✍ Una linda historia de amor y compasión. ✍

En una tarde soleada del mes de enero del año 2015, escucho el llanto incesante de un pequeñito gatito, trate de descifrar el origen del sonido, hasta que al mirar por la ventana visualizo un diminuto, hambriento y angustiado gatito.

Lo primero que pensé fue, ese pobre animalito debe de tener un dueño, ya que había muchas personas en la calle, incluyendo niños, jugando, corriendo, riendo. Sin embargo, pase varios minutos observando si alguien se percataba del gatito, para mi sorpresa, las personas a su alrededor continuaron con su rutina sin siquiera voltear a mirar al felino indefenso.

Observando detenidamente, note que el gatito, maullando, iba detrás de cualquiera que pasará cerca de él, pidiendo comida, cariño, calor.

¿Al ver esta escena pensé, de dónde vino? como llego aquí? podrá sobrevivir? No puedo hacerme cargo de Él, ya tengo un gatito. Pero sucedió algo inesperado, un niño en su bicicleta arroyo al gatito y quedo en un lado del camino un poco aturdido y sucio. Al ver esto salí corriendo muy rápido y simplemente, lo rescate entre lágrimas.

Gracias a Dios, estaba bien, un poco lastimado, sucio y muy asustado. Luego tomé un envase con agua tibia y jabón, le di una ducha rápida para no abrumarlo y lo abrigue muy bien, el pobre temblaba mucho, pensé que no lograría sobrevivir. Pero para mi sorpresa y después de unos minutos dejo de temblar y logró dormir un poco.

Mientras lo bañaba, no sabía cuál era su color, si gris o blanco, pero cuando finalice, resulto ser un gatito blanco con un ojo azul y otro verde, estaba muy delgado, al tenerlo entre mis manos sentía que estaba cargando una pluma, de lo poco que pesaba.

Ya recuperado, el gatito se levantó en busca de alimento. Al darle de comer, el pobre comía desesperadamente, era evidente que tenía muchos días sin comer ni beber nada.

Finalmente, pensé que hacer con el gatito, darlo en adopción o adoptarlo, como mencione ya tengo un gatito que en meses anteriores, había rescatado en condiciones similares.

Pero al ver su carita, sus ojitos, y sobretodo su maullido tan peculiar, decidí con mucha alegría, conservarlo y llamarlo Firy.