Concurso Cervantes: 8ª Entrega: "Relato de dioses"

in #spanish7 years ago (edited)

En esta edición quise relatar una historia basada en el mito de Zeus y su padre Saturno/Cronos que me inspiró este cuadro de Francisco Goya, espero que sea de vuestro agrado:

Lo peor de ser inmortal es el poder de recordarlo todo. Cada momento de mi vida, como si ayer mismo hubiera pasado, está grabado en mi mente desde el preciso instante en el que por primera vez vi la luz del mundo, para momentos después hacerse oscuridad. Recuerdo la respiración ansiosa de mi madre Rea, que tras darme a luz se apresuró a envolverme en paños para después esconderme en una profunda grieta de la cueva que había acondicionado en secreto para el parto. Aún puedo oler la humedad y el musgo que había en aquella abertura y los pasos apresurados de mi padre Saturno cuando entró en la habitación gritando:”¿¡Dónde está Zeus!?”.Al rey del universo, tierra e inframundo no le había costado mucho encontrar a su esposa y hermana, junto a su pequeño vástago. Recuerdo escuchar los llantos fingidos de mi madre al ver que mi padre se comía una piedra envuelta en pañales. Se me sigue poniendo la piel de gallina al rememorar el crujir de la piedra entre sus dientes.


http://www.curiosidario.es/saturno-devorando-a-un-hijo-goya/

No sé por cuánto tiempo estuve metido en esa brecha, los minutos se me hicieron horas y las horas días, hasta que en algún momento de la noche mi madre apareció de nuevo, me besó por primera vez mi frente y me susurró al oído: “Lo siento mucho hijo mío, pero poco más te voy a poder tener entre mis brazos, he de ocultarte antes de que tu padre sepa de que aún sigues con vida”. Arropado entre sus brazos vi por primera vez la luz de las estrellas para poco más tarde volverme a sumergir en la oscuridad de otra cueva en la isla de Creta. Al adentrarnos dentro, llegamos a una cámara amplia en la que dos mujeres más una cobra nos estaban ya esperando, Melisa, Ida y Amaltea respectivamente. Tenían toda la sala acomodada e iluminada con velas. En el centro había una cuna hecha de mimbre, recubierta con paja enfundada en terciopelo en la cual me acomodaron. Melisa, la segunda mujer que había visto en mi vida, vino con un poco de leche de Amaltea para saciar mi hambre, ya que no había probado bocado en lo que llevaba con vida. Mientras me acababa la leche mi madre me besó por segunda vez en mi frente y me dijo que estas mujeres cuidarían de mí y me ocultarían de Saturno hasta que fuera lo suficientemente mayor como para vengar a mis hermanos devorados por él. Dicho esto, les dio algunas instrucciones a las tres féminas que no pude llegar a escuchar y se apresuró para partir antes de que el rey del universo se percatara de la ausencia de su esposa.
Los años fueron pasando y con ellos fue creciendo mi curiosidad por el mundo y sus tan hermosos y enigmáticos misterios. Las tres mujeres dieron el máximo de sí para educar y criar a un dios, el cual a los 6 años de edad ya superaba con creces la fuerza de un humano adulto. Más de una vez tuvieron que pedir ayuda a los curetes que custodiaban la entrada de la cueva, los cuales haciendo ruido con sus armas y bailando evitaban que Cronos escuchara mi llanto o mis risas. Los días se hicieron meses y antes de darme cuenta ya era un muchacho de 18 años de edad. En aquellos días venían a mi mente las palabras de mi madre, pero debido a mi recién llegada al mundo en aquella época, no entendía lo que quiso decir en aquel entonces. A menudo la echaba de menos recordando su hermosa figura como sólo la reina del universo podía tener. Cuando ya la curiosidad por saber lo que había pasado rebosaba mi mente ocupando el espacio de todos mis pensamientos, le pregunte a Melisa que había pasado hace ya tanto tiempo. Ella, sopesando si contármelo o no debido al cariño que sentía por aquel que había cuidado por tantos años, al final cedió. Me explicó todo, cómo mi padre había devorado a mis hermanos por temor a que un día le derrocaran su preciado trono como él mismo había hecho con su padre Urano. Una ira como nunca antes había sentido recorrió todas las venas de mi cuerpo e inundó mi cuerpo y entrañas una vez acabó de relatar la historia, la venganza era un deber que debía cumplir. Pero yo sólo no podía conseguirlo, muchos eran los titanes que apoyaban a su cruel soberano, por lo que iba a necesitar ayuda. Ida me había relatado cuando era niño que Saturno había encerrado a los Hecatónquiros y los Cíclopes en el tártaro, por lo que mi primer cometido era el de liberarles para contar con aliados.


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Armado con espada y escudo, me adentré hasta las más remotas profundidades de la Tierra para llegar hasta las puertas del Tártaro, custodiadas por su guardiana Campe,un temible y esperpéntico monstruo al cual decapité con mi espada tras librar una feroz batalla. Le retiré la llave que colgaba de su cuello y con ella abrí las puertas del Tártaro, encontrándome a los cíclopes y Hecatónquiros en su interior. En agradecimiento por haberles liberado, se unieron a mi causa sin mediar palabra. Los Cíclopes además me entregaron el rayo, el trueno y el relámpago; escondidos eones atrás por mi abuela Gea y de los cuáles solamente ella y los cíclopes sabían de su ubicación.


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Mi siguiente meta era la de recuperar a mis hermanos engullidos por Saturno. Para ello pedí ayuda a la titán Metis, hermana de éste, la cual descontenta por la actitud soberbia de su hermano, decidió ayudarme sin dudarlo un solo instante. Para ello preparó un emético el cual lo mezcló con un dulce zumo de néctar y se lo hizo llegar a su hermano. Cuando Cronos lo bebió, enseguida le entraron ganas de vomitar y uno por uno, comenzando por la piedra envuelta en pañales que mi madre una vez le entregó, hasta el primero de mis hermanos, Hestía, fueron saliendo de su cuerpo. Yaciendo debilitado en el suelo debido al inmenso esfuerzo que tuvo que hacer, Cronos solo pudo que mirar como todos mis hermanos y hermanas escapaban de su morada en los cielos para reunirse en el monte Olimpo con su hermano menor. Allí también se encontraba nuestra madre, la que con lágrimas en sus ojos, fue abrazando uno por uno a los hijos e hijas que una vez había perdido. Hestia, Hera, Deméter, Hades, Poseidón y Zeus, los seis hermanos nos reunimos por primera vez, unidos por al fin, nos hicimos llamar los dioses Olímpicos, en honor al primer lugar de nuestra reunión.

Ese mismo día comenzó una larga y cruenta guerra contra los Titanes, la cual duraría ni más ni menos que diez angustiosos años, en los que numerosas bajas por parte de ambos bandos tuvieron lugar. Hasta que llegó por fin el día en el que con mi destellante rayo logré penetrar la armadura de mi padre y derrotarlo, poniendo fin a la batalla. Como castigo, mi padre junto al resto de titanes que lo respaldaban fueron encerrados en las profundidades del Tártaro. Debido a la feroz batalla, el cielo casi se había derrumbado, por lo que impuse al titán Atlas un castigo ejemplar: soportarlo hasta el fin de los tiempos en sus hombros. Mis hermanos y yo nos repartimos los tres reinos: El cielo lo gobernaría yo, los mares Poseidón y el inframundo Hades. Una nueva era había comenzado, llena de prosperidad y justicia: el reinado de los dioses olímpicos.


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Concurso patrocinado por el witness @cervantes. No te olvides de votarlo en la siguiente página: http://www.steemit.com/~witnesses