El primer día de clase, es un cumulo de muchos sentimientos y expectactivas, ese primer encuentro que marcara el resto del año escolar. Se inicia la jornada con un agradecimiento plenamente en Dios por esta aventura que viviremos juntos, luego se da la presentación de cada uno los protagonista de esta historia que inicia, brevemente se dan tisp de las personalidades, sueños, esperanza y también frustraciones. Pero ese día no llegó Jesús, pasaron los días y nada.

Poco a poco se fueron integrando los niños-as, pero el niño con quien tenía mis expectativas no asistía, en ocasiones pensé que para él sería difícil porque tenía tres años de su vida con una misma docente, y parte importante de ese síndrome es tener las mismas rutinas.

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Existen diversos síntomas que pueden ayudar a saber si un niño padece autismo:
Indicadores precoces:
• No balbucea ninguna palabra al año de edad.
• No señala ningún objeto hasta los 12 meses.
• No responde a su nombre.
• No pronuncia palabras hasta los 16 meses, o frases de dos o más palabras hasta aproximadamente los dos años.
• No establece un contacto visual correcto.
• Alinea de manera excesiva los juguetes u otros objetos.
• No sonríe ni muestra receptividad social.
Indicadores tardíos:
• No tiene interés en hacer amigos.
• No es capaz de comenzar o mantener una conversación.
• Es poco imaginativo a la hora de jugar.
• Utiliza un lenguaje repetitivo.
• Tiene rutinas y cualquier intento de modificarlas le genera una gran angustia.
• Muestra un apego excesivo a determinados objetos.
Síntomas del autismo en los niños

Como se hace referencia que los niños que tienen esta condición no se puede modificar su vida cotidiana, me imaginaba que él no quería ir a la escuela porque sabía que su maestra no sería la misma. Pasaron los días y por fin llego, Jesús un niño a punto de entrar a la adolescencia, fuerte, robusto con una mirada sincera.

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(Más o menos así se ve Jesús, no puedo publicar fotos de él porque como maestra debo respetar su integridad)

Los niños que se iban reincorporando debían hacer su presentación, le toco el turno a él y se levanto y solo dijo mi nombre es Jesús y se sentó, su voz ronca y tajante hizo asombrarme no solo a mí, sino a los niños que no habían estudiado con el anteriormente.

Al principio se notaba confundido, le interesaba poco lo que se hacia sus palabras casi siempre eran sí o no. Dentro de mí les confieso que sentí angustia y preocupación, el no saber qué hacer para que se pudiera conectar conmigo y sus compañeros. Pero se lo coloque en las manos de Dios y le pedí sabiduría por medio del Espíritu Santo para que fuera el guiándome en lo que debía hacer, yo sabía que tal vez no iba ser fácil pero si se podía lograr.

La historia no termina aquí, aún falta mucho que contarles de esta gran experiencia que justo estoy viviendo…

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¡Menos exclusión, más inclusión!

¡Feliz día!