No todas las Suegras son malas
Es muy común leer artículos, escuchar comentarios, ver memes y hasta refranes donde hacen alusión a lo terrible que son las Suegras, he leído tantas cosas, como por ejemplo: “¿Por qué Adán fue el hombre más feliz de la tierra? Porque no tenía suegra”. Y así gran variedad, cientos de chistes crueles referente a las Suegras.
Pues en mi caso debo decir que nada más lejos de mi realidad de vida, para mí han sido en cada relación que tuve un gran ejemplo y apoyo. Mi hija mayor —fruto de mi primera relación— tiene 22 años y yo 26 años de buena relación con la que fue mi suegra, es su abuela y mi gran amiga, consejera y apoyo. Igualmente su esposo quien fue mi suegro y a estas alturas aún lo llamo para que se haga parte de los problemas que pueda en algún momento atravesar con mi hija. Mi hija nació de mi primera relación amorosa, elegir entre ser esposa y madre y seguir estudiando me llevó a ser una madre soltera que seguía sus estudios superiores, pero no estuve sola, mi suegra Aracelis Navarro siempre fue mi apoyo, cuidaba de mi hija para que yo estudiara, estuvo siempre para mí en mis tiempos difíciles con mi hija, hasta en los tiempos que tuvo mi hija de rebeldía ahí estuvieron mis suegros, sus abuelos para apoyarnos siempre.
Cuando mi hija tenía 6 años me casé con Ángel Torrealba, conocidos desde la infancia, nos encontramos ya grandes y nos enamoramos. Mi suegra María, su mamá, una valiente mujer, luchadora, trabajadora y amorosa con sus hijos, siempre me quiso como una hija más. De esa relación nació Ángel José, quien ahora tiene 16 años, mi hijo le decía “mami” de pequeño, y cuando supo de su nombre para decir “mami María” decía “Mamidía” y así se quedó hasta entonces, todos, nietos, yernas y personas allegadas comenzaron a llamarla “Mamidía”. Desgraciadamente cuando Ángel José —mi hijo— tenía dos años, mi esposo murió en un accidente laboral. Desde antes y hasta entonces “Mamidía” ha sido mi amiga incondicional, igualmente un gran apoyo en aquellos momentos de tanto dolor, quien siendo la madre de mi esposo sacaba de sus propias fuerzas para dármelas a mí para que siguiera adelante. Vivimos con ella 4 años, para mí una madre que cuidó de mí, de mi hijo, me apoyó en todos mis proyectos, hasta que decidí independizarme. Pero siempre ha estado presente en nuestras vidas, adora a mi hijo como a su propio hijo, justo en estos días de carnaval están juntos y ella pendiente de llamarme para avisar de su llegada y yo pendiente de que estén bien.
Conocí entonces “Al Gran Amor de mi Vida”: Antonio José Barrios Herrera. Con él viví los 11 mejores años de mi vida, un hombre especial, incondicional, lleno de amor, de energías positivas, de bondad, de apego a la familia, sin duda alguna el mejor hombre del mundo. Lo amé, lo sigo amando y lo amaré eternamente. De esta relación nació Madeleine mi princesa amada. Mi suegra Inocencia Herrera, a pesar de ser una mujer dura, de carácter fuerte e indomable, me recibió en su familia con gran cariño, me hice parte de ellos, adoraba a mi hija y a mis hijos mayores, Ángel José era su preferido le tomó gran cariño. Siempre estábamos en contacto pues mi esposo amado, antes de ser buen padre y buen esposo, era buen hijo, siempre estaba pendiente de su mamá, de sus medicinas, de su comida, de sus cosas personales, de que nada le hiciera falta y así poco a poco fui yo también haciéndome cargo de sus cosas, porque con mi gran amor la unión, la compañía, el apoyo mutuo nunca faltaban en nuestra relación. Para mi mayor desgracia y crueldad del destino, el 10 de marzo de 2009, a las 9:32 de la noche, en la oscura calle de la Av. Sanz del Marqués, le quitaron la vida a mi gran amor en un intento de robo. Fue un dolor tan inmenso que hasta escribirlo hoy duele, mi suegra estuvo un tiempo visitándome y preocupada de mí. Al pasar de los años me fui alejando de ellos y ya casi nunca nos vemos, pues hubo luego algunos inconvenientes familiares y preferí hacerme a un lado con mis hijos y mi vida.
Pasaron 5 años y conocí a Alexander, fue una relación corta, donde al principio sentía que no le caía bien a mi suegra la Sra. Ana, pero al conocernos bien y crear un poco de confianza nos hicimos muy buenas amigas, salíamos, viajamos, compartimos fiestas, reuniones, navidades y momentos muy agradables. Terminada la relación con su hijo ella misma decidió que nuestra amistad continuaría siempre, así fue. Tiempo después le detectaron un cáncer de mama que la llevó a la más profunda depresión, pero ahí estuve yo, por encima de Alexander y de nuestros problemas, era yo quien la cuidaba, acompañaba al médico, le provocaba risas, le daba ánimos para seguir adelante, juntas escogimos la mejor peluca que usaría por la caída del cabello a consecuencia de las quimioterapias, juntas íbamos a muchos sitios, recuerdo que fuimos a ver una obra de teatro y ese fue nuestro mayor entretenimiento después. Gracias a Dios le ganó a la enfermedad, fue operada exitosamente y ya su cabello ha vuelto a crecer, de vez en cuando nos llamamos, nunca perdemos el contacto y es una gran amiga y motivo de inspiración para mí que cada vez que siento que el mundo se me derrumba pienso en toda la lucha de ella y mis problemas se hacen pequeños inmediatamente.
Cómo Olvidar a Isaura mi suegra fugaz, aunque la relación con su hijo nunca fue una relación formal, esa señora fue para mí el gran bastón de mi vida en las peores circunstancias que atravesé. Desilusionada de Caracas volví a mi pueblo San Antonio del Golfo, conocí a Jesús, un joven trabajador en el que quizá vi, no una oportunidad de amar y ser feliz, sino una oportunidad de producir, trabajar y quizá algún día plantearme una relación si se quería formal, él aceptó ser “mi novio”, sólo eso hasta que me demostrara que podíamos llegar a algo más. Pero nunca fue, al paso de dos o tres meses le dije que mejor no, que se consiguiera a alguien de su edad que le diera hijos, un hogar feliz y una familia estable.
A pesar de que sufrió mucho porque se había enamorado de mí, lo apoyé en todo, lo ayudé en sus negocios y mi suegra a mí y a mis hijos, lo ayudé a salir del mundo del alcohol y los problemas, me convertí prácticamente en su otra mamá. Una madrugada se encontraba en una fiesta y en una discusión que terminó en riña, le dispararon dos veces, estuvo muy grave, pero ahí estuve yo, me interné junto con mi suegra en el hospital de Cumaná dos meses, salió de alta, tuvo una recaída y fue operado nuevamente, durante su recuperación en el hospital le di los consejos más intensos del mundo, quería que se encontrara con él mismo, con una vida mejor, porque a fin y al cabo se portó conmigo como un gran hombre y me adoraba a pesar que nunca tuvimos intimidad. Mi suegra tenía un negocio de venta de comidas y nunca en 8 meses que estuve sin trabajo en el pueblo nos faltó comida, ni a mis hijos pasajes para que fueran a la escuela. Isaura se portó como una campeona, decía que agradecía que la única cara que vio en el hospital su hijo, a pesar de tanta familia y amigos fue la de ella, la mía y la de su hermana que se dedicó a llevar la comida para ambas. Me vine a Caracas y aún sigue ayudándome, cuida de mi casa, de mi perro, veló por el bienestar de mi hijo Ángel hasta que me lo pude traer a Caracas y ahí esta Isaura una amiga incondicional, más que la misma familia que tengo allá.
Y ahora mi Suegra más querida Janeth, hace exactamente hoy un año, un mes y 8 días que la conocí, es la madre del hombre que tanto amo y el que ha provocado un dolor muy inmenso del que aún no me repongo completamente. Los primeros meses de esta relación fueron los meses más felices de mi vida, tenía el amor de mis hijos, el amor de mi nieto, el amor de Miguel, el amor en un hogar feliz y el cariño de mi Suegra. Ella se convirtió para mí en la madre que tanto extraño desde que partió la mía al cielo, poco a poco la fui conociendo, visitaba su casa, comíamos juntos, estaba pendiente de nosotros y yo de ella, nos apoyaba con alimentos, me regalaba cosas, y nos llamábamos constantemente. Para mi mayor dolor y desgracia Miguel me traicionó, caí en un terrible sufrimiento, me encerré entre las cuatro paredes de mi habitación, derrotada, sin fuerzas, humillada y desesperada. Pero allí estaba ese repique constante de teléfono, mi suegra llamándome, aconsejándome, tratando al principio de que recuperáramos la relación y siguiéramos juntos a pesar del tomento que estaba viviendo. Nunca se hizo cómplice de él, en todo momento me apoyo a mí, entendía mi dolor, me aconsejó tanto, tanto, hasta el punto de ya comenzar a regañarme y decirme en sus propias palabras “ningún hombre merece el sufrimiento de una mujer, así que levántate y sal adelante por tus hijos, es mi hijo y todo pero no vale la pena”, “sigue adelante con tu vida, tú eres una mujer joven, no eres fea, arréglate, ponte bonita y trabaja, allá él que quiere llevar su vida como la lleva”. Entre mis hijos, mi suegra, las hijas de él y mi amiga Rita, levantaron esta alma derrotada que no encontraba explicación a la traición, no quería entender la separación y menos podía sacar del alma tanto amor albergado para alguien que no lo supo valorar.
Pero aquí sigue mi suegra, la quiero muchísimo y haría cualquier cosa por ella, me sigue llamando cada día, se alegra con mi recuperación, me apoya con sus palabras de aliento y aunque todos piensan que me he recuperado y no sufro más, ahí sigue mi suegra sabiendo cuánto me sigue doliendo para decirme “no es fácil pero lucha”. Sabiendo cuando caigo derrotada y me dice “a no Flor en qué habíamos quedado”. Sabiendo que amo a su hijo con toda el alma, pero en sus adentros comprende que lo tengo que olvidar. Gracias mi querida Suegra Janeth, sin ti quizá siguiera sumergida en el fondo sin querer emerger. Nunca olvidaré cada grito tan cómico “ya deja de chillar que él está feliz y tu sufriendo”. Y nunca olvidaré que sólo usted ha estado y sigue estando preocupada cada día por cómo va evolucionando mi tristeza. Espero un día no muy lejano poder decirle a usted, a mi amiga Rita, a mi corazón y al mundo que ya me recuperé de este dolor tan inmenso que me causó Miguel.