¿Mami qué me trajiste?
Una pregunta herencia, cultura y costumbre de mi hermoso país Venezuela, expresión que adoptan todos nuestros hijos y nietos desde que comienzan a hablar con sus enredadas palabras y voz inocente.
Una costumbre de años pues uno de los recuerdos más hermosos que tengo de mi padre era vivir cada día, cuando eran las cinco de la tarde, esperar con mis 3 hermanitos cruzando los deditos impacientes hasta que aparecía el hombre de nuestras vidas, nuestro padre, religiosamente con una bolsa con panes, frutas y la que nunca faltaba, una bolsa con cuatro pepitos y 4 torontos. Bendición, luego los abrazos y después: ¿Qué nos trajiste papá? Era inexplicable la emoción al recibir nuestra bolsita y repartirnos cada uno nuestro pepito con toronto. Fueron incontables esos momentos, aun de grandes llegaba con dulces, frutas, algo que no fuera lo necesario al hogar que cumpliera con la pregunta: ¿qué nos trajiste papá? Igualmente cuando salía mamá a hacer sus diligencias, esos días eran dobles los obsequios, los que traía mamá y los que traía papá.
Nunca pensé, jamás en la vida imaginé, que después de tantos años, mis hijos, no pudieran vivir esa emoción, la mayor pudo, pues ya tiene 20 años, pero su hijo —mi nieto—, y mi hija son motivos de resquebrajar mi alma al vivir esta situación en la que la pregunta: ¿Qué me trajiste mami? Es un motivo de ni siquiera querer llegar a casa, para no responder: “no pude traer nada”, en mi caso vengo por el camino pensando, mirando una chupeta y no poderla comprar porque el costo supera el presupuesto, y que comprar una galleta significa no comprar la yuca para medio comer. En qué se convirtió mi país, cómo nos afecta hasta en los más mínimos detalles. Mi hija de 11 años me dice en un intento de apoyo, “tranquila mami sólo cuando pueda me trae algo”, mi nieto no pierde la esperanza, pues tiene dos añitos y no comprende la situación que vivimos.
Venezuela, país hermoso, me duele en el alma ver tu grado de destrucción, me duele ver cómo nuestros hijos han conocido, la necesidad, la miseria y hasta el hambre, sufro la situación desde no poder alimentarlos con una comida balanceada, hasta no poder llevar cada día un pepito y mucho menos un toronto. Cada día rezo a Dios, a Jesús de la Misericordia para que algún día no muy lejano volvamos a ser ricos, porque hasta hora entendí que nunca fui pobre, porque siempre tuve, dentro de mi humildad, cómo tener las tres comidas, escoger qué cocinar, lo que quisiera, nada era inalcanzable, tenía para postres, dulces, frutas; podía llevarlos a comer afuera, llevarlos a parques, al cine, al interior (viajar). Ahora conocí la verdadera pobreza, esta que cada venezolano sufre y padece y que el mundo quizá no termina de entender. Dios nos ayude!
Hola @flor.zabala, upv0t3
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