La capacidad de estar lejos. El lado transgresor de la cordura. La puerta cerrada que tiene mil puertas dentro. Los ojos del sol. La música en un templo. Droga y sabor. La luz de la luna. El aullido del lobo. El rock de una mujer. El cabello rojo y la entrepierna de una puta. El zorro en una ciudad.

Ser bohemio es caminar con cautela con una soga al cuello. Un concepto tan sublime y al mismo tiempo cerca de una frontera que te hace caer en lo inútil.

El bohemio entiende el mundo tan parecido al anticuado, pero nunca cae en la locura del no hacer, del olvido del mundo, aunque su concepto aparente ser distante de la realidad, no es tan así.

Siempre tiene un plan de transgredir el tiempo, pero te hablo del verdadero, porque definir como si fuera un ser supremo a algo que no tiene un sentido orgánico en la vida, tiene menos sentido todavía.

Como la rapsodia orden entre las voces, coro. Una cosa tan sencilla como tocar en una plaza, mirar el cielo, orar a la luna. Aullar, creerse lobo. Mañana a regalar sonrisas y orgasmos.

El bohemio no solo quiere cambiar el mundo sino cambiar su yo, quitarse la etiqueta de la no organización. Siempre lucha con dejar de ser bohemio, esto a través de su forma de crear.

Aunque entre dolores y pesares, nada de eso le afecta mientras su viaje siga en curso, en forma de cosmos.

Así es el bohemio.