcanzar su reconocimiento, su elogio. Me esforzaba para que se sintiera orgulloso de mi. Mi vida en gran medida es producto de su hechura. No sería el que soy si no lo hubiese tenido a él como padre. Me pregunto y le pregunto, ¿quién puede ser más importante para uno que la persona que nos dio la vida y nos hizo lo que somos? Y estoy seguro que esa, nuestra opinión, en nada se vería afectada por lo que nos pudiese argumentar otra persona. Igual opinión tengo acerca de mi Madre, mujer también humilde y de pocas luces. Desde el primer momento no les he hablado de ella pues para ese entonces, para mi alegría, aún vivía.
Ahora bien, le invito a que hagamos juntos algunas consideraciones. Los científicos estudiosos del hombre, esgrimen que nuestra especie tiene un millón de años sobre la faz de la Tierra. Se dice también que el Cerebro humano, desde entonces, ha tenido un volumen de unos 1500 CC. Es decir, que desde hace un millón de años, este mundo ha parido millones de seres humanos iguales a nosotros en cuanto al nivel de inteligencia. Sin embargo, ¿Qué ha pasado que a sólo un grupo muy reducido de hombres se le han adjudicado vidas, proezas, logros, etc. que les hace ser acreedores de ser mencionados como prominentes pensadores, artistas, etc.?
Sócrates, Platón, Confucio, Dalton, Galileo, Newton, Mozart, Picasso, Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Cesar, Einstein, Beethoven, Cervantes, Gabriel García Marques, Madona, Sofia Loren, Elvis Presley, Napoleón, Bolívar. Si seguimos haciendo una lista de personas famosas, ilustres, heroicas, prominentes, famosas seguramente llenaríamos varias páginas, pero indiscutiblemente el número sería millones de veces mayor si decidiéramos hacer un listado con los “Nadie”: Juan el chofer, Pedro el albañil, Petra la empanadera, Josefa la mamá de Luis, Arcadio el mecánico, Ramona la bodeguera, Alicia la ama de casa, etc. Pues si, llenaríamos millares de páginas con millones de nombres.
A uno se le viene a la mente una pregunta, ¿por qué alguien logra trascender y otro no? La respuesta la encontramos al analizar la dinámica de la vida misma. Los vericuetos de la vida colocan a unos en situaciones más propicias que a otros. Los hombres al igual que las plantas se desarrollan, fructifican, se reproducen, alcanzan su máximo esplendor en relación directa a las condiciones en las que les toca por suerte desarrollarse. Cuántas personas habrán nacido con un timbre de voz celestial y jamás cantaran en un espectáculo multitudinario pues nacieron y viven en selvas, remotos parajes o sitios miserables. Cuántos que andan con la música metida en cada una de sus células, jamás llegarán a ser virtuosos ejecutantes de algún instrumento o componer canciones magníficas pues nunca tendrán en sus manos una guitarra, un violín o un piano. Cuántos poetas de corazón nunca podrán sentarse a escribir un soneto pues no tuvieron la posibilidad de aprender a leer y escribir. Cuántos con un Cerebro ingenioso jamás realizarán grandes descubrimientos ni diseñaran maquinarias pues dentro de su vida miserable nunca contaron con instrumental de laboratorio y libros. Cuántos que realizaron actos heroicos difícilmente imitables por su temeridad jamás le será referida su proeza pues no sólo murieron ellos sino sus testigos, en fin, hay que estar en el sitio propicio y bajo las condiciones convenientes para poder expresarse de manera especial, notoria y del conocimiento y reconocimiento público.
Sean pues estas líneas un reconocimiento sincero y modesto para aquellos poetas que con su alma sublime y sin escribir siquiera un verso sembraron en el corazón de sus hijos y de sus congéneres el amor a la vida y les enseñaron a percibir la belleza en las cosas más sencillas de su entorno. Para aquellos compositores que, sin componer ninguna Sinfonía, llenaron el corazón de los que lo rodeaban con las sutiles notas de la alegría, de la esperanza, del amor. Para aquellos arquitectos que sólo construyeron puentes de unión entre los hombres y edificaron honestidad, sinceridad y rectitud de proceder. Para aquellos pintores que sin plasmar ningún lienzo pintaron la esperanza, la ilusión, la posibilidad de que si es posible lograr los sueños. Para aquellos médicos que con corazón noble curaron almas con su palabra bondadosa y sonrisa afable. Para aquellos filósofos que con su razonamiento sencillo pero acertado nos enseñaron a aprender a ser felices dentro de la escasez y las limitaciones, mientras impartían su cátedra en la universidad de la vida donde incluso ellos mismos estudiaron. Y que tanto o mas podemos alegar en favor de esos héroes que luchan batallas temerarias aun a sabiendas que están combatiendo en condiciones desiguales y que superando sus propias penas, tristezas, decepciones, desilusiones, etc. salen a trabajar día a día para llevar el sustento a su prole. Y qué decir de aquellas Chef que disponiendo de menguados insumos elaboran exquisitos platos usando su ingrediente secreto fundamental, “el amor”. Platos que evocaremos el resto de nuestras vidas y que nos llevarán a recordar con admiración mientras se nos hace agua la boca, la sopa que, hacia la abuela, la torta de piña de mi mamá, las hallacas que confeccionaba el viejo.
Considero que erradamente, durante nuestra enseñanza, colocan la pesada carga sobre nuestros hombros, de incitarnos a querer formar parte de la exclusiva lista de personajes notables. Una cosa es propiciar el que sintamos la necesidad de esmerarnos en ser cada día mejores, dar lo mejor de nosotros y otra cosa es que nos lleven a desarrollar, complejos y frustraciones por no haber podido alcanzar la notoriedad. En ese camino difícil que nos proponen transitar disminuimos la posibilidad de ser plenamente felices y poder llegar a estar satisfechos con nosotros mismos. Nos frustramos, nos estresamos, se afecta nuestra autoestima. Amigos, venimos a este mundo a ser felices. Somos seres únicos, especiales, inimitables, exclusivos, importantes para Dios quien nos conoce por nombre y apellido, que tiene cada una de nuestras partes escritas en su libro de la vida. Somos un milagro. Dios nos dio todo lo que necesitamos para ser felices y con esas cosas nacemos. Brazos para trabajar y alcanzar nuestro sustento. Piernas para dirigir nuestros pasos hacia caminos de paz, nobleza, buenos principios, cosas edificantes. Un Corazón para amarlo a él y a nuestros congéneres. Un Cerebro con prodigiosa inteligencia para que aprendamos a conocerlo, a adorarlo por sobre todas las cosas, para buscarlo con todas las fuerzas de nuestro corazón. Para que aprendamos a darnos cuenta y agradecerle todo lo bueno que hace por nosotros. Para que podamos percibir que nos conviene hacer y tratar de ser perfectos como él es perfecto.
Si no somos felices con quien somos, si fracasamos en la tarea de intentar ser la mejor persona posible, el mejor esposo, el mas abnegado padre, el mejor trabajador, el mas afable vecino, el más cabal ciudadano, habremos fracasado como seres humanos aun y cuando a alguien le parezca que somos excepcionales.
Yo soy un nadie. Cuando muera muy pronto mis huellas serán borradas de la faz de la Tierra y nadie me recordará. Parecerá que nunca existí. No se hablará de mí, no me reseñaran en los libros de texto. Nadie leerá mis poemas ni oirá mis canciones. Nadie adornará su sala con mis pinturas, pero seguro estoy que mis hijos me recordarán en alguna ocasión con amor y Dios Padre no me olvidará y me contará entre sus hijos. Logré superar la frustración de no llegar a formar parte de la lista de los notables, pero me considero exitoso, hice siempre lo mejor que pude. No le hice, a conciencia, mal a nadie. Trate de que con mi ejemplo mis hijos aprendieran a ser honestos, trabajadores, estudiosos, responsables, buenos seres humanos, cristianos, etc. Me equivoque en ocasiones, pero ¿quién no lo ha hecho? Me perdoné. Aprendí a verme en el espejo con respeto. Me hice dueño de mí. Aprendí a aceptar con orgullo que soy un “nadie “. Peor me hubiese sido estar contado entre los integrantes de la lista de los perversos, de los delincuentes famosos, de los tiranos, de la escoria de la humanidad.
Firma: un Nadie
Nota: Por aquello de eximir al publicador de las consecuencias que puedan sobrevenir como consecuencia de lo aquí expuesto. Reconozco este artículo como escrito por mi Douglas J. Leydenz Domínguez
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