Despierto con el sonido de mi desconocido compañero de cuarto entrando a la habitación, por suerte ya estoy bajo las sábanas y la luz no me provoca malestar en los ojos. Salgo a la superficie con una queja y lo observo quitándose la camiseta y acostándose en su cama a dormir. Bostezo y sonrío, lo reconozco por el tatuaje que tiene justo en la parte baja del pecho, sé que nos llevaremos bien.

Salgo de la casa en pijama, debo ir a ayudar a mis vecinos buenos, los del lado izquierdo, a mover unas cosas pesadas, y lo hago a pesar de querer ir a matar a los vecinos malos, los de la derecha, por tener música a todo volumen durante la madrugada. Sé que mi compañero estaba ahí, pero no lo culpo, ellos son absorbentes hasta que terminan jodiendo tu vida, ojalá no le suceda lo mismo.

En un parpadeo se hizo de noche y no sé por qué, pero tenía la sensación de que había pasado más tiempo del que notaba, vestía ropa de fiesta y volvía emocionado a casa, que más allá de parecer no ser mi casa de toda la vida, sentía que así lo era, provocaba volver cada noche a ella y estar en paz.

Entro a la habitación y veo a mi compañero dormir, hago mucho ruido, quiero que despierte, él solo se revuelve en sus sábanas y sigue durmiendo, aunque sé que despertó y espera a que haga silencio para volver a dormir. Comienzo a toser, a golpear con un poco de fuerza las gavetas al cerrarlas, hasta que no aguanto más la euforia y salto en su cama varias veces es hasta terminar cayendo en la mía, esconderme debajo de las sábanas y gritarle que despierte, para terminar riéndome sin control alguno.

Él suspira y salta sobre mí, colocándose debajo de las sábanas conmigo y me pregunta si estaba bien, yo solo sonrío y escondo mi rostro contra las almohadas. Él toma su teléfono y me envía una foto de la letra de una canción y me pide que le cante. Recuerdo haberle hecho una captura de pantalla a la letra, pero las palabras no llegan a mi mente por más que lo intento a pesar sentir que es parte de mí.

Le pido que me diga el ritmo y él busca una guitarra y comienza a tocarlo, parece una canción de cuna para almas tristes deseando poder descansar al final de un día indeseado. Él sabe que yo no canto y comienzo a leer la letra mientras el brillo del sol comienza a inundar la habitación lentamente.

Termino suspirando y limpiando las lágrimas de mi rostro, él solo sonríe y me dice que le encantó. Cada uno se acuesta en su respectiva cama, comenzamos a quedarnos dormidos con el sol acariciando nuestros rostros y nuestras almas tomadas de las manos.

Entonces desperté.