UN BESO EN SAN VALENTÍN | Novela romántica. Parte 3
Febrero es un mes ideal para las bodas y las fiestas gracias a la magia que aporta el día de San Valentín, pero también puede ser un mes lleno de estrés y preocupaciones. Disfruta de esta romántica historia de amor que estuvo a punto de morir por culpa de San Valentín.
Copyright © 2020 Jonaira Campagnuolo
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Capítulo 3.
Por culpa de los inconvenientes de la noche anterior, el domingo se convirtió un día pesado para Ethan, ya que no había descansado bien por ayudar a Jessie a mantener un ojo sobre Marie.
Como todos los días, la cafetería funcionaba, aunque cerraba más temprano, y era el único lugar donde podía trabajar en paz. En su casa estaba Gary, con sus quejas por la difícil situación de su matrimonio.
Se instaló en la trastienda con los libros de contabilidad. Tenía un atraso con el cierre de cuentas de enero, ya que febrero había comenzado con fuerza y no le daba respiro. Él estaba decidido a hacer crecer su cafetería, por eso no se rendía. Sin embargo, el tiempo no le era suficiente para realizar todo lo que quería, ni siquiera, para compartir un día de descanso con su novia acurrucados en la cama viendo una película o visitando algún sitio interesante.
Jessie, por su parte, tenía un calvario en su casa. Marie aún lloraba a mares por el abandono de Donovan y amenazaba con hacer alguna estupidez para recuperar a su novio, como arrastrarse frente a él suplicándole que volviera porque ella cambiaría su actitud o aceptar su propuesta de seguirlo a donde fuera sin importarle las consecuencias.
No permitiría que su hermana llevara a cabo algunas de esas ideas. Se esforzaría por hacerle entender que aquel chico nunca había sido el indicado, solo un medio para superar un trauma familiar. Que en realidad, no se quisieron, solo había sido un mecanismo para rebelarse porque no tenía ni los medios ni la valentía para hacerlo por su cuenta; pero Marie se la ponía difícil, porque hasta hablaba de suicidarse mientras berreaba tumbada en la cama, asegurando que su vida había terminado en el momento en que Donovan cruzó la puerta del departamento para no regresar jamás.
En la cafetería, Ethan trabajaba sin descanso, sacando decenas de cuentas y ordenando facturas. Su teléfono no paraba de repicar, ya fuera por mensajes de texto o llamadas. Él verificaba el número respondiendo solo a Jessie, a su contador o algún cliente o proveedor importante, pero la mayoría eran de su abuela.
En la mañana había hablado con ella intentando explicarle con sutileza por qué aún su novia no había quedado embarazada y por qué faltaba mucho para que lo estuviera. No había forma de hacerle entender a la mujer que ellos habían iniciado hacía poco una relación, estaban conociéndose y cimentando su noviazgo, que ambos tenían proyectos a nivel laboral y luchaban por sacarlos adelante. Un hijo los detendría en ese momento, porque el niño necesitaba de atención exclusiva de sus padres y eso no podían ofrecérselo por culpa de inconvenientes familiares y sobrecarga de trabajo.
Los últimos mensajes de su abuela eran para consultarle sobre el epitafio ideal para su lápida, dándole a entender que su muerte estaba cerca y se iría sin disfrutar de un bisnieto de su parte. Ante aquellos mensajes fatalistas, él no tuvo otra opción que responderle: «No existe ninguna frase corta que pueda describirte. Una lápida no sería suficiente». Su abuela, en vez de conmoverse por aquel bello mensaje, enseguida lo llamó para retarlo.
—¿Quieres que me muera? ¿Ya estás calculando cuántas lápidas tendré sobre mi tumba?
Ethan respiró hondo ante el arranque de su abuela.
—Te amo, preciosa, y nunca he pensado en tu muerte. Eres tú quien está hablando de lápidas y epitafios.
—Me queda poco tiempo y tú no quieres darme un bisnieto.
—Es muy pronto para tenerlo. Jessie y yo solo hemos compartido un par de meses, ni siquiera he podido llevarla a Nueva Jersey para que la conozcas.
—Antes se acordaban matrimonios sin que la pareja se conociera y hubieron familias muy fuertes.
—No lo dudo, pero ahora es distinto —respondió con resignación y sin dejar de ordenar facturas por su fecha.
—Ella no quiere tener hijos, ¿cierto? Tendré que hablar con esa chica. Gary me dio su número de teléfono.
Ethan se alarmó.
—Abuela, Jessie ahora tiene situaciones serias qué resolver. No te pongas insistente. Cuando pueda, iremos a Nueva Jersey y conversamos sobre el tema —dijo irritado y trató de introducir las facturas, ya ordenadas, en el sobre que correspondían, pero le fue difícil y algunas cayeron al piso. Él gruñó con enfado.
—Ahora ella es mi nieta y debe saber que estoy por morir.
Por estar ocupado en recoger del suelo una factura que había caído bajo la mesa, Ethan no logró responder a tiempo a su abuela, así que la mujer cortó la llamada sin despedirse. Él pensó que lo hacía para comunicarse con Jessie, exigiéndole una respuesta por su tardanza en quedar embaraza, debía advertirle.
Gruñó de nuevo por Gary, por ser tan imprudente de facilitarle el número de teléfono de su novia a su sofocante abuela, y quiso levantarse para llamar enseguida a Jessie sin considerar que aún la mesa estaba encima de él dándose un buen golpe en la cabeza que lo hizo maldecir por el dolor.
En el departamento, Jessie preparaba las comidas que serían su almuerzo y cena durante la dura semana de trabajo que se le venía encima, como guisos de carne, ñoquis de espinaca y lasaña de berenjenas. Luego las congelaría. Marie iba de un lado a otro estrujando las manos entre sí con la vista fija en el suelo, nerviosa, tratando de elucubrar una idea que la ayudara a recuperar a su novio.
—Tiene que estar donde su amigo, no tiene dinero para irse a otro lado.
Jessie suspiró hondo sin dejar de atender la preparación de la comida.
—No tiene dinero para nada, Marie, ni siquiera para mantenerse aquí, en mi departamento.
—Él tiene un proyecto. Es importante y muy efectivo. Solo… ha sido difícil ponerlo en marcha porque no consigue un trabajo estable que lo ayude a cubrir los gastos iniciales.
Jessie resopló con cansancio.
—Marie —llamó su atención, girándose hacia la chica para que la mirara a la cara. A su edad, su hermana no tenía ningún tipo de visión de futuro, solo quería estar con su novio—. En el edificio de la revista hay un centro de atención telefónica donde siempre buscan gente para trabajar. Le ofrecía a Donovan conseguirle una entrevista, pero no quiso.
—¿Un centro de atención telefónica? En esos lugares explotan a la gente.
—¡Es un trabajo estable! Es poco, pero de alguna manera tiene que empezar. Además, también le ofrecí interceder por él en la empresa de vigilancia que dirige el sobrino de mi jefe y en el almacén de la fábrica de papel que surte a la revista para que lo contraten como ayudante. Tengo los contactos, pero Donovan se niega porque dice que no les gusta.
—Es que no son trabajos ideales, él espera algo mejor.
—Donovan no tiene referencias para un trabajo ideal. Nunca ha hecho nada, solo vivir de sus padres hasta que se atrevió a irse contigo a California.
Marie la observó con altanería.
—¿Me echas en cara que mi novio aún es un don nadie y el tuyo todo un empresario?
—Yo no he mencionado a Ethan en esta conversación —respondió ofuscada.
—¡¿Y qué faltó para hacerlo?!
Jessie se sostuvo la cabeza con ambas manos al sentirse saturada por la terquedad de aquella chica, que parecía muda a cualquier razonamiento. Marie rugió indignada por la reacción de su hermana y se marchó a su habitación refunfuñando.
Al quedar sola, Jessie no tuvo otra opción que respirar hondo y continuar con su tarea. Luego de superar la problemática con sus padres meses atrás no pensó que le caería encima el conflicto de su hermana. Quería ayudarla, pero no podía ser su madre, eso era algo que la joven no entendía.
Era evidente que debía dedicar un gran tiempo a hacérselo comprender.
Pensaba en eso cuando recibió una llamada de Ethan. Saber de él la hizo olvidar por un momento su problema.
—Amor, ¿cómo estás?
—Adolorido —se quejó.
Ella arrugó el ceño al escucharlo maldecir por lo bajo. Ethan nunca maldecía, a menos que los inconvenientes lo asfixiaran.
—¿Qué pasó?
—Olvídalo, es una tontería. Te llamo para advertirte que mi abuela va a llamarte.
—¿Tú abuela? ¿Por qué? —consultó extrañada mientras terminaba de armar la lasaña de berenjena y vegetales que luego introduciría en el horno.
—Está ansiosa porque le dé un bisnieto y como me niego, piensa que es porque tú no lo quieres.
Aquello congeló la sangre de Jessie. ¿Hijos? ¿No era muy pronto para hablar de eso?
—¿Y… qué le digo?
—No sé, inventa algo. Gary le dio tu número —explicó entre quejidos de dolor—. Mi abuela es muy insistente cuando se lo propone y desde hace dos años dice que su muerte está cerca y debemos complacerla en todo.
Ella resopló, aún inquieta por el tema de los hijos.
—Mi tía abuela estuvo así por más de una década.
—Solo… síguele la corriente. Luego, yo me encargo.
—Sí, imagínate. Un hijo —expresó esforzándose por sonar divertida, cuando en realidad, la idea la asustaba.
—Ese es un tema imposible ahora, pero mi abuela no lo entiende. Yo solo quiero enfocarme en mi negocio.
Aunque ella también estaba enfocada en sacar adelante su carrera, por alguna razón las palabras de él le resultaron amargas. Ethan no pensaba en la relación de ambos, sino solo en su cafetería.
—Claro… tu negocio. Y yo en mi ascenso —dijo con inseguridad. Un vacío se le acentuó en el pecho, haciéndola sentir abandonada.
—Exacto, ambos necesitamos estabilidad. Los niños no están dentro de mis proyectos. Por favor, síguele la corriente a mi abuela e invéntale algo, o te atormentará con ese tema por toda la eternidad. Yo… Ahhh… —se quejó. Había entrado al baño para revisarse la cabeza y verificar si tenía una herida, pero no veía nada, aunque sentía dolor al tocarse el área golpeada. Jessie pensó que el lamento era por la situación de su abuela y no por una magulladura, eso la lastimó aún más—. Yo ahora no puedo pensar en nada. Debo terminar de ordenar estas facturas porque en unas horas vendrá el contador a buscarlas. Te llamo luego, amor.
—Está bien. Espero te rinda el día —se despidió para terminar la llamada. No quería seguir hablando con él.
«Los niños no están dentro de mis proyectos». Aunque en ese momento de su vida los niños no estaban dentro de sus aspiraciones, quizás en un futuro sí lo estuvieran. Le hacía un gran daño saber que Ethan no los quería, eso la hacía pensar que tampoco deseaba una estabilidad con ella más allá de las citas que les permitieran compartir y disfrutar del sexo.
Tuvo que dejar lo que hacía para sentarse en una silla y pensar en aquella situación, porque eso la deprimía.
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