Sin máscaras |Capitulo 1|
-Oliver cielo ¿Podrías ir a la tienda por algo de tomar? La cena está casi lista.
-Es algo tarde para salir mamá - respondió sin despegar los ojos del computador. – ¿Por qué no le dices a Olivia que vaya?
-Tu hermana no sabe conducir y tú deberías salir de casa más seguido, la obsesión por ese aparato no me gusta nada.
Oliver puso los ojos en blanco e hizo señas a su madre indicando que ya iría. Rebuscó en su armario hasta encontrar una chaqueta ligera que su abuela le había obsequiado la pasada navidad, se la colocó y calzó unos cómodos tenis un poco rotos pero funcionales aún. Al salir al pasillo tropezó con su molesta hermana.
-¡Sal pronto, muero de hambre!- refunfuñó Olivia.
-Deberías dejar de hacerte la que nada sabe mocosa - respondió Oliver hastiado.
-¿Qué?- insistió ella.
-¡Que estoy cansado de tener que salir siempre cuando tú si sabes conducir!- el chico aborrecía por completo estar fuera de casa.
Oliver bajó las escaleras un tanto molesto. Hacer algún favor a sus padres no era un problema para él, tampoco representaba un peligro salir de noche por el vecindario, era un lugar bastante tranquilo. Lo que realmente le fastidiaba era tener que salir constantemente a cumplir los caprichos de su hermana. Estaba casi seguro que la idea de comprar algo de tomar para la cena había sido de la nena consentida que se escapaba de casa en el auto sin que sus padres supieran, pero para ir a la tienda se convertía en una inútil. Oliver sabía que su hermana era una completa manipuladora que gustaba de utilizar a las personas para obtener beneficios propios. Él era todo lo opuesto; siempre colaborador y bastante tranquilo, demasiado según el criterio de su madre quien siempre buscaba la forma de hacerlo salir de su habitación. Ese era su refugio, el único lugar en donde se sentía seguro. La web le permitía conocer nuevas personas sin sentir vergüenza, además le permitía investigar constantemente, debía estudiar mucho más si el próximo año quería entrar en la universidad.
-Dame las llaves del auto.- dijo Oliver dirigiéndose hacia su padre que se encontraba en el sofá cómodamente mirando la televisión.
-Utiliza la motocicleta hijo.- su padre respondió señalando las llaves que se encontraban en la pequeña mesa de centro. –La tienda está cerca, no saques el auto para eso.
Su madre caminaba de aquí a allá en la cocina ultimando los detalles de la cena. Su delantal floreado se encontraba algo sucio en el borde que utilizaba para limpiarse las manos.
-¡Huele delicioso! Iré lo más pronto, se me ha abierto el apetito – Dijo Oliver antes de salir hacia la cochera.
-Yo tengo hambre hace mucho ¡Apúrate! - dijo Olivia a su hermano con desdén. A pesar de haber nacido el mismo día y haber sido criados con la misma educación no podían ser más diferentes. Olivia era extrovertida, irreverente y caprichosa. Sus enormes ojos verdes la hacían lucir realmente atractiva y sus rizos rubios traían a más de uno suspirando por tenerla.
Oliver intentó no hacer caso a sus quejidos. Su vida había sido una perfecta pesadilla desde que ella había vuelto de las vacaciones en casa de sus tíos. Constantemente sacaba de quicio a las personas molestando a todo el que por su camino se cruzara. Él era siempre su principal víctima. Sin embargo no podía evitar sentir amor y ternura por el pequeño demonio que compartía su sangre. Desde que nació había estado a su lado, la había visto convertirse en una preciosa joven que perseguía sus sueños hasta alcanzarlos. Muy por encima de sus roces, admiraba a Olivia más que a cualquier otra persona. Constantemente se descubría deseando ser un poco más como ella.
Salió de la casa en la pequeña motocicleta roja de su padre. Andaba bastante rápido a pesar de su tamaño y a veces disfrutaba subiendo un poco la velocidad, se sentía rebelde atreviéndose a hacerlo. Siguió por la desierta calle hacia la salida del vecindario y unas manzanas más adelante paró en la tienda para comprar lo que su madre le había pedido.
-¡Oliver! Que bueno verte por aquí.- Le saludó un anciano italiano que junto a sus hijos atendía el abasto familiar.
Oliver despegó la mirada del suelo y fijó sus ojos verdes en los cansados ojos de aquel viejo.
-¿Cómo se encuentra Don Giuseppe?- preguntó con amabilidad. – Vine por algo para acompañar la cena ¿Tendrá jugo de uva?
El señor lo miró con dulzura.
-¿El favorito de tu hermana? – Se levantó con manos temblorosas hacia uno de los refrigeradores – A ver, a ver.
-Y un par de manzanas para el camino - exclamó Oliver.
El señor se colocó las lentes que colgaban de su cuello y comenzó a mirar los productos.
-¡Aquí está! – Dijo de repente sobresaltando al chico – Jugo de uva.
-Muchas gracias Don Giuseppe.- Tomó el envase de jugo con torpeza, mientras intentaba acomodar las manzanas en sus manos y sacó algunos billetes del bolsillo - ¿Cuánto le debo?
-Cinco billetes muchacho- le hizo saber. – ¡Saluda a tu madre de mi parte!
Tal vez por la edad o quien sabe por qué, el señor Giuseppe hablaba mucho más alto de lo necesario. A Oliver esto le causaba algo de gracia.
-¡Por supuesto!- soltó el chico intentando contener la risa.
Acomodó la bebida en la cesta de la motocicleta, depositó una manzana en ella y la otra decidió comerla mientras regresaba. Encendió el motor y cuando estuvo listo para arrancar emprendió marcha atrás. Las calles se encontraban solitarias, el camino parecía mucho más tranquilo que unos minutos atrás. Oliver aceleró y el aire comenzó a pitar en sus oídos; le encantaba sentir la brisa arropando su rostro y aclarando sus muy revueltas ideas.
Poco antes de llegar a casa, concentrado en morder una vez más la fruta que traía en su mano, casi choca de frente con una silueta borrosa que salió despedida de la nada hacia él. Clavó los frenos por instinto y perdió el control del manubrio, la motocicleta comenzó a zigzaguear como loca unos metros más hasta que inevitablemente lo hizo caer al pavimento con un estruendoso golpe.
-Oliver - Su hermana gemela sintió por primera vez la supuesta conexión de la que todos hablaban. Se incorporó del sofá en el que se había echado con su padre y corrió a abrir la puerta para cerciorarse de que su hermano estaba tirado en el suelo con la motocicleta enredada entre sus piernas. - ¡Oliver! – Gritó esta vez.
-¡Dios mío! – Salió de los arbustos una joven en la que ninguno había reparado hasta el momento - ¿Me escuchas? – Se abalanzó sobre el chico y comenzó a zarandearlo.
-¡Quítate de encima babosa! – gritó Olivia empujando a la chica lejos de su hermano herido. - ¿Estás bien Oly? ¿Te hiciste daño?
-mmm quítamela. - Susurró
Su hermana lo miró confundida.
-¿Qué?
La silueta que había provocado la colisión se incorporó de la acera en la que había caído. De cabello negro hasta los hombros y unos ojos profundamente azules, Olivia miró con rabia como la hermosa chica de porte elegante se acercaba a ellos con seguridad.
-Que le quites la moto de encima.- dijo halando la motocicleta. – ¿Puedes levantarte?
Olivia seguía mirándola con furia por haberla dejado en ridículo. Detestaba a las chicas pretenciosas de su escuela, todas con dinero, autos, ropa fina ¿y ella? Ella era una maldita becada que debía soportar las humillaciones constantes de personas como Natasha.
-Eso intento. – respondió Oliver en medio de la confusión.
-¿Y ustedes que hacen aquí?- preguntó Olivia despectivamente. – Este no es lugar para personas como ustedes ¿Qué dirían sus padres si se enteran? Solo problemas es lo que saben traer ¡Lárguense!
Natasha y Victoria tomaron sus bolsos del piso y haciendo gala de una educación elitista, con las cabezas en alto decidieron marcharse. Olivia por el contrario mostrando una completa falta de modales resolvió despedirlas con una vulgar seña de su mano.
Oliver intentaba ponerse de pie, pero su cuerpo se sentía bastante dolorido. El envase de jugo había caído de la cesta hacia la acera y ahí se había quedado. La manzana en cambio rodaba calle abajo sin ánimos de querer detenerse, él la observaba con tristeza alejarse y escuchaba vagamente a su hermana quejarse de lo ocurrido.
-¡Mira el desastre que provocaron! Así son todas, creen que tienen al mundo comiendo de su mano. – Tomó el envase del jugo en sus manos y fue junto a su hermano intentando ayudarlo – Le diré a papá que estabas gastando dinero en manzanas.
-¡Auch! – gritó el chico al incorporarse.
-¿Qué sucede?
-Creo que la pierna está fracturada, no puedo apoyarme en ella.- contestó Oliver con el rostro compungido.- la manzana era para ti idiota. - agregó
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