Reino de Tiranos [Cap6] - Violencia Ambigua
Ante la presencia de esos dos seres de adornos extraños y herramientas desconocidas, Mimagüi hace recaer el peso de Samagui en mí y prepara su arco con tanta rapidez como pericia. Ella aprieta sus dedos en mi hombro a pesar de estar inconsciente.
Su cuerpo está actuando por puro instinto ante una inminente muerte. Una nutritiva ventisca perfora la piel de uno de los seres. Huyen despavoridos, Samagui me aparta, tirándose al suelo, intenta manejar las convulsiones de su cuerpo regenerándose. Veo sus pulmones a través de los hierros que sostienen su cuerpo. Con solo un ápice de esencia de esas copias de mi sujeto, ya se inflan como deberían, sus órganos internos quedan como nuevos.
Da un golpe al suelo -Joder- sonríe con sus grisáceos dientes mientras se agarra el vientre -acabo de tener un orgasmo en el estómago-. Mimagüi baja su arma, pero sigue con la cuerda tensa y la mirada en todas partes -¿Y le hablas a nuestro padre con esa lengua?-. Samagui se levanta sin decir nada, abre y cierra sus manos varias veces, encorvada, mirando ansiosa hacia la dirección en la que se fueron las copias -Necesito más- se va corriendo, sus brazos se mueven sin rumbo, chocando contra los árboles de alrededor.
-¡Espera, es peligroso!- Mimagüi va tras ella. Les sigo el paso, pero pronto les pierdo de vista, son demasiado rápidos. Por suerte el rastro es claro, los árboles que no han sido abollados por el arrebato, están directamente derrumbados.
Voy a paso ligero, agudizo mis oídos. El bífido sonido de una serpiente enroscada en una rama capta mi atención. Se lanza a por mí, la esquivo por los pelos, acentuando mis prisas.
Esto no es normal, igual que con la pantera. No deberían sentir la necesidad de devorar a ningún Origen. Bien pensado tampoco tiene mucho sentido que alguien como yo, que se alimenta de inteligencia matemática, se haya podido nutrir por uno de estos animales tan básicos. Supongo que ya puestos, La Senda habrá manchado las creaciones de Imatma haciéndolas peligrosas. Inteligentes. Malévolas. Empiezo a pensar que venir para hablar con alguien así no fue la mejor de las decisiones. Cuando me reúna con Lluvia de Acero, iniciaremos las bases del plan C4.
Paro en seco ante decenas de repentinos siseos acechándome tras cada árbol. Es como si el bosque hubiera acallado ante ese escalofriante sonido. Solo oigo sus vivaces lenguas y sus arrastrados cuerpos acercándose aún más. Serpientes atacando en manada. Ojalá su creadora estuviera aquí para verlo, tal vez se reiría de ver una copia tan burda. Lástima que esté demasiado ocupada siendo fustigada por nuestros hermanos para hacer más comida. Espero que ella al menos no se sienta como una herramienta.
Empiezo a ver cabezas con sus colas rodeando todo lo verde, desde las copas de los árboles hasta los hierbajos más maltrechos. Hay centenares. Maldita sea, por eso me gusta llevarme a Ersh conmigo, tiene un gran oído. Saber las cosas anticipadamente me ayudaría a crear planes. Pero no voy a arriesgar la vida de ninguno de mis Deudores en esto, ellos ya arriesgaron suficiente en su momento.
Estas cosas no tienen prisa por llegar, parece que La Senda no tiene intención de acabar conmigo rápidamente ahora que Lluvia de Acero está fuera de nuestro alcance. Bueno eso al menos me dará tiempo para pensar en tantas incoherencias.
Masajeo mis sienes. Vale, antes he visto a dos serpientes actuando en solitario, como deberían, primero una ignorando una rana colorida, posiblemente por instinto sabrá que es venenosa. Luego otra se me ha tirado sin más, todas son serpientes del mismo tipo, gruesas, hechas para moler huesos, no inyectar veneno. Ninguna de esas dos eran lo suficientemente inteligentes como para actuar en grupo.
La Senda es suficientemente inteligente como para copiar a Imatma, y suficientemente cruel como para que cualquiera que saliera de las expectativas y pudiera fastidiar el plan lo más mínimo, acabara muerto.
Lo que quiere decir que la inteligencia no es algo que haya introducido adrede en los animales. Si así fuera, no quedaría ninguno que actuara por simple instinto. Y si sólo los usara para alimentarse, no se rompería la cabeza haciéndolos inteligentes.
Un dolor intenso me saca de mis pensamientos. Me encuentro a esas horribles criaturas aplastándome ya las caderas. Sus caras se ven sonrientes, muy expresivas para una serpiente.
Espera, ¿los sentimientos de La Senda están conectados con sus criaturas? Maldita sea... no las está controlando a base de ilusiones.
-Así que La Senda va a intentar matar a quien prácticamente ni estuvo presente en la guerra. ¿Tanta rabia me tienes? Solo he venido a hablar.
Todas paran su paso ascendiente, una de ellas, precisamente a la que estoy mirando, sube rápidamente por mi tronco, se cuelga de mi cuello y pone su cara frente a la mía.
Sacude su lengua intensamente, abofeteándome la nariz con desdén -¿Qué habéis venido a hacer aquí? ¿Porqué querría yo hablar contigo?-
-Tienes mi creación. ¿Qué pretendes hacer con mi creación, Demente?
-No es asunto tuyo.
-¿Como no era asunto mío que tú fueras a matar a Migdogire simplemente para declararte nuestro jefe supremo?
Abre sus fauces, amenazándome con los colmillos, aprieta mi cuello lo suficiente como para que sienta asfixia pero no me hace daño. -Sabes perfectamente que él no se portó bien.-
-Quiero que sepas que no te ataqué a traición en el último momento por nada, simplemente me ahorraba problemas así.
-¿Así piensas de tu madre? - Pega su morro a mi nariz, sumirgiéndome en el engañoso encanto de sus ojos rasgados- ¿Te ahorré problemas mientras no estaba?
Frunzo el ceño un instante, estoy a punto de enrrabietarme pero en seguida caigo en la cuenta -Si intentas provocarme alguna ilusión tengo malas noticias para ti. Migdogire me entrenó durante años.
-¿Años?
-Ya no puedes penetrar mi mente.
Deja de apretarme con el resto de serpientes, que se van por donde vinieron. La falta de sensibilidad en las piernas hace que caiga sobre mi trasero.
La Senda intenta fingir un tono preocupado -Saokver, ¿qué te han hecho?
-Si no quieres hablar honestamente conmigo, no me das otra opción que respaldarme en las intenciones de Lluvia de Acero, Zetma.
-Saokver, ¿cómo se llama tu madre?
-Eso no te importa, no te ha importado nunca, ni te importará hasta que crezca ¿verdad?
Se agarra a mi cuello como si fuera un mortal agarrándose a su vida.
-¿cómo se llama?¿CÓMO SE LLAMA?
-¿Te has dado un golpe en la cabeza y no lo recuerdas?
-¿Acaso tú lo recuerdas? Porque irónicamente no lo parece.
Le agarro por la parte trasera de la cabeza, inmovilizándole.
-Ni siquiera lo insinúes, Demente Escarchado de mierda.
-Espera, yo...
Absorbo su esencia hasta que de su cuerpo no queda más que un colgajo de piel rodeando unos huesos que se desmoronan al contacto.
Paulatinamente vuelven a oírse a los animales y sus quehaceres. Me tomo un instante para disfrutar de ello.
-Tu “gloria” acabó justo en el momento en el que me miraste con tus propios ojos por última vez. Cuando pisaste el mismo suelo que yo y pensaste que eras capaz de causarme las mismas ilusiones incontables veces. Como si yo no supiera salir de una situación tan repetitiva, como si no me fuera a dar cuenta de algo tan sencillo.
Viniendo de alguien como tú, sólo puedo pensar que estabas insultándome, justo como ahora.
Me levanto, echando el pellejo de serpiente a un lado y sigo a través de el rastro destructivo de Samagui.
-Que sepas, Demente. Que crear una conexión mental con algo a lo que puedo absorber, sólo te dejará vendida... ¡vendido! Mmmmmierda. No tengo tiempo para esto. ¡Samagui!
Un gran choque metálico en la lejanía hace temblar el suelo, seguido de la caída de un árbol atravesando el camino.
Empiezo a correr y me muerdo la mano, probando si mi esencia puede hacer de substituta a la esencia neutra para invocar mis raíces. No funciona.
Mientras más me acerco, más noto los golpes metálicos. Distingo a Mimagüi, apretándose una herida en el sobaco que le atraviesa el hombro entero y no para de sangrar, mirando hacia donde vienen los golpes, parece calmado y está hablando. Samagui está a su lado, todavía con la espalda descubierta, pisoteando la cabeza del cadáver de otra copia, que esta vez parece estar hecha en su mayoría de metal.
Mimagüi no se percata de mi presencia, parece indignado. Casi no le oigo por los pisotones -...todavía podemos pararle los pies, Samagui, tenemos las herramientas- justo entonces me ve por el rabillo del ojo -Hey, Saokver. Ya me preguntaba qué habría sido de ti. Me alegra que estés bien- señala al cadáver con el pulgar -ya ves con qué nos hemos encontrado, ha sido duro incluso para nosotros-.
Me dirijo directamente a Samagui -Los controla a distancia. Si les absorbéis mientras os atacan, absorberéis la esencia de La Senda.
Samagui deja de aplastar a su víctima con sus pies descalzos. -Eso explica muchas cosas-
Mimagüi la coge del hombro tirando ligeramente de ella -necesitamos curarte eso ya-
-Exageras, ni siquiera este... esta cosa ha podido conmigo, no hay prisas para encontrar comida. Además, quiero reservar mi apetito para probar a esos de antes. He de admitir que La Senda tiene buen gusto.
Levanto las cejas -De hecho solo son copias de mi última creación- Mimagüi pone cara de aprobación, Samagui no se ve impresionada -Es lo que te pidieron los hermanos ¿No?-
-En efecto.
-Pensé que serían complejos. No ha tardado mucho en reproducirlo.
Mimagüi se arranca parte de la ropa del pecho y la aprieta al agujero del hombro con una mano y los dientes. -Bueno, no ha tardado mucho en reproducir absolutamente todo lo que hemos puto creado (me cago en la puta).
-¿Y tú le hablas con esa lengua a tu padre?
-Hey, me acaban de perforar el hombro, dame cuartelillo.
-¡Ja! Te gano por un metro de espalda.
-Y dos brazos inútiles.
Samagui clava su mirada en Mimagüi, parece que el viento ha parado de golpe. Suelta un suspiro, ríendo. -Pero Mimagüi, no me hacen falta, lo acabo de demostrar. Tú sin embargo, ya no podrás tensar tu arco.
Mimagüi le señala ferozmente -¡¿Quieres apostar, perra?!
Samagui pone una voz que sólo esperaría de un Demente Escarchado -¡Sólo imaginar cómo lo intentarás me resulta gracioso, eunuco!
Vale esto ya se pasa de marrón oscuro... -¡Samagui!
Voltea hacia mí cual loba hambrienta -¡¿Qué?!
-Ya sé porqué es tan deliciosa la esencia de esas copias.
-No me distraigas con esas gili...
La cojo de los hombros, agitándola levemente -¡Escúchame! Puede que esas copias estén envenenadas.
-¿No decías que nos alimentaríamos de La Senda si devorásemos a esas cosas?¿Es que se ha envenenado a sí mismo?
-No necesariamente en el caso de las copias. Fabrícame un bol con tu acero, tengo que hacer pruebas.- La suelto y me acuclillo para inspeccionar el cadáver. Es una mezcla de carne y metales, parece que ha combinado la arquitectura de mi creación con los principios de Voirégire. Esqueleto interno de metal, músculos de carne con tendones igualmente metalizados. Este ser era realmente fuerte, el peso de sus huesos y la resistencia de sus tendones, hacen que aunque fuera torpe peleando, sólo tuviera que servirse de la gravedad para causar grandes daños. Su sangre es tan roja como la de cualquier ser vivo. Parece que La Senda tiene experiencia en hacer copias de mal gusto, esto es como inspeccionar el interior de Samagui. Esforzándome un poco, doy la vuelta al cuerpo. Este no está marcado con pinturas extrañas. Una de dos, o es un recién nacido o no tiene nada que ver con los que nos encontramos antes. También puede que los pintados fueran una mera distracción, pero viendo sus caras cuando Samagui les empezó a absorber, dudo que estuvieran manejados por La Senda o que fueran creados para oponer resistencia.
Samagui interrumpe mis pensamientos -También necesitarás agua ¿no?
-¿Cómo lo sabes?
-Me lo enseñaste hace mil años.
-¿Sí? -Me levanto ante ella- Me sorprende que te acuerdes.
Se toma un momento para pensar -¡Mimagüi, a buscar agua!
Su hermano marcha con desgana.
Tan pronto como sale de nuestra vista, Samagui se abalanza sobre mí, clavando su barbilla en mi hombro, aprovechando el pequeño impulso de su carga para, con el vaivén de sus brazos, entrelazar los dedos, abrazándose alrededor de mis caderas. Aprieta su cuerpo contra el mío lo más fuerte que puede a pesar de su falta de musculatura.
-Aunque Mimagüi se niegue a reconocerlo. Te hemos echado de menos, cobarde.