3.14

Ágata me llamó esa mañana notablemente exaltada.
— He tenido un sueño confuso Miguel, el mundo era diferente…- me dijo con una preocupación inverosímil, impropia de una persona como ella, quien no le otorgaba significación ni importancia alguna a los sueños.
La conversación se prolongaría por casi media hora. Yo, sin querer ahondar en laberintos de profundidades oníricas, me limitaba a escuchar por cortesía, sin hacer mayores esfuerzos en comprender las explicaciones del mundo que ella había soñado. Las descripciones que me formulaba, no eran en nada distintas a las que yo hubiera podido hacer del mundo real que ambos compartíamos. Después de escucharla describir: “nubes blancas sobre la bóveda celeste arqueada”, “vistas en perspectiva donde los objetos lejanos aparentaban ser pequeños mientras que los cercanos aparataban ser más grandes” le pregunté ocultando mi desinterés:
— ¿Y en todo esto como llegaste a la conclusión de que el mundo era diferente?, todo suena bastante igual al mundo real.- Le dije con voz laxa.
— ¡Miguel, no has escuchado nada de lo que te dije! - Exclamó en un gritó seco cargado con irritación femenina – ¡En repetidas ocasiones medí la longitud de las circunferencias dibujadas en arena, papel, pantallas, y siempre que lo hice, al compararlas con sus respectivos diámetros el cociente era igual a dos!
Entendí súbitamente el motivo de su exaltación. Al imaginar todas las consecuencias de ese, en apariencia insignificante detalle geométrico, se me erizó la piel.