La venganza está preparada. Bandido el feroz doberman que cuida su propiedad será el instrumento que usará para llevarla a efecto.
Como piloto de astronave, minuciosamente va revisando todo, para que la sincronización sea la correcta.
El control remoto que abre la puerta de hierro del patio, tiene baterías nuevas y sin dudas no fallará, ya que el fiero perro ha sido entrenado para hacerse dueño del espacio cuando esta se abra y atacará a cualquier extraño que se encuentre allí, a pesar de que sus dueños estén presentes.
Una sonrisa se dibuja en su rostro imaginado la cara de asombro de sus vecinos cuando vean al animal que los ataca.

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Está indignado con ese par de españolotes, recién llegados al vecindario, quienes sin respetar la invitación que le hicieron, no solo les ganaron 15 partidas consecutivas jugando dominó, sino que se burlaron continuamente con palabras extrañas.
Ganarle a él, Severino Velandia en su juego preferido, no solo es una afrenta personal sino una deuda que deben pagar, con la revancha. Por eso la invitación ha sido repetida, pero ahora con una sorpresa. Solo espera asustarlos, un grito será suficiente para detener el ataque del animal. Grito que dará en el último momento, para deleitarse como con un buen vino, de esos segundos que tardará Bandido, en cruzar el espacio entre el patio y el jardín donde estarán jugando.

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Sin dudas los ojos de ambos se le saltaran de las orbitas y el grito de ella se escuchará hasta en la luna.
El control remoto estará en el bolsillo de su pantalón y lo activará en el preciso momento en que ambos, como la vez anterior, cuando ganen chocándose las palmas de la mano griten esa palabra, “Chachi Pirulí” que supone es una burla en algún dialecto de la madre patria.

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