Relato - Testigos de Medianoche
“No escuches de sus mentiras” dijo mi padre años atrás. “Si eres débil, si no te enfrentas a él... devorará tu alma”.
Si. “Él” ha llegado a ser muy peligroso. La única gente que le conoció, fue la que estaba en su lecho de muerte. “Él” nunca ha mostrado su rostro, el día que noté su presencia, fue de pequeño en la tartana de mis tíos, en mitad del Mediterráneo. Sólo descansé la vista un instante, escuché un intenso crujir de las maderas del barco entero, pensé que habríamos chocado, cuando fui a cubierta a ver qué pasaba, noté astillas punzantes partiéndose bajo mis botas. La oscuridad me envolvió, ninguna de las linternas seguía encendida y no pude escuchar a ningún esclavo remando. Mis tíos no se presentaron, así que yo mismo encendí mi quinqué. Hasta el último de ellos había muerto, pero ninguno de ellos tenía una mísera herida.
Me vi condenado a naufragar durante tres días. Por suerte había pescado recién capturado en el almacén. Cuando me rescataron, tomé la decisión de huir lo más lejos posible de la civilización. No sabía si funcionaría, pero iba a hacer lo necesario para no volverme a encontrar con Él. Durante una década me instruí en caza y recolección. Tomé un hacha, el mosquete que me regaló mi padre y un puñado de balas y comencé mi viaje a tierras salvajes.
Los esclavos que nos quedaban ayudaron a unos arquitectos amigos de la familia a construirme una casa como Dios manda, con robustos ladrillos y maderas de calidad.
Mirar por la ventana de la casa se sentía como mirar a otro mundo. El interior tan cuidadamente formado, me hacía sentirme como me sentía en plena ciudad y en el exterior era extraño no ver algún animal interesante jugueteando con la vegetación.
Debí haberme disculpado con los arquitectos por la travesía que tuvieron que hacer solo por mí. Tuve suerte de que supieran de primera mano de los incidentes relacionados con Él, cualquier otra persona, al escuchar nuestras historias, nos hubiera tomado por locos.
Y allí me hallaba. Tranquilo en el sillón. La carne ya había sido cazada, la leña ardía en la chimenea enfrente mío y yo una vez más, pensaba en las posibilidades de volver a cualquier sitio con alguien más a quien hablar que no sea yo mismo o las criaturas que me rodean.
Creí que iba a dormirme allí mismo, pero escuché un sonido carnoso chocando tres veces contra la puerta. No era un búho chocando indiscreto contra mi hogar. No era un depredador buscando una forma de entrar. Alguien estaba llamando a mi puerta, tan claro como la luz de la luna a través del cristal.
Cogí mi antiguo quinqué. Observando la entrada desde la otra punta del pasillo me detuve, inquieto. ¿Debía preguntar quién era?¿Acaso desgraciadamente sabía quién era?
Repentinamente sentí una ligera corriente de viento imposible, saliendo de la pared a mis espaldas, escuché una respiración profunda, no de alguien, si no de la casa. Las maderas de la pared se astillaron violentamente, el partir de cada tablón hacía que todo se encogiera tanto como mi corazón.
-¡Márchate! -grité con todas mis fuerzas- Aquí no encontrarás alimento, ¡criatura infame!
-¿E-eres tú? -Me respondió una voz tartamuda y temblorosa- ¿Eres t't't'tú quién se acobardó? ¿Eres tú quien a su f'f'f'familia de lado dejó?
Quedé completamente inmóvil. Quise ir a por mi rifle, pero no encontré fuerzas para liberarme de la tensión que bloqueaba mi cuerpo.
-Disculpa m'm'm'mis modales. Me presentaré, juro que no t't't'tardaré.-
El entonces ya enano fuego de la chimenea empezó a bailar, queriendo esfumarse para siempre.
-Mi cetro, del c'c'c'corazón de un infante está coronado. Mi ropaje, de los restos de un c'c'cachorro está hecho.
El calor que se asomaba del salón se esfumó de golpe. Otra corriente de aire respiró haciendo estallar las paredes, cubriendo mi cuerpo de astillas. Me arrodillé por el impacto, por suerte mi quinqué no sufrió daños y seguía dándome aunque fuera un ápice de luz.
-Puedes llamarme El Pastor de Necios, pues he venido a guiarte a tu lecho.
No. Si llegué hasta ahí, no iba a dejarme matar sin oponer resistencia. Levanté mi adolorido cuerpo, dispuesto a cargar contra quien sea.
-¡Imbécil! ¿Crees que me voy a dejar matar por ti, que ni siquiera muestras tu cara ante mí?
El ambiente calló. Todas las bestias nocturnas cesaron sus quehaceres, los árboles dejaron de ser mecidos por el viento. Tan solo mi respiración acelerada me hacía saber que al menos yo aún existía. El monstruo del otro lado de la puerta solo dijo una palabra más en toda la madrugada.
-¿Nooooooooo?
La puerta se abrió de par en par. Por primera vez pude ver en persona a lo que estuvo acechando a toda mi familia desde hacía generaciones. Un ser oscuro y raquítico, cubierto por pieles desgarradas y con el rostro oculto tras un velo tan negro como la luz que se entreveía en su paulatino aliento.
Apartó ligeramente su velo para mostrarme que sonreía, mofándose de mí con sus colmillos deformes de madera mohosa.
Sopló.
El quinqué entre mis manos, se apagó.
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Disculpad la tardanza, tengo un montón de deberes de Novela y no lo había tenido en cuenta. Espero que esto de no cumplir los plazos que me autoimpongo no sea una costumbre para siempre, porque vaya rollo :/
Nos vemos en el próximo episodio de "Reino de Tiranos", ten un buen día ~ SAW