La evolución del Dinero

El dinero no es un concepto innovador ni exclusivo de la era contemporánea. El intercambio de unos bienes por otros era consecuencia de la especialización de los oficios siglos atrás: cada individuo se dedicaba a una tarea, no eran autosuficientes y necesitaban de los resultados del trabajo de otros para conseguir lo que les faltaba.

Este sistema aunque práctico, tenía algunas limitaciones había que encontrar a otro que quisiera parte de tus excedentes y que a la vez tuviese algo de interés para ti. También tenían que estar alineados la percepción del valor de los bienes por ambas partes. No es de extrañar que pronto se acuñaran cierto tipo de bienes como referentes en el intercambio, como por ejemplo la piedra, el grano o el ganado, miles de años antes de Cristo.

Con el tiempo, estas formas primitivas de dinero fueron evolucionando hasta converger en bienes fácilmente almacenables, transportables, divisibles, inalterables y no perecederos. Estos criterios se satisfacen ampliamente con los metales preciosos, siendo el oro, la plata y el cobre los más populares. Dadas las diferencias en la pureza de los mismos, pronto empezaron a exigirse mecanismos de garantía del valor de las piezas, en formas de sellos o marcas, dando paso a las primeras monedas en torno al 600 A.C.

Más adelante, el valor se atestiguaba por la proporción del metal precioso respecto al contenido en otros metales en la propia moneda. Llegó un momento en el que la inclusión de metales preciosos resultaba demasiado costoso, por lo que comenzaron a usarse monedas de metales más baratos que representaban reservas de oro en bancos o estructuras similares, hasta dar paso al papel moneda con la aparición de la imprenta.

A lo largo de la historia el dinero ha sido simplemente un representante de los bienes de una comunidad, ya sea un pueblo o un país. Esto dejó de ser así cuando Nixon eliminó el patrón oro en 1971, declarando el valor del dólar en función de otras divisas. Entramos así en la era de dinero fiduciario: no ligado a ningún bien físico, sino a la confianza del resto de mercados en esa moneda.

El valor del dinero actual descansa precisamente en esa confianza de que será aceptado como medio de pago por los demás, y en que las autoridades económicas han determinado específicamente que es de curso legal.