Mi historia con el disfraz

A estas alturas se estarán preguntando:

¿A esta que mosca de la frivolidad le picó que ahora es todo modas y atuendos?

Todo esto viene a que he un tema que ha venido entre un amigo y yo estos días muy a colación.

Lo cierto es que como les comentaba, siempre me ha fascinado la idea de poder transformarme en el alguien más, solo con ponerme un poco más de maquillaje (vale, algo más de un poco. No les caeré a cuentos) y desempolvar esa ropa que a diario no uso por no renunciar a la comodidad y el camuflaje.

Esta inquietud ya la exteriorizada en la infancia, cosa que no cambio cuando al hacerme mayor. Recuerdo el entusiasmo que me provocaban los carnavales y aún cuando no tenía disfraz, urgando entre la prendas de mi madre y mías siempre ingeniaba cómo no pasar la fecha en blanco.

A medida que fui creciendo mis amigos y personas contemporáneas a mi edad se rehusaban a participar en ese tipo de actividades que consideraban para "niños" y así poco a poco fue renunciando a ello también.

No obstante, como dicen por ahí: "la cabra siempre tira pa' el monte", aunque deje de intentar convencer a los otros para disfrazarse y la vez disfrazarme (porque cómo al hacer una fiesta, sin invitados son cosas que no tienen mucho sentido), más adelante encontré otra manera de canalizar esa afición frustrada a través de la ropa, al jugar con colores, estilos etc, etc... Así comenzó a apasionarme esto de la moda, en especial cuando un día simplemente combinaba prendas de mi madre con las mías y adquiría un estilo ochentero, otro día más rockero, luego más fresa, otras más glam, a veces más atrevido y les confieso que más de una vez he quedado frente al espejo irreconociendo a la chica delante de mí, pensando:

¿En serio esta es la misma muchacha que asiste todas la semana a clases con un moño tipo cebolla mal hecho, sin maquillaje y con lo primero que encuentra en el clóset que no ajuste demasiado?

Y creerán que estoy loca, pero luego de tantos días en ese estado rutinario vamos olvidando el potencial que tenemos, no para sorprender a los demás, sino a nosotras mismas y es un deber para con nosotras el dedicarnos una sección de tiempo dónde somos nuestro centro de atención, para luego mirarnos en el espejo y darnos cuenta de las pedazo de mujeres maravillosas que somos, no solo inteligentes y emprendedoras sino capaces de ser y hacer lo que nos propongamos y parece mentira, pero todo eso...

Solo con ponernos un vestido bonito, un par de tacones, un poco de maquillaje o hasta un disfraz y salir a adueñarnos de la noche.