La ciudad letrada y su funcionamiento en el coloniaje

in #spanish6 years ago

La ciudad letrada es un término armado por Ángel Rama para denotar a un conjunto de intelectuales que tenían como espada y escudo a la etnografía, al signo, a la escritura y se protegían bajo el gran manto de la palabra escrita para instaurar un constructo cultural en América.

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fuente: https://bit.ly/2sltz3c
Este cúmulo de intelectuales que poseían diferentes profesiones se encontraban a la orden de un poder mayor, jerarquizado, del cual ellos eran sostenedores. Es decir, mediante la construcción de una idea ensayística de lo que el Nuevo Mundo sería partiendo del poder letrado y de la capacidad que poseían estos de amalgamar la palabra escrita, se lograba sintetizar un anillo protector, una especie de muralla que acogía los intereses absolutistas de la corona y hacía posible con su resguardo la ejecución de ese poder. La escritura y la pluma de esa pléyade de intelectuales obtenían una funcionalidad ambigua en los territorios del Nuevo Mundo: en primera instancia funcionaban como armas que defendían y resguardaban los objetivos y deseos de un poder mayor; consecuentemente, se transformaban en herramientas, en pico y martillo, que eran necesarias para la construcción de un ideal colonial, de una ciudad arquetipo de funcionariado.

Un matiz que es importante aclarar en el funcionamiento de la ciudad letrada es la polivalencia de sus funcionarios, porque, aunque, encerraba cierto ideal unificador en la palabra escrita, no existía una linealidad discursiva, ni la utilización de un discurso univocal. Inclusive cuando la idea de la ciudad letrada buscaba concentrar un constructo cultural teniendo como referentes una serie de artesanos de la palabra escrita, nunca pudo haber una unidad discursiva. Fue la creación de la imprenta uno de los factores que hizo imposible la construcción de ese discurso lineal. Dentro de la murallas de la ciudad letrada existía una serie de caminos, de multiplicidades discursivas, manejados de manera distinta y por distintos personajes. Porque, aunque, se buscó reformar una unidad discursiva su polivalencia fue inminente. De esta manera se expresaría Adorno (1987) sobre la misma: “La Ciudad Letrada en sí era un laberinto de rivalidades ideológicas cuyas expresiones máximas se evidenciaban en las pugnas por la impresión y supresión de libros” (P. 5). Esas pugnas, como las califica Adorno, vienen dadas por un antecedente jerarquizado de sus elementos. Un ejemplo claro de que el poder de la palabra siempre viene antecedido, en este caso, por el estrato cultural de su autor, es Fray Bartolomé de las Casas; porque su obra póstuma “Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias”, siendo una crítica concisa y directa hacia el coloniaje que había logrado la Corona Española en el Nuevo Mundo y a su funcionamiento fue acogida, por los mismos criticados, con un respeto acorde a su autor. El poderío de la obra y su difusión fue logrado por la figura que representaba Fray Bartolomé, por su jerarquía nutrida de distinciones eclesiásticas, sociales y familiares. Esta estratificación dentro de los elementos pertenecientes a la ciudad letrada daría como resultado la multiplicidad discursiva y la rivalidad que eso ameritaba.

Los integrantes de la ciudad letrada; esta serie de intelectuales, eclesiásticos y funcionarios son parte de un ejército que tuvo como función primaría y principal la de construir, la de establecer las bases del imaginario colectivo del Nuevo Mundo. Fue una construcción desde cero, desde una idea que se había planteado como objetivo del poder colonial y que se logró mediante la utilización de la palabra escrita, del ejemplar estático que se mantendrá plasmado, inmóvil, en el signo.

En esa época empieza lo que años después, muchos años después, Michel Foucault nombraría como episteme clásica. En ese momento se empiezan a separar las palabras de las cosas. El signo ya no era mimético de la realidad, era representativo de la misma y se toma conciencia de esa representación. Esto toma un carácter significativo en la construcción de la ciudad letrada y del alcance de sus objetivos, por la simple razón de que el constructo que lograría la palabra escrita en América no sería una mimetización de Europa ni la recreación en la grafía de los elementos presentes en el Nuevo Mundo, sino que sería el punto de partida, el punto de génesis, de la ciudad arquetipo que se quería lograr mediante la utilización de la escritura. Es muy importante el punto de inflexión que logra la toma de conciencia de la representación, porque es lo que permitiría introducir a la palabra escrita como medio constructivo de un elemento, para los conquistadores, vacío.

“Dentro de ese cauce del saber, gracias a él, surgirán esas ciudades ideales de la inmensa extensión americana. Las regirá una razón ordenadora que se revela en un orden social jerárquico transpuesto a un orden distributivo geométrico. No es la sociedad, sino su forma organizada, la que es transpuesta; y no a la ciudad, sino su forma distributiva”, exclama Ángel Rama en su texto llamado "La Ciudad Letrada". La palabra funcionó mucho más que, simplemente, como un elemento constructor del imaginario en América, también fue la base para la construcción física y palpable de la ciudades, que es lo que Rama especifica en su texto. Desde el intelectualismo se forma una idea constructiva para la realización de las ciudades en el Nuevo Mundo. No se busca la unificación o dualidad entre la sociedad y la ciudad, sino que la ciudad funcione como significante de la sociedad. Es mediante una estructuración racionalista que se busca esta representación social en el plano físico. Lo que hace posible y factible este entorno lúdico entre realidad física y estructuración discursiva es su unidad intrínseca con el poder; porque el sustento de este orden racionalista en el imaginario y en la realidad palpable está en su poder ideológico.

La función principal de los partícipes de la ciudad letrada es utilizar a la palabra escrita como elemento constructor del imaginario; luego para sostener ese imaginario, se logra, mediante un excesivo racionalismo, el traspaso hacía lo físico, hacía la construcción de las ciudades. Esa construcción de la misma índole entre el imaginario y lo real viene dada por las necesidades y objetivos de un poder que tiene como base una voluntad discursiva propia.

Pero las murallas, férreas e inamovibles, de la ciudad letrada tienen flaquezas, puntos de fuga, callejones escondidos que pueden ser transitados para llegar al objetivo de la ciudad. Uno de los grandes precursores de la irrupción dentro de la ciudad letrada y su incesante dominio cultural, social y político de las sociedades fue el Inca Garcilaso de la Vega.
Su obra trata, como objetivo principal, de romper con el constructo que habían hecho los cronistas españoles de la conquista en América, específicamente en Perú. Parte desde un ideal discursivo opuesto al instaurado por la ciudad letrada y desde el elemento marginado en este juego de oposiciones, desde la realidad discursiva incaica. El Inca Garcilaso en el comienzo de su gran obra: “Comentario Reales”, hace una apología a los vestigios, olvidados, en cierta manera, de la cultura del mundo Inca. Construye todo un imaginario bucólico de la vida anterior a la conquista de las ciudades incaicas. Claro está, es importante resaltar que el Inca Garcilaso no es un opositor a la conquista, para nada; es en cambio un ferviente defensor de la misma y de ciertas posturas apegadas a su padre, un reconocido conquistador.
Lo que el Inca Garcilaso logra es un cambio en el discurso europeo instaurado como constructor de la conquista y del futuro coloniaje en América. Él no busca, como Fray Bartolomé crear una respuesta a la conquista, con incesantes críticas, sino verla desde la otredad, desde el elemento residente que sufrió la trasfiguración de su mundo, la destrucción de su cultura y la transposición del poder de la palabra escrita ante la oralidad y su difusión.
La transfiguración discursiva hecha por los españoles en las culturas americanas es un tema en el cual el Inca Garcilaso hace hincapié en la obra. Un ejemplo podría ser su narración del surgimiento del nombre “Perú”, que no es más que una deconstrucción errónea hecha por los españoles del nombre de un indio encontrado y el vocablo “pelú”, apelativo que posee como significado río.

Entendía que le preguntaban, mas no entendía lo que le preguntaban y a lo que entendió que era el preguntarle, respondió a prisa (antes que le hiciesen algún mal) y nombró su propio nombre, diciendo Berú, y añadió otro y dijo Pelú. Quiso decir: “Si me preguntaís cómo me llamo, yo me digo Berú, y si me preguntaís dónde estaba, digo que estaba en el río”… Los cristianos entendieron conforme a su deseo, imaginando que el indio les había entendido y respondido a propósito (…) llamaron Perú aquel riquísimo y grande Imperio, corrompiendo ambos nombres, como corrompen los españoles todos los vocablos que toman del lenguaje de los indios.

La gran hazaña que lleva en su espaldar el Inca Garcilaso es haber introducido en el constructo americano hecho por los europeos la contraparte de la conquista y su posterior coloniaje. Poner en perspectiva la reacción del pueblo Inca, de los habitantes que fueron despojados de su estilo de vida y entraron a un imaginario y a una realidad física construida por los españoles teniendo como principal arma defensora a la palabra escrita. Porque aunque con Fray Bartolomé se introdujo la defensa del otro, del indígena, siguió siendo desde la realidad discursiva europea y no local.
El menester de la palabra escrita en el Nuevo Mundo estuvo lleno de múltiples funcionalidades que arroparon cada aspecto de la vida que se buscaba en este nuevo territorio, y los artesanos que manejaban a la palabra tuvieron como responsabilidad la ardua construcción de todo un conjunto social y metafísico que tenía como objetivo sentar las bases de la vida en América. Tanto así que se creó una ciudad acorde al poder de esos intelectuales, una ciudad que buscaba un orden específico en lo palpable así como en lo inmutable y suprasensible.

La escritura fue un bastión para instaurar la conquista porque se antepuso a una tradición oral que fue destruida sin obtener ningún tipo de difusión atemporal. La palabra inmóvil, permitió que se instaure, como en piedra, la idea que los intelectuales europeos querían ratificar.

El ideal de la conquista y del consiguiente coloniaje se hubiera desvanecido como los vestigios que deja el fuego transformado en ceniza si no hubiera existido la palabra escrita. Ésta sentó las bases para la construcción del imaginario social y cultural de una cantidad incalculable de generaciones siguientes y, de la misma manera, instauró un orden físico y racional en las ciudades, transformando a las mismas y a su organización distributiva en significante de las sociedades que ahí hacen vida. La palabra inmóvil creó una ciudad anacrónica que sigue siendo parte de la cultura americana.