Sobre la anfibología de la imagen
Ha sido en Alain Badiu, Marta Traba, Luis Britto García y Josefina Ludmer que he encontrado la discusión sobre la “anfibología de la imagen”.
Encuentro otras formas de ver/interpretar/entender la imagen o las imágenes que se nos presentan en la cascada incesante de las redes sociales y demás dispositivos/mecanismos de circulación de mensajes.
Me explico….
Si yo digo, en el caso de la anfibología aplicada a lo escrito: “se venden cunas para niños de madera”, puede que en un par de leídas me de cuenta qué quiere decir específicamente la frase, sin embargo, el sentido se queda en las últimas palabras y aunque haga un ejercicio inteligible o cognitivo lo que se afirma es la última idea, que no solo es idea, sino al mismo tiempo imagen/metáfora, es decir: “niños de madera”.
De la misma manera sucede con la imagen, en el caso del periodismo, por ejemplo, en el que si analizáramos cada imagen-texto de primera plana ninguna soportaría un ejercicio de lógica o de sentido.
¿Por qué?, porque siempre la imagen será efectista, contará algo que parece muy claro, sin embargo, su significado es limitado porque carece de contexto de realidad y el texto que la acompaña generalmente es condescendiente bajo la premisa de esa pistola que tienen escondida los comunicadores que pretenden “comunicarnos”, cuando al final todo nos resulta un modo de conservar tanto el status quo como reafirmar alguna posición de su antípoda.
Digamos, en palabras de Slavoj Žižek, ese “sublime encanto de las ideologías” desplegado en el discurso comunicacional que se hace pasar por “verdad”.
Pero de eso no he venido a hablar aquí, sino más bien de la multiplicación de un tipo de “verdad” que sin querer es multiplicado incluso por detractores de ese tipo de “verdad”.
Me estoy refiriendo a un fenómeno que está ocurriendo actualmente y que por las razones que estoy exponiendo, no deseo, al menos directamente, convertirme en un enunciador/reproductor/multiplicador del discurso que no quiero sea multiplicado, porque creo que al denunciar las flaquezas morales de ciertos sujetos más o menos públicos que han tomado ciertas decisiones en eventos importantes de la realidad país-mundo, aunque dicho discurso de denuncia sea para deslegitimarlos, entra en la multiplicación de sus propias imágenes que al mismo tiempo es su discurso y termina por imponerse y estar en la boca de todos.
Se convierte en sentido común, así sea peyorativamente... y allí vuelvo a la idea inicial: incurrimos en la lectura y asimilación de una imagen anfibológica.
En esa lectura lo que queda es su imagen, sus imágenes, grabadas en mí y en mi experiencia fenoménica, como una impronta en mi subjetividad... el mensaje, sea peyorativo o no, nos queda, es su imagen como un rumor y su virus: el contagio del mensaje y su reproducción.
No es casualidad, que un sujeto público contemporáneo, como en el caso de Trump, sea un maestro del efectismo, que según Stanley Bing: "hoy por hoy quizás sea el individuo más exitoso del planeta en el marketing de sus propias patologías dirigido al público de masas".
También está el caso contrario. Me refiero a cuando individuos como este enmudecen a su contrario.
No hay mejor forma de eliminar a un enemigo que enmudecerlo en todo espacio público, desde tu boca como primer medio de comunicación, hasta todas las extensiones de lo público y el resto de campos de fuerza que expanden a su propia red de significación y recepción un discurso o una imagen determinada.
Muchas gracias por vuestra lectura. Nos leemos mañana.