Mi cuerpo era hambre en carne viva ante el deseo sexual, vivía en una hambruna sexual sostenida por un matrimonio fraterno. Vivía con un hombre encantador, buen padre con nuestros hijos y excelente ser humano, pero jamas me llegue a sentir deseada sexualmente por el, muchas personas me decían "Pero Rebeca seducelo, tócalo, provocalo hasta desayunando". Pero que no hice solo me faltaba montarme en el techo de nuestra habitación haber si captaba su atención sexual. El siempre afirmaba estar muy cansado por el trabajo y otras veces su actividad sexual era incompetente a mi hambre, me hacia el sexo como para salir de el paso... Un día conocí a un hombre en una panadería, el derramo por accidente un jugo sobre mi blusa, se evidencio la marca de mis pezones a través del frió del jugo, el hombre muy avergonzado compro otro jugo mientras me regalo su pañuelo para yo limpiarme la blusa y la mirada de ese hombre era de nervios y eso me encanto. Posiblemente con mucho descaro asumí el reto de pedirle su numero para salir con la excusa de compensar su accidente, a los días sin darme cuenta estaba teniendo sexo en el auto con un desconocido y sin darme cuenta ese desconocido me hizo el amor no solo fue sexo, me hizo sentir viva, me hizo sentir que yo valía. Así comenzó mi nueva vida y comprendí que no se puede estar casada con un hombre que no demuestra deseo sexual por ti, no se puede sostener un matrimonio solo por los hijos cuando tu como mujer no eres feliz y descubrí a los años de separada que aquel hombre me era infiel con una mujer muy cercana a mi familia. Fui juzgada por la sociedad al divorciarme, mis padres me dieron la espalda por dejar mi matrimonio con hijos por el medio, mis amigas me llamaron puta, resulta que actualmente soy una mujer feliz, una madre feliz y les enseño a mis hijos a respetar a su padre de igual manera.