La Tierra de los Escasos

Apenas en la gruta se podía ver algo, la densa niebla y la sofocante humedad nos hacía lentos, fatigados y torpes. Evitábamos la lluvia, aquellas frías gotas que se precipitaban constante y caóticamente en el interior de la oscura estructura, ya que nuestra piel no soportaba más el contacto con aquel elemento. Escuché a algunos decir que en otras grutas otros hombres habían perdido su piel, dejándolos con los nervios y músculos expuestos al intolerable rocío, produciendo un ruido terrible de gritos que se percibían como vibraciones en las vísceras de la montaña.

El acontecimiento más excepcional era poder percibir el fuego que no quemaba, ese que sutilmente transmitía un calor delicioso y extraño a nuestros cuerpos. Parecía venir de arriba, filtrándose por la negrura de la roca hasta llegar a nosotros, a estos pálidos servidores de la ceguedad. Pero no era común, cualquier intento de calor era inundado y aniquilado inmediatamente por los temerosos seguidores del ocultismo, de lo no visto. Sin embargo sus esfuerzos no pudieron evitar que una noche, una que había durado quién sabe cuánto, vislumbrase, gracias al maravilloso hilo de fuego, unos signos grabados en la lóbrega superficie. Apenas resaltaban y duramente se identificaban las figuras, pero pude entender aquellos garabatos, no sin antes quedarme anonadado y estupefacto frente al milagro de reconocer el conjunto de hojas escritas bajo un mismo nombre: YO SOY LUZ.

“En este mundo subterráneo, cauteloso del fuego y del agua, nos han dicho por mucho tiempo que la virtud del ser humano es acuosa, no por adoptar la característica de impetuoso río, aquel que conserva dentro de sí mismo el honor y la certeza de su propósito, de su comunión con el mar. No, nos dicen y nos confunden al convencernos que la cualidad del fluir se expresa en aceptación, resignación y pasividad ante lo contrario, ante la necesaria fuerza que se opone al logro. La consecuencia de tal actitud no es otra que la sumisión y la esclavitud.”

Estas fueron las primeras palabras que entendí al escoger azarosamente una página, una de varias que se encontraban maravillosamente conservadas a pesar de la humedad, los bichos y el tiempo. Me las llevé al espacio cóncavo y rústicamente tallado (dinamitado) que me asignaban para descansar de las labores tediosas realizadas en la niebla. Allí, bajo una costosa, insoportable y eléctrica luz blanca ordené los pergaminos los cuales iniciaban de esta manera:

“Siendo Luz y marcado por la profunda indignación, es pertinente ser un dragón y expulsar el fuego luminoso por la boca. Un fuego que pretende destruir las incoherencias, la ilusión y la falsedad transmitida a través de dulces palabras, cándidos rostros y sonrisas blanqueadas.”

Esta persona se refería a aspectos olvidados ¿Qué es una sonrisa? ¿Qué es un rostro?

“… de la misma manera resulta el efecto del pensamiento escaso, de la malograda y lamentable postura arrodillada, jadeante y suplicante por la fuerza perdida, por la dignidad vendida y por la ausencia del calor de vida que internamente se siente como una flama encendida. En tal condición hemos caído, en tal inferioridad nos reconocemos levemente ante la falta de luz.
Apenas apreciamos las flores, las aves y las aguas en medio del hedor provocado por la muerte de nuestras virtudes. Ahora, el llanto es el sonido común, sonido del alma abandonada, y la carcajada sangrienta el eco final. La negrura es el color típico de esta tierra, el aire es denso y opaco, los sonidos metálicos y guturales. Aquí el ruido se apoderó del canto, la niebla oscura del azul del cielo y el concreto de la exuberancia.

En esta tierra, los hombres creen fluir sin saber que avanzan constantemente hacia el abismo. Sus nobles corazones están recubiertos por una costra blanca de engaños, falsas creencias y profundas mentiras, convirtiéndolos en útiles servidores de la muerte en vida.”

Me encontraba sobrepasado ante las palabras, no reconocía muchas de ellas, no imaginaba una idea ante tales sonidos. La luz, la flama… conceptos perdidos con la muerte de algunos ancianos; mitologías, leyendas o historia según los estudiosos del pasado. El manuscrito continuaba aterrorizándome:

“Los Muertos: así llaman a estos espectros los señores de la infamia, así se refieren estos portadores de la oscuridad a los habitantes de la gruta, porque estas masas orgánicas son apáticas y pasivas, porque no utilizan la propia capacidad de raciocinio ni sus habilidades emocionales, desconocen la voluntad y la experiencia de actuar desde el poderío propio. No conocen el amor. Bajo esta realidad no son más que bienes, cosas, autómatas movidos por los sombríos hilos mentales de los sacerdotes de la muerte.

Los maestros del engaño han procurado gobernar el infierno invirtiendo grandes y sostenidos esfuerzos en doblegar y destruir la chispa de cada hombre, mujer y niño de la superficie, adentrándolos cada vez más en las profundidades de la cueva. Han manipulado de tal manera que muchos son incapaces de imaginar los colores, la suavidad, la lejanía y la libertad; viven enlodados en la miseria de la carencia, el rencor, el odio y la traición.

En esta tierra de sonámbulos no hay víctimas que no sean niños, solo culpables y cómplices condescendientes de la involución. Hemos permitido la nefasta tiranía otorgando nuestro permiso para su instauración; algunos por papel, armas o poder; otros por cobardía, ignorancia o estupidez. También hemos observado que nos hemos dejado robar las palabras. Ya no sabemos el significado del amor, la paz o la felicidad. Se promueve como himno la igualdad, la lucha social y la revolución. Nos hacen guerrear por la paz, nos hacen odiar para conseguir la fraternidad, nos hacen matar para estar seguros y felices.”

A lo lejos se escuchaba el sonido del dolor, lo podía reconocer como el mío. De igual manera, y a pesar de la densidad de la niebla, podía ver en las entrañas de la montaña más que antes, más que negrura y mecanicismo, más que movimientos inconscientes y delirios mentales. Veía los niños correr sin producirme envidia, encontraba en ellos un cristal perdido, quizás la llama faltante que nos aviva a nosotros, lo muertos.

“Los gobernantes del miedo han falsificado los cultos del Amor y la Luz envenenándolos con oficios de muerte, con imágenes de lagartos y con construcciones que esconden mazmorras, sacrificios, violaciones y rituales ofrecidos con sangre a las sombras del Sol, de la Luna o de Saturno. Han proliferado la creencia de que el poder reside en ellos por mandato de la Gran Alma, aun cuando ellos se han declarado en rebeldía contra esta: han sostenido la crueldad por mandato divino, han derramado sangre por obediencia a hombres santos, han liquidado la vida en nombre de la verdad.

"Incubando la llama que nos pertenecía, ellos, unos pocos, ejercen el poder de todos, estableciendo un reinado contrario a la naturaleza. Desde su gran torre escondida en el interior de la gruta, los adoradores de la antimateria han diseñado su exitoso plan y lo han ejecutado a la perfección mediante híbridos infrahumanos llamados políticos, sacerdotes, empresarios, artistas y demás, los cuales distraen y le venden a los gentiles, a estos estúpidos e infantiles hermanos, los ideales de éxito, poder, inteligencia y realización.”

Desearía seguir narrando los incomprensibles efectos de la lectura del pequeño manuscrito Yo Soy Luz, pero no hay tiempo, se nos va la vida a mí y a mis hermanos de llama. Solo puedo hacer dos cosas y seguir. La primera es mencionar que la hemos visto, a ella, a la Flama que no quema, a aquella que mencionaban los ancianos y ahora evocan los niños, en todo su esplendor; hemos reconocido colores más allá de la escala de grises; hemos llorado en medio del dolor de la realidad; hemos luchado para que nuestra piel soporte el agua y el calor. Ahora somos como el río cuyo mar no es otro que el de la libertad. Lo segundo que puedo hacer es dejar las palabras finales del manuscrito, para despedirme anhelando verte, y que me veas, pronto:

“Con la nostalgia del mar que me brinda la humedad de esta caverna, con la reminiscencia del Sol que me otorga la vela y el recuerdo del Amor que provee la certeza de que me leerás, te digo: Eres Luz, mantente humano y más que humano, no mueras. Eres poderoso, capaz de encender la vida con cada mirada, con cada sonido y con cada silencio, con cada toque que le brindes al mundo aun en medio de esta tierra de escasos.”